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Analice el territorio del Virreinato del Río de la Plata como unificado


Enviado por   •  11 de Noviembre de 2015  •  Trabajo  •  1.966 Palabras (8 Páginas)  •  166 Visitas

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Considerando una postura pedagógica para la lectura de los textos, responda:

1. Analice el territorio del Virreinato del Río de la Plata como unificado; desde allí, lea las diferentes posturas que se consideran a continuación:

a) Momentos históricos sociales vistos en los textos.

b) Configuraciones sociales de acuerdo a las regionalidades.

c) Sujeto pedagógico.

En el siglo XVII Europa se vio agitada por las guerras religiosas. Después del proceso de Contrarreforma y de la depresión que azotó a las sociedades de la época, Inglaterra salió fortalecida como potencia hegemónica. Al finalizar la Guerra de los Treinta Años (1620-1650), Alemania quedó destruida; y la casa de Augsburgo fue remplazada por la casa de Borbón, que rigió en América desde 1700 hasta la Independencia.

En este contexto, en el que se producen grandes cambios y transformaciones económicas y sociales, se hacen cada vez más fuertes las ideas de la Ilustración que abogaban por una sociedad en la que la luz del entendimiento, la ciencia y la crítica racional debían iluminar el mundo desalojando las tinieblas de la ignorancia. Así, surgió el despotismo ilustrado, que mediante la administración “racional” buscó conservar los privilegios de la monarquía absoluta y la aristocracia. Esta política se vio claramente reflejada en las reformas borbónicas, que tenían como finalidad acentuar el control de la Corona sobre sus súbditos y sus colonias. Para ello, crearon el Virreinato del Rio de la Plata en 1776, por orden de Carlos III, abarcando los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay, partes del sur de Brasil y el norte de Chile. Dividido en intendencias y gobernaciones, de acuerdo a las nuevas leyes dictadas tras la Reforma Borbónica, los aborígenes, al igual que en el resto de la América ocupada, fueron repartidos entre distintos grupos de terratenientes que, con la excusa de la evangelización, los sometieron a todo tipo de trabajos forzados en condiciones de esclavitud.

Con anterioridad a la creación del Virreinato,  se desarrollaron las Misiones o Reducciones Jesuíticas, que fueron fundadas por la orden religiosa católica de la Compañía de Jesús entre los indios guaraníes y pueblos afines, con el objetivo de lograr la evangelización de éstos y una correcta educación.

Una vez instaurado el Virreinato, se inicia un notable crecimiento de las ciudades-puerto que comenzaron a constituirse en importantes centros para la región. Ubicadas en zonas estratégicas, estas ciudades, como Buenos Aires o Montevideo, junto a otras que no tenían salida al mar (Potosí, Córdoba), fueron el motor que posibilitó el crecimiento económico del territorio colonial.

Con respecto a la educación, podemos corroborar su existencia desde antes de la llegada de los españoles. Ya los aztecas y los incas habían concebido a la educación como una práctica distinta de la política y la religión, aunque muy orientadas a ellas. Si bien crearon casas de enseñanza dedicadas a la educación masculina y femenina de los nobles, el pueblo, en general, también tenía acceso a ella y lo hacía mediante el trabajo, los rituales, los mitos y las costumbres. Ahora bien, la figura del educador se correspondía con la del sacerdote y de los ancianos; ambos apelaban a una educación con la que los jóvenes pudieran utilizar para servir a la comunidad.

Una vez derrotadas las etnias americanas por los españoles, éstos se instauraron a sí mismo como los únicos con derecho a educar, tarea que identificaban claramente con la evangelización. Sin comprender que los indígenas eran sujetos distintos, los conquistadores y colonizadores establecieron una relación desigual, de dominación absoluta.

Con la llegada de las órdenes jesuíticas se intentó encarar una tarea inédita: proporcionar una educación masiva y homogeneizadora. Para ello, en las diferentes reducciones, se fundaron centros de formación y escuelas a la que asistían niños/as y jóvenes. Los adultos, también eran educados con las mismas técnicas y herramientas que se les brindaba al resto de la población, solo que lo hacían especialmente en las Iglesias. Aprendían a leer y escribir, música, danza, canto, castellano y algún oficio característico de la cultura europea.

Con la expulsión de los jesuitas, por parte del Rey Carlos III, se produjo un vaciamiento de educadores. Muchas escuelas pasaron a mano de dominicos, agustinos, mercedarios y franciscanos, como es el caso de la Universidad de Córdoba que estuvo a cargo de estos últimos por casi medio siglo; hasta que en 1808 van a ser desplazados de la conducción por el clero secular.

Como en todas las ciudades coloniales de Hispanoamérica, la formación de los niños constituyó una gran preocupación para los gobiernos. Por ello, se multiplicaron distintos tipos de establecimientos a los que asistían solamente los varones, pues las mujeres solo “sabían” ir a misa, rezar, componer vestidos, zurcir y remendar; aunque en algunos casos funcionaron establecimientos exclusivos para las niñas, como el Monasterio de Santa Catalina (1775) y Colegio de Niñas Huérfanas (1776). Esta más que claro que, el acceso a la educación en esos tiempos era profundamente desigual: las castas (negros, mulatos, zambos, cuarterones) estuvieron excluidas de todos los institutos de enseñanza.

Después de la Etapa Colonial y con el advenimiento de la Revolución de mayo y, en consecuencia, la instauración del primer Gobierno Patrio, la tarea de educar siguió en manos de eclesiásticos, aunque, a la vez, comenzaron a desarrollarse nuevos ideales que sostenían que el sistema educativo requería de educadores profesionales. Así, poco a poco, se comenzó a garantizar la formación profesional de maestros laicos. En este sentido, el Estado jugaba un papel primordial; pues se pretendía consolidar a la educación como un elemento sociopolítico que implicaba la legitimación del propio poder político.

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