Conversaciones Con Dios
Enviado por doster0722 • 27 de Octubre de 2012 • 805 Palabras (4 Páginas) • 463 Visitas
En la primavera de 1.992 - recuerdo que fue por Pascua -, un fenómeno extraordinario ocurrió en mi vida. Dios empezó a hablar con usted. A través mío.
Me explicaré.
En aquella época era muy infeliz, personal, profesional y emocionalmente, sentía que mi vida era un fracaso a todos los niveles. Dado que, desde hacía años, había adquirido el hábito de escribir mis pensamientos en forma de cartas (que normalmente nunca enviaba), cogí mi fiel cuaderno de papel amarillo tamaño folio, y empecé a volcar mis sentimientos.
Esa vez, en lugar de escribir otra carta a otra persona de la que yo imaginaba ser una víctima, pensé que iría directamente a la fuente; directamente al mayor “victimizador” de todos. Decidí escribir una carta a Dios.
Fue una carta rencorosa, apasionada, llena de confusiones, deformaciones y condenas. Y un montón de enojosas preguntas.
¿Por qué mi vida no funcionaba? ¿Qué haría que llegara a funcionar? ¿Por qué no lograba ser feliz en mis relaciones? ¿Siempre iba a escapárseme la experiencia de disponer de suficiente dinero? Finalmente - y sobre todo - ¿qué había hecho yo para merecer una vida de continua lucha como la que tenía?
Para mi sorpresa, cuando hube acabado de garabatear toda mi amargura, mis preguntas sin respuesta, y me disponía a dejar la pluma, mi mano se quedó suspendida sobre el papel, como si la sostuviera una fuerza invisible. De repente, la pluma empezó a moverse por sí misma. No sabía en absoluto lo que estaba a punto de escribir, pero parecía que iba a acudir a una idea, de modo que decidí dejarme llevar. Y lo que salió fue:
¿Realmente deseas una respuesta a todas esas preguntas, o simplemente te estás desahogando?
Parpadeé... y entonces surgió una respuesta en mi mente. La escribí también:
“Las dos cosas. Es verdad que me estoy desahogando; pero, si esas preguntas tienen respuesta, ¡tan cierto es que quiero oírlas como que hay infierno!”
Muchas cosas son ciertas... “como que hay infierno”. Pero ¿no sería más agradable que lo fueran “como que hay Cielo”?
Y escribí:
“¿Qué se supone que significa eso?”
Sin que yo lo supiera, había empezado una conversación... y, más que escribir por mi cuenta, estaba escribiendo al dictado.
Este dictado duró tres años, y durante ese tiempo no tenía la menor idea de cómo acabaría. Las respuestas a las preguntas que yo expresaba en el papel no me llegaban hasta que no terminaba de escribir completamente cada pregunta y apartaba mis propios pensamientos. A menudo las respuestas me llegaban más de prisa de lo que podía escribir; entonces tenía que garabatear rápidamente para no quedarme atrás.
Cuando me sentía confuso, o desaparecía la sensación de que las palabras me llegaban de otra parte, dejaba la pluma e interrumpía el diálogo hasta
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