Cantar De Ciegos ! Capitulo 1
Enviado por yacko • 1 de Abril de 2013 • 453 Palabras (2 Páginas) • 1.473 Visitas
CANTAR DE CIEGOS
LAS DOS ELENAS
Elena una chica demasiado extravagante, no cabe duda, era una muchacha audaz con mucha carisma, siempre en ella su naturalidad, vestia mucho a la moda ,le gustaba mucho ir a los antros de su ciudad siempre diciéndole a Víctor que “lo moral es todo lo que da la vida y lo inmoral todo lo que quita la vida”, un amigo al preguntarle el porqué de su fidelidad a su pareja y ella le contesto que la infidelidad era hoy una regla, al igual que la comunión. A Elena le gusta caminar por las calles de Coyoacán, le gusta que la moje la lluvia, la cual le provoca un brillo en los ojos y color en las mejillas, le gusta fumar por las noches, mientras escucha su música favorita.
Levanto la mirada. Doña Elena la miraba. Bajó en seguida los párpados y dijo que tomaran el café en la sala. Don José se excusó y se fue a la biblioteca, donde tiene esa rocola eléctrica que toca sus discos favoritos a cambio de un falso 20 introducido por la ranura. Se sentamos a tomar el café y a lo lejos el jukebox emitió un gluglú y empezó a tocar Nosotros mientras doña Elena encendía el aparato de televisión, pero dejándolo sin sonido, como lo indicó llevándose un dedo a los labios. Veían pasar las imágenes mudas de un programa de tesoro escondido, en el que un solemne maestro de ceremonias guiaba a los cinco concursantes.
Elena sonreía, sentada junto a él hombre en la penumbra de esa sala de pisos de mármol y alcatraces de plástico, mas tarde empezó a hacer juegos de palabras con él mientras le acariciaba la mano.
Elena, acurrucada, dejó caer los zapatos sobre la alfombra y bostezó mientras doña Elena miraba, interrogante, aprovechada de la oscuridad, con esos ojos negros muy abiertos y rodeados de ojeras profundas. Cruzó una pierna y se arregló la falda sobre las rodillas. Desde la biblioteca llegaban los murmullos del bolero: "nosotros, que nos queremos tanto" y, quizás, algún gruñido del sopor digestivo de don José. Doña Elena dejó de mirar para fijar sus grandes ojos negros en los eucaliptos agitados detrás del ventanal.
Finalmente Elena le besó la nuca a aquel hombre y no pudo abrazarla por los rollos de proyectos que traía entre manos, pero aquel hombre se arranco en el auto con el aroma del higo en el cuello y la imagen de Elena con su camisa puesta, desabotonada y amarrada a la altura del ombligo y sus estrechos pantalones de torero y los pies descalzos, disponiéndose a... leer un poema o a pintar un cuadro. Pensó que pronto tendrían que salir juntos de viaje.
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