Doce Cuentos
Enviado por vivi9324 • 29 de Septiembre de 2013 • Ensayo • 397 Palabras (2 Páginas) • 253 Visitas
jfddkfjafhGABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
DOCE CUENTOS
PEREGRINOS
SUDAMERICANA
BUENOS AIRES
PRÓLOGO
PORQUÉ DOCE,
PORQUÉ CUENTOS
Y PORQUÉ PEREGRINOS
Los doce cuentos de este libro fueron escritos en el curso de los últimos dieciocho años.
Antes de su forma actual, cinco de ellos fueron notas periodísticas y guiones de cine, y
uno fue un serial de televisión. Otro lo conté hace quince años en una entrevista
grabada, y el amigo a quien se lo conté lo transcribió y lo publicó, y ahora lo he vuelto a
escribir a partir de esa versión. Ha sido una rara experiencia creativa que merece ser
explicada, aunque sea para que los niños que quieren ser escritores cuando sean grandes
sepan desde ahora qué insaciable y abrasivo es el vicio de escribir.
La primera idea se me ocurrió a principios de la década de los setenta, a propósito de un
sueño esclarecedor que tuve después de cinco años de vivir en Barcelona. Soñé que
asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto
solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo
más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis
amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde
hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté
acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí
se había acabado la fiesta. «Eres el único que no puede irse», me dijo. Sólo entonces
comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos.
No sé por qué, aquel sueño ejemplar lo interpreté como una toma de conciencia de mi
identidad, y pensé que era un buen punto de partida para escribir sobre las cosas
extrañas que les suceden a los latinoamericanos en Europa. Fue un hallazgo alentador,
pues había terminado poco antes El Otoño del Patriarca, que fue mi trabajo más arduo y
azaroso, y no encontraba por dónde seguir.
Durante unos dos años tomé notas de los temas que se me iban ocurriendo sin decidir
todavía qué hacer con ellos. Como no tenía en casa una libreta de apuntes la noche en
que resolví empezar, mis hijos me prestaron un cuaderno de escuela. Ellos mismos lo
llevaban en sus morrales de libros en nuestros viajes frecuentes por temor de que se
perdiera. Llegué a tener sesenta y cuatro temas anotados con tantos pormenores, que
sólo me faltaba escribirlos.
Fue en México, a mi regreso de Barcelona, en 1974, dondeyg qqwtwttwffdtf uqqqwubdc
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