Blanco Sobre Blanco
Enviado por daaniiela23 • 9 de Octubre de 2014 • 1.648 Palabras (7 Páginas) • 184 Visitas
Blanco sobre blanco. La arquitectura y el cambio cromático
«El mundo es incoloro, sólo existe como impresión».
Como recuerda la cita de Küppers, cualquier consideración humana sobre el color, por su propia naturaleza, depende de su percepción. El color de un objeto es el de la luz que envía al ojo, a su vez en función del color de la luz que lo está iluminando y de la parte de dicha luz que su superficie refleje, absorba o transmita. Por tanto, la luz se convierte en luz de color al relacionarse con un material, y es a esa interacción entre luz y cualidades maté ricas lo que llamamos color.
El color sólo tiene sentido para la visión, pues su existencia es subjetiva de la percepción humana. Este concepto de percepción es bastante más amplio que la simple función física que realiza el ojo, se trata de un proceso amplio y complejo cuyo fundamento es, en su mayor medida, el análisis y la interpretación intelectual. La conclusión aquí es evidente: la percepción también depende del tiempo y no puede ser igual para la mirada contemporánea que para la de cualquier otro de los niveles del pasado. Si esto es así, el empeño de la restitución es una empresa inútil o engañosa. No se reconstruye el paisaje, se construye siempre el paisaje.
Decimos que la arquitectura es abstracción construida a partir de la naturaleza, intermediaria de la luz. La luz —distribuida, dispersa, filtrada desde el exterior— es una sustancia que llega a experimentarse igual que cualquier otro material constructivo. La luz que se filtra y sus reflejos y matices colorean los espacios. En ese sentido, arquitectura y color no es una fórmula que se pueda asumir o rechazar, no depende de la decisión, argumentada o arbitraria, del arquitecto o del cliente. Toda arquitectura es color.
La identificación entre ambos términos es tan irrebatible como trascendentes sus consecuencias. El color es un lenguaje complejo, con alfabeto, gramática y sin- taxis propias, que encaja mal en la simpleza de los estereotipos casticistas y las generalizaciones a históricas. Acercarse a su realidad para intentar comprenderlo significa aceptar sus propias leyes, su particular relación con el tiempo y su capacidad para crear combinaciones de espacios y planos como expresión cambiante del paisaje. Al asumir este punto de partida, la finalidad del trabajo investigador no puede ser el proporcionar los medios para copiar, si esto fuera posible, de manera estéril el pasado (los pasados), sino posibilitar, con el conocimiento y la formación, la generación de formas nuevas desde una mayor sensibilidad hacia la dimensión cromática de la arquitectura.
Existe una estrecha relación entre tipología arquitectónica y tipología cromática, productos de épocas y formaciones históricas, identificadas con estéticas y técnicas propias. La historia de la arquitectura muestra la evolución de la cambiante disponibilidad y valoración de materiales, pigmentos y colores. Desde los considerados más nobles y vistosos —la enorme variedad de tonalidades de la piedra, la riqueza de los mármoles y las maderas exóticas— a los de uso corriente que su- ministra el entorno más inmediato, los documentos construidos del pasado subrayan de manera gráfica la importancia del material para la percepción del color.
Frente a la riqueza de la herencia cromática del patrimonio heredado, la sociedad actual percibe la arquitectura contemporánea como algo carente de atractivo visual, identificada con los tonos desagradables del asfalto, el cemento y el ladrillo. Incluso en medios especializados es habitual el discurso que relaciona la policromía con una decoración puramente artística, motivada por la simple preocupación estética. La presencia del color en la arquitectura se limitaría al momento, obligado y postergado, de la elección de los revestimientos.
Como mucho, alguien más observador podría decir que tal vez el color de la arquitectura moderna sea el gris del hormigón y del acero y la incolora transparencia del vidrio. Sin embargo, paradójicamente las posibilidades expresivas de los nuevos materiales se han multiplicado de manera sorprendentemente atractiva en los últimos años. Al excesivo mono cromatismo del hormigón en el pasado le ha su- cedido la investigación y explotación de sus cualidades plásticas, por distintos procedimientos de elaboración y acabado: pulido, pigmentación y texturización. Del mismo modo el cerramiento incoloro del muro cortina más elemental está siendo sustituido por las infinitas variantes que permiten los nuevos tipos de vidrio: coloreado, serigrafiado, impreso o tratado para permitir aspectos distintos con las variaciones de la luz. Aluminios lacados, aceros preoxidados, revestimientos con nuevos metales ligeros como el titanio, aplacados pétreos elegidos en una variedad y disponibilidad desconocidas, novedosos tratamientos sobre materiales cerámicos o morteros que obtienen texturas y acabados sorprendentes... La relación es ilimitada, como el propio mundo del color; desgraciadamente, no parece serlo la imaginación ni la sensibilidad de quienes prefieren la comodidad y el beneficio que proporciona la servidumbre ante el negocio y la vulgaridad disfrazados de una tradición mal entendida.
El blanco es, desde una perspectiva simbólica, el color más perfecto. No hay ningún concepto blanco de significado negativo. El simbolismo del
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