CENSURA Y REPRECION
Enviado por tebi100 • 16 de Noviembre de 2014 • 1.574 Palabras (7 Páginas) • 164 Visitas
I).- Heredamos de la filogenia un eterno conflicto: el deseo de usar al otro, convertido en objeto significativo, cómo, cuándo y dónde se nos antoja; y la necesidad de convivir con él (que desea lo mismo). Como vano intento de solución surgieron las normas culturales donde la prohibición del incesto y del homicidio puso las bases de una legislación que incluye en su motivación altos ideales utópicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Lo que llevó a Joaquín Bartrina a señalar:
Si libres logramos ser, sólo será para escoger la clase de esclavitud.
Ven, oh libre humanidad, que vives sólo entre penas,
y al son de tus cadenas aclama a tu libertad.
El deseo consiste en recibir el reconocimiento incondicional de un otro significativo. Que ese otro sea un esclavo y feliz de serlo. Con tal fin podemos seducirlo, conquistarlo, dominarlo o someterlo. La frustración de ese deseo lo convierte en deseo de matar; de aniquilar al atrevido que se niega a satisfacer tal capricho.
II).- Deseo y deber
El deseo y el deber surgen de la necesidad, y son motores de nuestra conducta.
El aparato psíquico humano, escindido, tiene la función de administrar las necesidades del cuerpo, y divide estas necesidades entre las que considera deseos y las que considera deberes.
Desea, por un lado, un reconocimiento positivo incondicional, que le permita despreciar las pretensiones narcisistas del otro, del que no puede prescindir. Los caprichos del momento dan forma al deseo. Mientras la inteligencia humana elabora las racionalizaciones que justifican el derecho al abuso y al sometimiento del otro, el desprecio descalifica el derecho del otro.
El deber insiste en respetar el narcisismo del otro. Esto implica compartir, colaborar, ser solidario. La inteligencia humana elabora ideales utópicos que intentan sostener e imponer esto, mientras reprimen el deseo y lo categorizan de perverso.
El deber dictamina cumplir normas de convivencia dentro del grupo y entre grupos, en la familia y en la comunidad. Aunque nadie deja de aprender, durante su proceso de socialización, que en determinadas circunstancias o ante determinadas personas es posible dejar de lado algunos controles sociales.
Dentro del narcisismo, la satisfacción del deber cumplido es la recompensa placentera que compite con el placer de darse el gusto al satisfacer cualquier capricho perverso.
La exposición y defensa de los ideales en el discurso es un elegante recurso para esconder rasgos perversos de la conducta cotidiana. Conocemos la desmentida: negar los rasgos perversos, autoconvencidos de ser inocentes, y elaboramos complejas racionalizaciones para justificarlos, ocultarlos y proyectarlos en otro.
Cuando surge el deseo de conquistar al otro, se impone el deber de gratificar su narcisismo. Son los escasos momentos en los que el deseo coincide con el deber. En esta etapa, el otro ha logrado concentrar en sí todas las expectativas narcisistas. La autoestima depende exclusivamente de su respuesta. Como lógica consecuencia, con el paso del tiempo, la realidad impone el fracaso de esta nueva versión de ilusiones imposibles.
La crisis que continúa a esta fase pone a prueba la capacidad de sostener y mantener un vínculo tan difícil como conveniente.
El quiebre de la ilusión del paraíso perdido da lugar a una cotidianeidad que desafía constantemente al ser humano, oponiendo conflictivamente al deseo con el deber. La fantasía sugiere renovar otra ilusión de lo imposible: “soy maravilloso, tengo derecho, por mi origen divino”. La experiencia, en cambio, pretende imponer la tolerancia, la sublimación y el respeto mutuo.
La hostilidad surgida de la frustración se concentra peligrosamente esperando cualquier excusa para actuar. La lucha por el poder comienza a invadir el terreno del vínculo. Se lucha por un poder que implica derechos pero que excluye el deber. El que pierde tendrá el deber de someterse a los caprichos del vencedor.
Es imposible eliminar la lucha por el poder, como es imposible suprimir totalmente la frustración, el miedo y la desconfianza. El miedo a la soledad fortalece la dependencia social y establece un conflicto dialéctico con el deseo de aniquilar al otro, que surge en los momentos álgidos de los combates de titanes que suelen fascinar a sus víctimas, sin que éstas puedan reconocerlo.
III).- La Conducta humana es una transacción dialéctica entre el Deseo y el Deber.
Nuestra conducta, al no poder prescindir de los otros, es una transacción dialéctica del conflicto entre el Deseo,regido por el principio de placer (someter y usar a los otros, despreciándolos) y el Deber surgido del principio de realidad (ser solidario, compartir, colaborar y respetar a los otros)
Estamos en el pantanoso terreno de la ética (sistematización del bien y del mal, de lo justo y lo injusto)
Nacemos con una ética primordial donde está bien y es justo que todo y todos estén a disposición de His Majesty the Baby, para fortalecer su deseo de vivir. Después habrá que socializar, controlar y limitar
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