Autores Literarios
Enviado por faocho • 11 de Junio de 2014 • 739 Palabras (3 Páginas) • 218 Visitas
EL BARQUITO DE PAPEL
Con la mitad de un periódico
hice un barco de papel,
en la fuente de mi casa
le hice navegar muy bien.
Mi hermana con su abanico
sopla, y sopla sobre él.
¡Buen viaje, muy buen viaje,
barquichuelo de papel!
EL LEON QUE TENIA DIGNIDAD
Los autores primitivos, guiados por apariencias engañosas, por analogías vagas, atribuyeron a los animales cualidades y defectos que están muy lejos de tener. La melena del león, su aspecto majestuoso, les sugirió la idea de ofrecerle el cetro y la corona de los irracionales, y lo hicieron rey, sin que él se diese cuenta de tamaña dignidad ni pareciese importarle un ardite; y lo literaturizaron, y lo esculpieron en mármoles, y lo fundieron en bronces, y lo grabaron en los sellos reales, y estamparon su silueta en escudos, en banderas, en estandartes y lo troquelaron con las monedas, a lo cual se debe por cierto, en España, que los cuartos se llamen «perros gordos» y «perros chicos», por una de esas ironías que suelen perpetuarse...
Pero vinieron los naturalistas modernos y rectificaron desdeñosamente la mayor parte de los conceptos legendarios que a las bestias se refieren. El león, tan exaltado antes, fué deprimido con pasión: ni era valiente, ni era tan fuerte como se creyó, ni merecía en modo alguno el cetro.
Se le negó, pues, la majestad real, que casi por derecho divino creíasele otorgada, y quién estimó que debía conferírsele al toro (que jamás mostró miedo a nada ni a nadie: que lo mismo embiste a un hombre, a un paquidermo o a una locomotora), quién pretendió que merecía la realeza el elefante, que, tras de ser el más fuerte de todos los animales, era el más inteligente y el más noble. La verdad, en esto como en todas las cosas, a semejanza de la virtud, no estaba en los extremos, sino en el medio; in medio stat veritas. El león no era ciertamente el más fuerte de los animales; pero poseía algo merecedor de la realeza con que lo habían obsequiado los antiguos, algo que muchos hombres, muchísimos, suelen no tener: la dignidad.
De ello ha dado pruebas en ocasiones muy diversas, y últimamente yo he sabido un hecho que ha aumentado notablemente mi estimación por el viejo rey, moviéndome, en mi humilde fuero, a acatarlo de nuevo como a monarca.
Es el caso que, hará apenas seis meses, un grande de España, cazador par devant l'eternel, de los más perseverantes y resueltos, hizo un viaje al Atlas, con el ánimo decidido de matar algunos pobres leones que, después, disecados, con las enormes fauces abiertas, serían ornato de su museo cinegético.
Una tarde, estando él con algunos otros cazadores en acecho, frente a una colina boscosa en la falda (donde había guaridas de leones) y pelada en la cima, de pronto un espléndido ejemplar salió de su refugio y ascendió hacia la pequeña eminencia.
Apenas
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