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Análisis del cuento "Pataruco"-Rómulo Gallegos


Enviado por   •  18 de Enero de 2015  •  3.575 Palabras (15 Páginas)  •  1.166 Visitas

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Análisis del cuento "Pataruco"-Rómulo Gallegos

VOCABULARIO:

1. Pataruco: Dicho de un gallo: Que no es de raza pura ni bueno para la pelea.

2. Joropo: Música y danza popular venezolanas, de zapateo y diversas figuras, que se ha extendido a los países vecinos.

3. Pasaje: Tránsito o mutación hecha con arte, de una voz o de un tono a otro.

4. Vernáculo: Dicho especialmente del idioma o lengua: Doméstico, nativo, de nuestra casa o país.

5. Escobillao: Escobillado. En algunos bailes tradicionales, acción y efecto de escobillar.

6. Aragüeño: Perteneciente o relativo a este Estado de Venezuela.

7. Jadeantes: Que Respira anhelosamente por efecto de algún trabajo o ejercicio impetuoso.

8. Lascivos: Lujuriosos Apatía: Impasibilidad del ánimo.

9. Araguaney: Garrote hecho con la madera de este árbol.

10. Bregaba: Dicho de una persona: Luchar, reñir, forcejear con otra u otras

11.Bullanguero: Alborotador, amigo de bullangas.

12. Romería: Fiesta popular que con meriendas, bailes, etc., se celebra en el campo inmediato a alguna ermita o santuario el día de la festividad religiosa del lugar

13. Trajinar: Acarrear o llevar géneros de un lugar a otro.

14. Repechosas: Cuesta bastante pendiente y no larga.

15. Guamo: Árbol americano de la familia de las Mimosáceas, de ocho a diez metros de altura, con tronco delgado y liso, hojas alternas compuestas de hojuelas elípticas, y flores blanquecinas en espigas axilares, con vello sedoso. Su fruto es la guama, y se planta para dar sombra al café.

16. Crótalo: Serpiente venenosa de América, que tiene en el extremo de la cola unos anillos óseos, con los cuales hace al moverse cierto ruido particular.

17. Macaurel: Serpiente de Venezuela, no venenosa y parecida a la tragavenado, pero de menor tamaño.

18. Gañidos: Quejido de otros animales.

19. Báquiros: Mamífero paquidermo, cuyo aspecto es el de un jabato de seis meses, sin cola, con cerdas largas y fuertes, colmillos pequeños y una glándula en lo alto del lomo, de forma de ombligo, que segrega una sustancia fétida. Vive en los bosques de la América Meridional y su carne es apreciada.

20. Quemazón: Acción y efecto de quemar o quemarse.

21. Azares: Casualidades, caso fortuito.

22. Botijuela: Botija ocultada en un muro o en tierra con monedas de la época colonial.

23. Chivaterías: Engañar mediante picardías o artimañas.

24. Trillar: Quebrantar la mies tendida en la era, y separar el grano de la paja.

25. Depurado: Pulido, trabajado, elaborado cuidadosamente.

26. Agreste: Áspero, inculto o lleno de maleza. Rudo, tosco, grosero, falto de urbanidad.

27. Efímero: Pasajero, de corta duración.

28. Postre: A lo último, al fin.

29. Reminiscencia: Recuerdo vago e impreciso.

30. Mascarada: Festín o sarao de personas enmascaradas.

31. Blondo: Rubio

32. Fulminó: Mató o herió con ellos.

33. Conterráneo: Natural de la misma tierra que otra persona.

34. Instancias : Memoriales, solicitudes.

35. Faena: Trabajo corporal.

36. Bucare: Árbol americano de la familia de las Papilionáceas, de unos diez metros de altura, con espesa copa, hojas compuestas de hojuelas puntiagudas y truncadas en la base, y flores blancas. Sirve en Venezuela para defender contra el rigor del sol los plantíos de café y de cacao, dándoles sombra.

37. Monorrítmico: De un solo ritmo.

38.Fronda: Hoja de una planta.

39. Perenne: Continuo, incesante, que no tiene intermisión. Que vive más de dos años.

40. Impasible: Incapaz de padecer o sentir.

41. Chicheaban: Emitir repetidamente el sonido inarticulado de s y ch, por lo común para manifestar desaprobación o desagrado

42. Lubrico: Propenso a un vicio, y particularmente a la lujuria.

43. Inmisericorde: Dicho de una persona: Que no se compadece de nadie.

44.Pringoso: Que tiene pringue o está grasiento o pegajoso.

45.Inusitado: No usado, desacostumbrado.

PATARUCO

Rómulo Gallegos

Pataruco era el mejor arpista de la Fila de Mariches. Nadie como él sabía puntear un joropo, ni nadie darle tan sabrosa cadencia al canto de un pasaje, ese canto lleno de melancolía de la música vernácula. Tocaba con sentimiento, compenetrado en el alma del aire que arrancaba a las cuerdas grasientas sus dedos virtuosos, retorciéndose en la jubilosa embriaguez del escobillao del golpe aragüeño, echando el rostro hacia atrás, con los ojos en blanco, como para sorberse toda la quejumbrosa lujuria del pasaje, vibrando en el espasmo musical de la cola, a cuyos acordes los bailadores jadeantes lanzaban gritos lascivos, que turbaban a las mujeres, pues era fama que los joropos de Pataruco, sobre todo cuando éste estaba medio «templao», bailados de la «madrugá p'abajo», le calentaban la sangre al más apático.

Por otra parte el Pataruco era un hombre completo y en donde él tocase no había temor de que a ningún maluco de la región se le antojase «acabar el joropo» cortándole las cuerdas al arpa, pues con un araguaney en las manos el indio era una notabilidad y había que ver cómo bregaba. Por estas razones, cuando en la época de la cosecha del café llegaban las bullangueras romerías de las escogedoras y las noches de la Fila comenzaban a alegrarse con el son de las guitarras y con el rumor de las «parrandas», al Pataruco no le alcanzaba el tiempo para tocar los joropos que «le salían» en los ranchos esparcidos en las haciendas del contorno.

Pero no había de llegar a viejo con el arpa al hombro, trajinando por las cuestas repechosas de la Fila, en la oscuridad de las noches llenas de consejas pavorizantes y cuya negrura duplicaban los altos y coposos guamos de los cafetales, poblados de siniestros rumores de crótalos, silbidos de macaureles y gañidos espeluznantes de váquiros sedientos que en la época de las quemazones bajaban de las montañas de Capaya, huyendo del fuego que invadiera sus laderas, y atravesaban las haciendas de la Fila, en manadas bravías en busca del agua escasa.

Azares propicios de la suerte o habilidades o virtudes del hombre, convirtiéronle, a la vuelta de no muchos años, en el hacendado más rico de Mariches. Para explicar el milagro salía a relucir en las bocas de algunos la manoseada patraña de la legendaria botijuela colmada de onzas enterradas por «los españoles»; otros escépticos y pesimistas, hablaban de chivaterías del Pataruco con una viuda rica que le nombró su mayordomo y a quien despojara de su hacienda; otros por fin, y eran los menos, atribuían el caso a la laboriosidad del arpista, que

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