Crisis de justicia
Enviado por Lauralau05 • 11 de Mayo de 2015 • Trabajo • 1.661 Palabras (7 Páginas) • 142 Visitas
Introducción
La justicia se ocupa en sí del apropiado ordenamiento de las cosas y personas dentro de una sociedad. Como concepto ha sido objeto de reflexión filosófica, legal, y teológica y de debate a través de nuestra historia. Un número de cuestiones importantes acerca de la justicia han sido ferozmente debatidas a través de la historia occidental: ¿Qué es justicia? ¿Qué demanda de los individuos y sociedades? ¿Cuál es la distribución apropiada de riqueza y recursos en la sociedad?: ¿igualdad, meritocracia, de acuerdo al estatus, o alguna otra posibilidad? Hay muchas respuestas posibles a estas preguntas de diversas perspectivas en el espectro político y filosófico. De acuerdo a muchas teorías de justicia, es de suma importancia: John Rawls, en particular, clama que «La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, así como la verdad es a los sistemas del pensamiento». La justicia puede ser pensada como distinta de y más fundamental que la benevolencia, la caridad, misericordia, generosidad o la compasión. La justicia ha sido tradicionalmente asociada con conceptos de fe, reencarnación o divina providencia, es decir, con una vida de acuerdo al plan cósmico. La asociación de justicia con la equidad ha sido histórica y culturalmente rara y tal vez es una innovación moderna.Un estudio en la UCLA en el 2008 ha indicado que las reacciones a la igualdad están «cableadas» en el cerebro y que, «la igualdad está activando la misma parte del cerebro que responde a la comida en las ratas... Esto es congruente con la noción de que el ser tratados de manera igualitaria satisface una necesidad básica». Una investigación conducida durante el 2003 en Emory University, Georgia, que involucra a monos capuchinos demostró que otros animales cooperativos también poseen tal sentido y que «la aversión a la inequidad tal vez no sea únicamente humana». indicando que las ideas sobre igualdad y justicia puedan ser instintivas en naturaleza y en la sociedad.En el lenguaje común, el término justicia arrastra consigo la intuición de que «las personas deben recibir el trato que se merecen» y, en este sentido, conserva aún todo su vigor la definición de Ulpiano: «Dar a cada uno lo suyo». Desde el punto de vista individual, según Aranguren, la virtud de la justicia es el hábito consistente en la voluntad de dar a cada uno lo suyo
Desarrollo
Crisis de justicia
Es indudable que la justicia penal atraviesa en nuestros días, en la mayoría de los países, una crisis extremadamente grave; aparece a los ojos de todos lo arcaico de multitud de artículos en los respectivos códigos penales y, en las leyes de enjuiciamiento criminal; la enorme duración de los procedimientos penales y de las prisiones preventivas; la superpoblación de los establecimientos penitenciarios; el elevado número de delitos que quedan impunes y el nacimiento y la difusión incontrolada de nuevas formas de criminalidad. Y si de la consideración de los graves males estructurales de gran parte de los ordenamientos penales y penitenciarios pasamos a una reflexión todavía más general y nos preguntamos acerca del sentido de las penas que infligen los tribunales, se contempla un cuadro todavía más desolador. Se habla y se prevé teóricamente que una -si no la principal- de las finalidades específicas de las condenas penales es la reeducación del condenado; pero la realidad concreta no responde a aquel fin, a no ser con la hipócrita dimensión ideológica, siempre presente en las continuas declaraciones de políticos y gobernantes. De hecho, el mundo de la justicia penal forma un mundo separado; quizá menos violento de lo descrito, pero de ordinario carente de un sentido unitario dentro del sentido global que debería regir a todo el conjunto del ordenamiento jurídico. Parece como si se hubiera perdido no sólo la respuesta, sino el sentido mismo de la pregunta que todos se plantean cuando reflexionan seriamente acerca de la realidad de los castigos penales. Limitarse a destacar las carencias organizativas y de recursos en la crisis de la justicia penal que atraviesan tantos países, conducirá a muchos observadores a valorarla reductivamente como grave crisis, por supuesto, pero superable a través de una oportuna, aunque ardua, política de reforma. Obviamente, no se discute la oportunidad, ni tampoco la urgencia absoluta, de reformas radicales de los sistemas penales diseminados por el mundo; basta avanzar la hipótesis de que la crisis a la que nos referimos -y de la que sólo nos fijamos habitualmente en los aspectos más llamativos, como algunos de los referidos y que son, sin embargo, los más externos- es mucho más radical y no puede solucionarse tan sólo con maniobras estrictamente pragmático-organizativas. Lo demuestra el hecho de que la crisis de la justicia penal es una crisis de época que toca de cerca casi a todos los ordenamientos contemporáneos y que, a veces, parece ser no la consecuencia, sino la causa de las trágicas disfunciones institucionales aludidas. Si la "pena" está en crisis, depende esencialmente de la dificultad que encuentra el hombre contemporáneo -ese hombre que, como justamente se ha observado, ha hecho del repudio al sufrimiento el rasgo característico de su ética- para continuar dando al "castigo" su significado propio, que es, ni más
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