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DE LA TIERRA LA LUNA (JULIO VERNE)

ikardopa20 de Noviembre de 2013

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN

U.E. “MIGUEL ANGEL ORTEGA”

CATEDRA: CASTELLANO

GRADO: 4to AÑO. SECCIÓN: “B”

INTEGRANTES:

WANDA BRACHO

ENDRINA SANCHEZ

DAYERLIN PARRA

LUIS MUÑOZ

La Cañada de Urdaneta, noviembre de 2013.

Introducción

Les voy a hablar de este magnífico libro llamado “De La Tierra a La Luna”. Uno de los más importantes libros de uno de los mejores autores de ciencia ficción: Julio Verne.

Unos científicos han sugerido que "los agujeros negros", los pequeños y ultradensos restos de estrellas cuya fuerza de atracción es tan poderosa que ni siquiera la luz podría escapar de ella, pueden ser Salidas del universo a otros mundos.

Esta, una obra clave en la bibliografía de Julio Verne, introduce al lector en el mundo de la pasión y la admiración por la ciencia.

Es una de sus novelas más conocidas y también es un ejemplo de la fantasía y conocimientos que convirtieron a Verne en el fundador de una ciencia-ficción que la realidad se encargó de confirmar en gran parte, Ya que Julio Verne era un hombre muy inteligente y muy ingenioso. Y por supuesto sumamente adelantado para su época.

DE LA TIERRA A LA LUNA (JULIO VERNES)

LOS AGUJEROS NEGROS

Algunos científicos han sugerido que "los agujeros negros", los pequeños y ultradensos restos de estrellas cuya fuerza de atracción es tan poderosa que ni siquiera la luz podría escapar de ella, pueden ser Salidas del universo a otros mundos. Según una teoría, una nave que entrase en un agujero negro rotativo aparecería a través de un "agujero blanco" en un lugar muy distante en el espacio, tal vez en un universo jamás imaginado.

La foto superior muestra a la nave Galáctica que ha hecho un viaje así y se la ve aproximándose a una terminal espacial en un lejano lugar de la galaxia.

Antecedentes

EL FUTURO Y LOS UNIVERSOS DESCONOCIDOS

Los seres humanos, en su afán por romper las barreras que los ligan a un espacio y a un tiempo, se han valido de la ciencia. Pero a ésta le han añadido la ficción para hacer posibles otros mundos, otros seres, otros tiempos, otros paisajes. Así nace la novela de ciencia-ficción. Ésta narra, a partir de hipótesis supuestamente racionales, acontecimientos fantásticos, extraordinarios, basados en la predicción de la sociedad del futuro, en los posibles efectos del progreso científico y técnico.

El francés Julio Veme, con obras como Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, y el inglés Herbert G. Wells, en obras como La máquina del tiempo, El hombre invisible, La guerra de los mundos, son los novelistas considerados como padres de esta temática, cuyas raíces pueden encontrarse en los relatos mitológicos grecolatinos en las leyendas medievales y en las novelas de caballería. AI lado de los dos autores mencionados están el inglés Huxley (Un mundo feliz) y los estadounidenses Isaac Asimov (Fundación), Ray Bradbury (Crónicas marcianas, Fahrenheit 45Í), entre otros.

La ciencia ficción nos habla de viajes tripulados a Otras galaxias donde la acción suele transcurrir en el espacio exterior a la Tierra y en relación con seres extraterrestres.

LA NOVELA DE CIENCIA-FICCIÓN EN EL CINA

La novela y el cine son dos manifestaciones artísticas que siempre han bebido de las mismas fuentes: las pasiones humanas.

Esta relación entre la novela de ciencia-ficción y el cine se inicia en 1902 cuando el francés George Méliés asombra con la adaptación del clásico de Julio Verne: De la Tierra a la Luna. A partir de ese entonces vamos a encontrar, entre otros, a George Lucas (La guerra de las galaxias), Stanley Kubrick (Ojos bien cerrados), y a Steven Spielberg (E.T), quien rodó en el año 2000 Inteligencia Artificial.

Inteligencia Artificial, un antiguo proyecto de Kubrick, y cuya muerte, el 7 de marzo de 1999, le impidió realizarla. Así que Spielberg, el hombre que le devolvió la vida a los dinosaurios en Parque Jurásico, es el nuevo encargado de llevar a la pantalla la última película de ciencia-ficción de Kubrick. El 10 de julio de 2000, A. L. (abreviatura de Inteligencia Artificial) comenzó su rodaje en el corazón del barrio japonés de Los Ángeles. Hasta ahora lo que se sabe del argumento de la película es que "Los polos de la Tierra se han derretido. Nueva York se encuentra bajo el agua y el héroe de la película es un niño robot".

