Carta a mis colegas maestros

15 de Febrero del 2018

Medellín, Antioquia

Cordial Saludo estimados colegas,

Me dispongo a escribirles esta carta con la intención de expresarles cuales son  mis mayores miedos como maestra en formación ahora que estoy próxima a graduarme. Debo confesar que escribir estas líneas me conllevo a reflexionar sobre todo aquello que he aprendido en mi proceso de formación y que  a mi parecer ha sido lo más valioso. Además, pongo a sus  disposiciones una serie de asuntos que debe constituirse como foco de interés común a nuestro quehacer docente, para que piensen  y reflexionen también sobre ellos, quizás coincidamos en algunos, quizás no; lo que importa aquí es que  establezcamos contacto por medio de la palabra y el discurso, que confrontemos nuestros puntos de vista, que dejemos visibilizar nuestros sentimientos, emociones y por supuesto, atendiendo a la idea expresada en un principio, nuestros temores.

Queridos(as) colegas, pensar en cuáles son mis mayores miedos como profesora me hizo también pensar en los retos de nuestra época actual, las necesidades, la realidad de un país que en lugar de resaltar los valores de la patria, refleja la injusticia del día a día. ¿Cómo podremos motivar a los estudiantes para que aprendan, cuando muchos de ellos no cuentan con las condiciones necesarias para hacerlo?, es aquí donde reside uno de mis tantos temores. Qué hacer entonces para que los estudiantes se interesen por la ciencia, para que le encuentren sentido al conocimiento, para que sean agentes transformadores de su propia realidad.  

Se plantean preguntas claras y contundentes a los maestros(as) tales como qué es la educación, para qué se educa, cómo, porqué, a quién va dirigido este proceso; la respuesta en cambio es relativa, ambigua porque depende del contexto, de los estudiantes y hasta de nosotros mismos(as) como maestros. Los invito a que nos detengamos un momento en esto último, y nos preguntemos ¿qué es lo que realmente vamos a ir hacer a la escuela y quienes vamos a ser? porque entre el decir y el hacer hay un largo camino que recorrer. Es importantísimo pensar en esto, personalmente confieso que otro de mis mayores miedos es ser la maestra que no quiero ser, por cuestiones de falta de tiempo, no quiero dejar de lado lo que verdaderamente implica educar. Porque educar, entonces es algo de lo de enseñar pero más allá de los contenidos y más cerca de las experiencias compartidas y los aprendizajes para la vida.

Se educa entonces para ayudar al otro a descubrirse como sujeto -como un sujeto en construcción e incluso en  reconstrucción, pero a la vez que uno hace el intento de educar deja entrever sus propios sentimientos, sus modos de concebir el mundo, sus creencias, sus propias construcciones como sujetos, sus experiencias, sus metas, en resumen su subjetividad, lo que entra muchas veces en oposición con el otro, irrumpiendo de este modo el cómo queremos educar. Y aunque este es uno de mis miedos, puedo decir también que una de las mejores cosas de ser educador es interactuar con los otros, escucharlos, hablarles, compartir y diferir diversos puntos de vista permitiendo así que la diferencia entre un sujeto y otros resulte significativa y constituyente, aprender con el otro. Reflexionemos por lo tanto en aquello que verdaderamente debemos trabajar con los estudiantes. En esa medida, considero que educar es tratar de que los conocimientos que compartamos con los otros se funde en una actitud reflexiva, crítica, en una actitud de escucha permanente con el otro, en una actitud de permanente  aprendizaje con la vida y en constante curiosidad con la misma.

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