Algunos Aspectos Del Cuento
Enviado por BCVR • 28 de Agosto de 2013 • 5.943 Palabras (24 Páginas) • 476 Visitas
Algunos aspectos del cuento*
Julio Cortázar
Me encuentro hoy ante ustedes en una situación bastante paradójica. Un cuentista
argentino se dispone a cambiar ideas acerca del cuento sin que sus oyentes y sus
interlocutores, salvo algunas excepciones, conozcan nada de su obra. El aislamiento
cultural que sigue perjudicando a nuestros países, sumado a la injusta
incomunicación a que se ve sometida Cuba en la actualidad, han determinado que
mis libros, que son ya unos cuantos, no hayan llegado más que por excepción a
manos de lectores tan dispuestos y tan entusiastas como ustedes. Lo malo de esto
no es tanto que ustedes no hayan tenido oportunidad de juzgar mis cuentos, sino
que yo me siento un poco como un fantasma que viene a hablarles sin esta relativa
tranquilidad que da siempre el saberse precedido por la labor cumplida a lo largo de
los años. Y esto de sentirse como un fantasma debe ser ya perceptible en mi,
porque hace unos días una señora argentina me é aseguró en el hotel Riviera que yo
no era julio Cortázar, y ante mi estupefacción agregó que el auténtico Julio
Cortázar es un señor de cabellos blancos, muy amigo de un pariente suyo, y que no
se ha movido nunca de Buenos Aires. Como yo hace doce' años que resido en
París, comprenderán ustedes que mi calidad espectral se ha intensificado
notablemente después de esta revelación. Si de golpe desaparezco en mitad de una
frase, no me sorprenderé demasiado; y a lo mejor salimos todos ganando.
Se afirma que el deseo más ardiente de un fantasma es recobrar por lo menos un
asomo de corporeidad, algo tangible que lo devuelva por un momento a su vida de
carne y hueso. Para lograr un poco de tangibilidad ante ustedes, voy a decir en
pocas palabras cuál es la dirección y el sentido de mis cuentos. No lo hago por
mero placer informativo, porque ninguna reseña teórica puede sustituir la obra en
sí; mis razones son más importantes que ésa. Puesto que voy a ocuparme de
algunos aspectos del cuento como género literario, y es posible que algunas de mis
ideas sorprendan o choquen a quienes las lean, me parece de una elemental
honradez definir el tipo de narración que me interesa, señalando mi especial manera
de entender el mundo. Casi todos los cuentos que he escrito pertenecen al género
* Conferencia publicada en Revista “Casa de las Américas”, nº 60, julio 1970, La Habana.
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llamado fantástico por falta de mejor nombre, y se oponen a ese falso realismo que
consiste en creer que todas las cosas pueden describirse y explicarse como lo daba
por sentado el optimismo filosófico y científico del siglo XVIII, es decir, dentro de
un mundo regido más o menos armoniosamente por un sistema de leyes, de
principios, de relaciones de causa y efecto, de psicologías definidas, de geografía
bien cartografiadas. En mi caso, la sospecha de otro orden más secreto y menos
comunicable, y el fecundo descubrimiento de Alfred Jarry, para quien el verdadero
estudio de la realidad no residía en las leyes sino en las excepciones a esas leyes,
han sido algunos de los principios orientadores de mi búsqueda personal de una
literatura al margen de todo realismo demasiado ingenuo. Por eso, si en las ideas
que siguen encuentran ustedes una predilección por todo lo que en el cuento es
excepcional, trátese de los temas o incluso de las formas expresivas, creo que esta
presentación de mi propia manera de entender el mundo explicará mi toma de
posesión y mi enfoque del problema. En último extremo podrá decirse que solo he
hablado del cuento tal y como yo lo practico. Y sin embargo, no creo que sea así.
Tengo la certidumbre de que existen ciertas constantes, ciertos valores que se
aplican a todos los cuentos, fantásticos o realistas, dramáticos o humorísticos. Y
pienso que tal vez sea posible mostrar aquí esos elementos invariables que dan a un
buen cuento su atmósfera peculiar y su calidad de obra de arte.
La oportunidad de cambiar ideas acerca del cuento me interesa por diversas
razones. Vivo en un país —Francia— donde este género tiene poca vigencia,
aunque en los últimos años se nota entre escritores y lectores un interés creciente
por esa forma de expresión. De todos modos, mientras los críticos siguen
acumulando teorías y manteniendo enconadas polémicas acerca de la novela, casi
nadie se interesa por la problemática del cuento. Vivir como cuentista en un país
donde esta forma expresiva es un producto casi exótico, obliga forzosamente a
buscar en otras literaturas el alimento que allí falta. Poco a poco, en sus textos
originales o mediante traducciones, uno va acumulando casi rencorosamente una
enorme cantidad de cuentos del pasado y del presente, y llega el día en que puede
hacer un balance, intentar una aproximación valorativa a ese género de tan difícil
definición, tan huidizo en sus múltiples y antagónicos aspectos, y en última
instancia tan secreto y replegado en sí mismo, caracol del lenguaje, hermano
misterioso de la poesía en otra dimensión del tiempo literario.
Pero además de ese alto en el camino que todo escritor debe hacer en algún
momento de su labor, hablar del cuento tiene un interés especial para nosotros,
puesto que casi todos los países americanos de lengua española le están dando al
cuento una importancia excepcional, que jamás había tenido en otros países latinos
como Francia o España. Entre nosotros, como es natural en las literaturas jóvenes,
la creación espontánea precede casi siempre al examen crítico, y está bien que así
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sea. Nadie puede pretender que los cuentos solo deban escribirse luego de conocer
sus leyes. En primer lugar, no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de
vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco
incasillable; en segundo lugar los teóricos y los críticos no tienen por qué ser los
cuentistas mismos, y es natural que aquellos solo entren en escena cuando exista ya
un acervo, un acopio de literatura que permita indagar y esclarecer su desarrollo y
sus cualidades. En América, tanto en Cuba como en Méjico o Chile o Argentina,
una gran cantidad de cuentistas trabaja desde comienzos de siglo, sin conocerse
entre sí, descubriéndose a veces de manera casi póstuma.
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