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Cuaderno De Valores


Enviado por   •  27 de Marzo de 2012  •  442 Palabras (2 Páginas)  •  573 Visitas

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ie rra trá g a me

( por Pedro Pablo Sacristán )

Dicen que una vez alguien confundió sus colorados mofletes con dos

tomates, y que al ir a arrancarlos, se quemó la mano. Y es que no era para

menos, porque Álvaro era el niño con más vergüenza y miedo al ridículo

que uno pueda imaginarse; bastaba con que ocurriera cualquier pequeña

contrariedad para que se pusiera rojo como una guindilla. Así que el día

que le ocurrió algo ridículo de verdad, parecía que iba a estallar de

vergüenza.

Álvaro estaba con su amigo Jaime preparando la obra de teatro de "Los

tres cerditos", en la que Jaime participaba. Estuvieron jugando un rato

hasta que Álvaro recordó que había invitado esa tarde a Dora, la niña más

dulce, guapa y lista de la clase, a merendar a su casa, así que salió

corriendo hacia el patio, donde encontró a Dora, y le dijo:

- ¿Qué, vamos a mi casa? puedo darte un bocata de chorizo...

Y justo cuando estaba acabando la frase se dió cuenta de que había

olvidado quitarse la careta y el disfraz de cerdito! Dora quedó petrificada,

todos a su alrededor comenzaron a reir, y el pobre Álvaro, incapaz de

reaccionar, sólo pensó: ¡tierra, trágame!

Al instante, desapareció bajo la tierra y se encontró en un lugar increíble:

¡allí estaban todos los que alguna vez habían deseado que les tragara la

tierra! y no era raro , porque casi todos tenían un aspecto

verdaderamente ridículo y divertido. Así conoció al atleta que empezó a

correr en dirección contraria y creyó haber ganado por mucho, a la

señorita calva que perdió la peluca en un estornudo o a la novia que se

pisó el vestido y acabó rodando como una albóndiga. Pronto se enteró de

que la única forma de escapar de aquel lugar era a través de la risa, pero

no de una risa cualquiera: tenía que aprender a reirse de sí mismo. Y era

difícil, porque algunos llevaban años allí encerrados, negándose a

encontrar divertidos sus momentos de mayor ridículo; pero Álvaro se

superó y supo encontrar en aquellos momentos de tanta vergüenza una

forma de hacer reír a los demás y darles un poco de alegría. Y cuando se

vio a sí mismo con la careta de cerdo, hablando de chorizo con Dora, no

pudo dejar de reírse de la situación.

Al momento volvió a estar en el colegio, delante de Dora, justo donde

había dejado su frase. Pero esta vez, lejos de ponerse colorado sin saber

qué decir, sonrió, se quitó la careta y meneando su traserito de cerdo dijo:

- Venga anímate, que ¡hoy tengo buenos jamones!

Dora y todos los demás encontraron divertidísima la broma, y desde aquel

día, Álvaro se convirtió en uno de

...

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