CRITICA SOBRE LA MIRADA DE ARTE Y ARTISTA DE BOURDIEU
Enviado por Gaston Czmuch • 15 de Junio de 2019 • Monografía • 1.289 Palabras (6 Páginas) • 159 Visitas
TRABAJO PRÁCTICO Nº 03
Argumentación
Universidad Nacional de Arte -UNA-
Departamento de Artes Dramáticas
METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN
Catedra: Ana Rodríguez
Profesor: Daniela Berlante
Comisión: Lunes de 09:00 a 11:00
Alumno:
Gastón Czmuch
“Esta idea, indiscutible, de que el ready made como límite de la obra de arte, por lo tanto la obra de arte misma, es el producto de un trabajo colectivo e histórico, no debería desesperar o decepcionar a los que están desesperadamente ligados a la creencia en la unicidad del “creador” y del acto de creación, vieja mitología de la cual debemos hacer el duelo como de tantas otras, que la ciencia ha desechado.”
Con esta frase Pierre Bourdieu cierra la exposición y diálogo llevada adelante en 1999 en la Escuela de Bellas Artes de Nimes y, en cierto modo, resume el espíritu que atraviesa la entrevista; además de dejar manifiesta tanto su idea de artista como su idea de obra de arte.
Bourdieu inicia la cita nombrando al Ready Made (pensándolo como objeto arte paradigmático del arte plástico contemporáneo), para luego realizar un movimiento, al mejor estilo sinécdoque, equiparando esta expresión artística a la “obra de arte misma”. Enseguida afirma que toda obra de arte es un producto colectivo e histórico. Entonces, si todo objeto realizado por un artista es un producto colectivo e histórico, podemos entonces afirmar (realizando el mismo movimiento hecho por el autor palabras antes) que todo artista es producto de un trabajo colectivo e histórico. ¿Bajo qué argumentos podemos entender al artista y a su obra de arte como un producto colectivo? Si bien el artista es un ser individual, es también es un ser social. Y como ser social se define en tanto el otro, y a su vez el que exista ese otro me define a mi como individuo, liminalmente hablando. Además, ese ser social artista está inscripto en un campo en donde se hayan otros agentes que constituyen y conforman el campo: inicialmente la academia en la que se formó, luego otros artistas, críticos, curadores, el estado. Ese campo tiene reglas, convenciones que fueron aceptadas, establecidas por el campo y en un determinado momento histórico, y que establecen el modo de juego de cada uno de los actores. Entonces dentro de este campo, y bajo estas reglas, se llevan a cabo las batallas: batallas que tiene como recompensa la acumulación de capital simbólico, pero también un espacio de poder dentro del campo (lugar central). Por ende, indefectiblemente quienes terminan decidiendo quienes son artistas (y obras de arte) es el propio campo, en su accionar de lucha. Bajo esta perspectiva, podemos decir que tanto el artista, como su obra de arte son productos sociales; ya que tanto los actores como las obras de arte se ponen en juego desde lo simbólico dentro del campo intelectual artístico. Por otro lado, Bourdieu también afirma a la obra de arte (y nosotros decidimos hacer extensiva esta expresión a los artistas también) como productos históricos. Entendiendo al trabajo del artista como un trabajo individual y colectivo al mismo tiempo, es imposible desentender a lo que el mismo Bourdieu llama “espacio de los posibles” (la relación entre el habitus como sistema de disposiciones ligado a una trayectoria social en un tiempo, espacio y campo determinado). Por esto es que el mismo Bourdieu señala que el gran Balzac no podía inventar el monólogo interior, no porque dudara de su maestría, sino porque no podemos saltar por encima de nuestro tiempo.
Seguidamente, antepone a su idea del artista y de la obra de arte como producto social e histórico a las concepciones de unicidad del creador y del acto de creación. La idea de unicidad refleja a la imagen del artista poseedor de un don divino y elevado por sobre el resto; de la misma manera que la idea del acto de creación como ese momento de sublime conexión con los dioses y las musas para esculpir ese objeto sagrado. Ambas ideas nos anclan en conceptos que pueden rastrearse históricamente a la época del romanticismo, momento elevado de la subjetividad, del inicio de los conceptos de originalidad en el arte, y de construcción de la idea del artista ese ser desgarrado por entender la desconexión de su mundo con lo sagrado; pero también el artista como pontífice, revelándose como ese puente entre lo mundano y lo celestial. Todo esto sirvió durante mucho tiempo para componer una imagen de artista separado de su ser social y en donde su talento y originalidad primarían por sobre absolutamente todo. Entonces, así se refiere a este sistema de creencias como “vieja mitología” de la cual debemos hacer el duelo.
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