Borrachera Del Poder
Enviado por CAOS724 • 26 de Febrero de 2014 • 634 Palabras (3 Páginas) • 358 Visitas
La Borrachera del Poder
El poder intoxica a la manera del alcohol. Por eso, los representantes de la justicia deben cerciorase de que los políticos no se emborrachan con él. Y, si se emborrachan, de hacer que se les pase la curda con una temporada entre rejas. Más o menos de eso trata 'Borrachera de poder', el último trabajo de Claude Chabrol. En esta ocasión, deja de lado el suspense provinciano al que nos tienen acostumbrados para meterse en una intriga política, la historia de la juez de instrucción Jeanne Charmant-Killman, que investiga una densa trama de corrupción y malversación de fondos desde su despacho parisino.
Chabrol ya había ahondado en la política en anteriores obras, como 'La flor del mal', pero en aquella ocasión como telón de fondo, aunque no exenta de ironía. Esta vez se inspira en un escándalo real, el caso Elf.
En la crítica de esta cinta del último número de Rockdelux hay un aspecto que se destaca sobre el resto y es el de la idiosincrasia de esta cinta debido a su nacionalidad de origen. O más bien, a su idiosincrasia debido a la nacionalidad a la que no pertenece.
Tenía un profesor (y perdón por repetir este recurso) que afirmaba que solo había dos tipos de películas: unas capaces de llegar al público de todo el mundo (es decir, las comerciales americanas) y el resto, las realizadas con fines más "artísticos", que solo podían ser entendidas en su país de origen, pues no usaban el lenguaje universal de las primeras. La verdad, siempre pensé que este profesor era un imbécil.
'Borrachera de poder', a pesar de ser francesa, es una película perfectamente asumible por los espectadores de cualquier lugar, al menos del hemisferio norte, incluso por los norteamericanos, si se esfuerzan un poco. Pero en Rockdelux destacan que esta historia hubiese quedado irreconocible si se hubiese filmado en Yanquilandia, pues en sus películas siempre se demuestra que el sistema funciona y que, si parece no hacerlo, es solo un fallo de percepción por parte de los ciudadanos. En aquel lugar los protagonistas siempre son buenos y los antagonistas, muy malos y la distancia que los separa está muy clara. Pero en Francia, y en las películas de Chabrol, no es así.
El sistema, simbolizado por unos oscuros señores encorbatados que se reunen en restaurantes exclusivos a beber champán y fumar puros, mueven los hilos tan formidablemente que su presencia no es ni intuida, mientras la juez ve como, al intentar tirar de uno de ellos, su propia vida se desmorona. Aquí el individuo se da cuenta de que el sistema no funciona, de que está podrido desde el inicio hasta sus peldaños más elevados, y que es casi imposible cambiarlo. Al intentarlo, puede pagar un precio demasiado alto.
Pero Chabrol no presenta a la juez Charmant-Killman como un ser inmaculado. Es una fría arribista que ha descuidado su vida personal porque también
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