Características De Nuestra Espiritualidad Originaria
Enviado por vaneste • 9 de Diciembre de 2013 • 848 Palabras (4 Páginas) • 287 Visitas
Características de nuestra espiritualidad originaria
Según las fuentes de las ancianas sabias y de los ancianos sabios, nunca hubo en el Abya Yala ancestral la “libertad”. Nadie nos decíamos libres como en la sociedad occidental, sino todos vivíamos en complementación, lo que era mucho más que libertad.
Cuando el ser humano, sea de cualquier capa, clase, status social, dice que es libre, se separa de lo natural y cósmico, a la vez que se deshumaniza totalmente. Así, ya no es más humano, sino que ha llegado a ser una “cosa” humana, una “mercancía” humana, una “máquina” humana, un "objeto" humano, un esclavo el día de hoy.
Hace apenas 500 años, los pueblos comunitarios nos extendíamos desde los hielos de Alaska hasta los de la Tierra del Fuego (Abya Yala). Esta confederación de naciones, iguales por dentro y parecidas por fuera, resultó de una memoria de tradiciones, de una sabiduría cristalizada pacientemente a lo largo de muchos siglos de aprendizaje.
Durante este tiempo, todo lo que existe en la Tierra, en su interior, en su rostro o superficie, en su encima o atmósfera, la Tierra como parte del Cosmos, el Cosmos como parte de este Todo, que nuestros ancestros llamaron toda la Realidad, LA PACHA, todo esto se movía y se cambiaba en lo que llamamos el orden de La Unidad.
Vivíamos en unidad con la Naturaleza y el Cosmos. Todo lo que existe, reconocíamos y respetábamos como Es, unido cada cual a Todo. Los seres humanos no nos sentíamos, no nos pensábamos, no nos intuíamos, no nos imaginábamos, no nos soñábamos fuera de la realidad, sino que por el contrario nos apreciábamos parte de la realidad misma, de la pacha.
En el Tawantinsuyu nadie se sintió rey de la creación ni amo de plantas, animales, tierras, ni humanos. Como todos eran semejantes-diferentes, ninguno de los seres de la Pacha, ni el ser humano originario, podía considerarse como el centro de la realidad, ni mucho menos se extrañó a la realidad misma, sino que se consideró parte de una realidad viva. Fuera de las leyes cósmicas no podemos vivir. Obedecemos todos a las mismas leyes naturales que regulan la fecundidad, nacimiento y muerte.
Así, nuestras comunidades sienten en sí la suma infinita de contracciones y dilataciones de todos los astros, de aspiraciones y expiraciones de todas las plantas y animales, de sístoles y diástoles de todos los corazones, del dar y tomar de todas las cosas. Estos dos momentos con su oscilación mantienen la vida que conocemos. Ellos también existen como luz y sombra, calor y frío, verano e invierno, día y noche. Por eso, no es nuestra la oposición bien-mal, dios-satán, amor-odio. Nuestro padre, el Sol, no tiene su opuesto enemigo en la Luna, ni en la tierra, sino sus complementos. Sentimos la diferencia bien-menos bien, me gusta más-me gusta menos, ambos necesarios para la vida en uno u otro momento.
Cualquier cosa en
...