LOS PIONEROS DEL ESPACIO

Muchos años antes de la era espacial, los hombres habían trazado planos de cohetes que transportaban hombres.

En 1881, Nikolai Kibalchich, un ruso condenado a muerte por el Zar, bosquejó un proyecto de plataforma volante propulsada por cartuchos de pólvora que alimentaban la cámara del cohete. Ésta podía girar sobre un eje para dirigirlo.

La misma idea de dirección se utiliza hoy en cohetes como el Ariadne.

CAPÍTULO I

EL 'CLUB DEL CAÑÓN"

Durante la guerra federal de los Estados Unidos de América, se fundó en

Baltimore un nuevo club, que no tardó en tener gran influencia. Tenderos y traficantes abandonaron sus comercios y mostradores para convertirse en capitanes, coroneles y hasta generales, ganaron batallas y lograron victorias a fuerza de balas, millones y hombres.

Si como lácticos no alcanzaron los americanos la altura de los europeos, en cambio les sacaron ventaja en la ciencia de la balística porque les dieron a sus armas calibres enormes logrando, en consecuencia, mayor alcance para sus balas. Era, pues, natural que apliasen a la ciencia de la balística su audacia característica y así se explican aquellos cañones gigantescos. […].

Ahora bien, cuando un americano tiene algo entre ceja y ceja pronto encuentra otro americano que le secunda; en cuanto comulgan tres en una idea, nombran un presidente y dos secretarios; Y si ganan un partidario más, convocan a una junta general y queda definitivamente formada la compañía.

Esto fue lo que ocurrió en Baltimore: el primero que ideó un nuevo tipo de cañón se asoció con el primero que lo fundió y con el que lo taladró y de esta asociación nació el poderoso "Club del Cañón". Al mes de su fundación ya tenía 1833 socios y 30555 corresponsales. […].

No es difícil imaginarse las consecuencias derivadas del funcionamiento de una Sociedad como el "Club del Cañón", dada la inventiva de los americanos. Las máquinas de guerra adquirían proporciones jamás soñadas y sus efectos eran mortíferos. Sus socios, valientes a toda prueba, no se limitaron a la teoría, sino que pagaron su tributo en la práctica.

Pero llegó un día... ¡triste día en que los dos bandos firmaron la paz! Los cañones pararon de tronar y se callaron los morteros; las máquinas de guerra volvieron a los parques y el "Cañón Club" cayó en una ociosidad lamentable; el tiempo y sus socios, tan animados y ruidosos en otros tiempos, hacían la siesta soñando con su pasado artillería. […].

Tal era el estado de los ánimos. Lo exasperación iba en aumento y el "Club del Cañón" atravesaba una crisis que muy bien podía ocasionar su próxima disolución, cuando pasó un suceso inesperado que evitó la catástrofe. Un día, todos los socios recibieron una carta escrita en los siguientes términos:

"Baltimore, 3 de octubre.

El presidente del "Club del Cañón" tiene el honor de poner en conocimiento de sus colegas que en la sesión del día 5 de este mes someterá a su aprobación un asunto de la mayor importancia. En consecuencia les ruega que, dejando sus ocupaciones, asistan a la cita que les da.

Su afectísimo colega, Impey Barbicane., P.G.C.".

CAPÍTULO II

A LA CONQUISTA DE LA LUNA

El 5 de octubre, a las ocho de la noche, una gran multitud se encontraba en los amplios salones del "Club del Cañón". Ni uno solo de los socios residentes en Baltimore había dejado de ir a la cita convocada por el presidente.

En cuanto a los socios que vivían en otros estados, los trenes que llegaban a la ciudad los traían por centenares y tuvieron que repartirse por pasillos, corredores y hasta por los patíos exteriores, a cuyas puertas se agolpaba el pueblo, todos arrastrados por las ganas de enterarse de la importante comunicación anunciada por el presidente Barbicano.

Era Impey Barbicane un hombre de cuarenta años, calmoso, frío, de carácter muy formal, exacto como un cronómetro, de temperamento inflexible y dispuesto en todo momento a llevar a la práctica las empresas más temerarias. Había reunido una gran fortuna comerciando en maderas. Nombrado director de artillería durante la guerra, había dado pruebas brillantes de su fecunda inventiva y contribuido a los progresos del armamento.

[...] Al sonar los ocho estampidos en el reloj-fusil del salón, Barbicano se puso bruscamente en pie, como empujado por un potente resorte.

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