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Arquitectura


Enviado por   •  14 de Marzo de 2014  •  654 Palabras (3 Páginas)  •  139 Visitas

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El tercer capítulo de su obra está dividido en seis partes: “La dialogicidad: Esencia de la educación como práctica de la libertad”; “Dialogicidad y diálogo”; El diálogo empieza en la búsqueda del contenido programático”; “Las relaciones hombres-mundo, los temas generadores y el contenido programático de la educación”; “La investigación de los temas generadores y su metodología”; “La significación concienciadora de la investigación de los temas generadores” y “Los momentos de la investigación”.

Su propuesta, complementando los pensamientos de los anteriores capítulos, se inicia con la afirmación de que el diálogo (la palabra) es inherente al ser humano, pero esta palabra sin el acto reflexivo se transforma en algo hueco y sin sentido. La palabra verdadera y con sentido es aquella que se pronuncia en el marco de un diálogo en el cual todos y todas tienen algo que decir. Es en este sentido que su propuesta es revolucionaria: la palabra debe liberar al ser humano, esta debe ser denunciante de injusticias para que sea de verdad liberadora. Si el diálogo conduce a la denuncia de las injusticias es a la vez revolucionaria. Por esto Freire cree en los revolucionarios, aquellos capaces de pronunciar las palabras con valentía y que sirvan a la denuncia de la injusticia, tal como el Che Guevara indica en sus memorias y cartas:

«Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.» [10]

El diálogo es un derecho de todos los hombres, éste libera cuando es pronunciada en un acto de igualdad y de amor. Nadie está por sobre ni bajo el otro. La palabra que provoca el diálogo es la que permite una comunión de espíritus dispuestos a transformar el mundo. A este respecto me remito a lo que indica el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana, quien también indica la importancia del amor en la comunicación humana:

“La emoción que funda lo social como la emoción que constituye el dominio de acciones en el que el otro es aceptado como un legítimo otro en la convivencia, es el amor. Relaciones humanas que no están fundadas en el amor -digo yo- no son relaciones sociales. Por lo tanto, no todas las relaciones humanas son sociales, tampoco lo son todas las comunidades humanas, porque no todas se fundan en la operacionalidad de la aceptación mutua”. [11]

Por lo tanto, el diálogo productivo es aquel que está basado en el amor, en la aceptación del otro como un igual, en la fe que el mundo puede ser transformado y, por sobre todo, en la confianza mutua.

Con

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