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DERECHOS HUMANOS RACIONALIDAD YSENTIMENTALISMO. Richard Rorty


Enviado por   •  15 de Enero de 2012  •  8.577 Palabras (35 Páginas)  •  891 Visitas

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A finales del año pasado, David Rieff escribió: “Para los serbios, los musulmanes ya no son seres humanos... estando unos prisioneros musulmanes acostados en filas en el suelo en espera de sus interrogatorios, un guardián serbio condujo su furgoneta sobre sus cuerpos”. Rieff vuelve luego a este tema de la deshumanización: A un musulmán de Bosansi Petrovac... lo obligaron a cercenar a detelladas el pene de un compañero musulmán... Si uno afirma que cierto hombre no es un ser humano sino que sólo se parece a uno, y que la única manera de reconocer que es un diablo consiste en obligarlo a bajar sus pantalones -los musulmanes son circuncisos y los serbios no- probablemente no hay más que un corto trecho, psicológicamente, hasta cortarle la verga... Nunca ha habido una campaña de limpieza étnica de la que el sadismo sexual haya estado ausente. La moraleja que podemos deducir de las historias de Rieff es que los asesinos y violadores serbios no piensan que violan los derechos humanos. Pues no cometen estas acciones contra otros seres humanos sino contra musulmanes. No son inhumanos, sino que discriminan entre los verdaderos humanos y los seudo-humanos. Hacen el mismo tipo de distinción que hacían los cruzados cuando distinguían entre los humanos y los perros infieles, y que hacen los musulmanes negros entre los humanos y los diablos de ojos azules. El fundador de la Universidad, donde ahora enseño, era capaz de poseer esclavos y, al mismo tiempo, creer que era evidente que el creador había otorgado ciertos derechos inalienables a todos los hombres. Sucedía así porque se había convencido de que la conciencia de los negros, como la de los animales, “participaba más de la sensación que de la reflexión”. Como los serbios, Thomas Jefferson no pensaba que violaba los derechos humanos.

Los serbios se imaginan que actúan a favor de los intereses de la verdadera humanidad al purificar el mundo de la seudo-humanidad. A este respecto, su imagen de sí se parece a la de los filósofos morales quienes esperan limpiar al mundo del prejuicio y de la superstición. Esta limpieza nos permitirá superar nuestra animalidad, volviéndonos por primera vez enteramente racionales y así enteramente humanos. Todos: los serbios, así como los moralistas, Jefferson y los musulmanes negros, emplean el término hombres para significar gente como nosotros. Todos creen que la línea divisoria entre los humanos y los animales no es simplemente la línea entre los bípedos sin plumas y todos los demás. Antes bien, esta línea separa algunos bípedos sin plumas y todos los demás. Antes bien, esta línea separa algunos bípedos sin plumas de otros: hay algunos animales que sepa sean bajo forma humanoide. Nosotros, y los que se parecen a nosotros, somos casos paradigmáticos de humanidad, pero aquellos que son demasiado diferentes de nosotros en su comportamiento o sus costumbres son, a lo sumo, casos limítrofes. Como lo dice Clifford Geertz en La interpretación de las culturas: “Las aseveraciones más importunas de los hombres respecto a su humanidad adoptan los acentos de un orgullo grupal”.

Nosotros, los de las democracias ricas y seguras, sentimos hacia los torturadores y violadores serbios lo que éstos sienten hacia sus víctimas musulmanas: se parecen más a animales que a nosotros. Pero no hacemos nada para ayudar a las mujeres musulmanas que están siendo violadas por pandillas ni a los hombres musulmanes que están siendo castrados, como tampoco hicimos nada en los años treinta cuando los nazis se divertían torturando a los judíos. Aquí en los países seguros terminamos por insinuar que “Así escomo las cosas siempre han sido en los Balcanes”, lo cual sugiere que, a diferencia de nosotros, esas gentes están acostumbradas a ser violadas y castradas. El desdén que experimentamos por los perdedores judíos en los años treinta, musulmanes en la actualidad- combina con la repugnancia ante el comportamiento de los triunfadores para producir la actitud semiconsciente de: “¡Mala peste a vuestras dos familias!”. Pensamos que los serbios o los nazis son animales porque los voraces predadores son animales. Pensamos que los musulmanes o los judíos que son llevados en rebaños como ganado son animales porque los rebaños de ganado son animales. Ninguno de los dos tipos de animales se parece mucho a nosotros, y no parece valer la pena que los seres humanos se involucren en riñas entre animales. La distinción humano/animal, sin embargo, es sólo uno de los tres modos principales en los cuales, nosotros, los humanos paradigmáticos, nos distinguimos de los casos limítrofes. Un segundo modo consiste en la invocación de la distinción entre adultos y niños. Las personas ignorantes y supersticiosas, decimos, son como los niños; alcanzarán la verdadera humanidad sólo si son criadas de acuerdo con una educación apropiada. Si parecen incapaces de tal crianza, eso demuestra que no pertenecen realmente al mismo tipo de ser que nosotros, las personas educables. Los negros, solían decir los blancos de los Estados Unidos y de África del Sur, son como los niños; por eso es apropiado llamara un negro, cualquiera que sea su edad, “chico”. Las mujeres, solían decir los hombres, son perpetuamente infantiles; por eso no conviene gastar dinero en su educación y sí conviene negarles el acceso al poder.

Pero, con respecto a las mujeres, hay maneras más sencillas de excluirlas de la verdadera humanidad: por ejemplo, emplear la expresión el hombre como sinónimo de ser humano. Como lo han señalado las feministas, tales usos refuerzan, en el hombre promedio, su felicidad por no haber nacido mujer, así como su temor ante la peor de las degradaciones: la feminización. El grado y profundidad de este temor es manifestado por el tipo particular de sadismo sexual que Rieff describe. Su anotación de que semejante sadismo nunca está ausente de los intentos de purificar la especie o de limpiar el territorio confirma la afirmación de Catherine MacKinnon de que, para la mayoría de los hombres, ser mujer no cuenta como una de las maneras der ser humano. El no ser varón es el tercer modo de no ser humano. Hay varios modos de no ser varón. Uno consiste en haber nacido sin pene; otro es el de haber perdido el pene cercenado o a dentelladas; un tercero consiste en haber sido penetrado por un pene. Muchos hombres que han sido violados están convencidos de que han sido despojados de su virilidad, y por consiguiente, de su humanidad. Igual ocurre a los racistas que descubren sus propios ancestros negros o judíos, pueden suicidarse de la pura vergüenza, vergüenza de no pertenecer ya al único tipo de bípedo sin plumas que cuenta como humano. Los filósofos han tratado de ordenar este enredo al hacer manifiesto lo que todos los bípedos sin plumas, y sólo ellos, poseen en común, y de este modo explicar lo que le es esencial al ser humano.

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