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Durante el último año, se ha dado mucha atención a las causas y las consecuencias de la crisis financiera mundial.


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2016  •  Tarea  •  991 Palabras (4 Páginas)  •  162 Visitas

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UNIVERSIDAD AMERICANA DE PANAMÁ

SEDE DE LOS PUEBLOS

LICENCIATURA EN ______________________________________________

TALLER SUMATIVO DE MÉTODO DE ESTUDIO

COMPRENSIÓN LECTORA

INTEGRANTES:                                                                 

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______________________________                                        FECHA: 24/10/16

INDICACIONES GENERALES:

  • Lea detenidamente el texto
  • Conteste la preguntas que aparecen al finalizar el texto

TEXTO

Durante el último año, se ha dado mucha atención a las causas y las consecuencias de la crisis financiera mundial. No hay duda alguna acerca del sentido de urgencia que existe en lo que respecta a las discusiones sobre una nueva arquitectura financiera, mejores sistemas bancarios y vigilancia y análisis de riesgos mejorados. Todos estos son vitalmente importantes, y la cooperación en buscar respuestas comunes debe continuar.

Pero existe otra crisis a la que se ha prestado muy poca atención: la crisis humana. Cientos de millones de personas están en peligro de ser arrojadas nuevamente a la pobreza en los países gravemente afectados por disturbios económicos. Décadas de progreso social están en la balanza. Es una crisis que afecta a los niños al forzarlos a abandonar la escuela para trabajar en condiciones arduas y frecuentemente peligrosas. Es una situación que hace que millones de personas se queden sin trabajo y que desgarra la unión y seguridad de la vida social. Es una crisis de la que hemos oído muy poco. Esta crisis debe atenderse. Hay mucho que hacer, pero todas las estrategias tienen que empezar con el compromiso de crear economías y sociedades que sean abiertas, transparentes y, por último, responsables. Esto significa comprometernos a combatir el cáncer de la corrupción. No importa cuanta inversión y comercio fluyan en un país, y no importa cuan rápidamente crezca la economía, la estabilidad económica no puede arraigarse en un entorno subvertido por gestiones ilegales. Ya sea que se trate de padrinazgo entre las grandes compañías y los funcionarios del gobierno que toman las decisiones o de soborno a bajo nivel de empleados de aduana o jueces, la corrupción socava el imperio de la ley, estrangula el crecimiento económico y perjudica más gravemente a los pobres.

Por muchos años, se creyó que el soborno y otras formas de corrupción eran herramientas eficaces y hasta necesarias para realizar negocios en los países en vías de desarrollo. Al engrasar las manos apropiadas, se pensaba que las firmas lograban obtener una ventaja competitiva. No es así. Estudios realizados por el Banco Mundial y otros muestran que lejos de lubricar la actividad comercial, el soborno en realidad incentiva el crecimiento de reglamentaciones excesivas y discrecionarias. En pocas palabras, el soborno se alimenta de sí mismo, al producir capas y más capas de burocracia ansiosa de participar en la maniobra. La verdad es que en las naciones en que se reconoce que la corrupción es grande, las firmas pasan más tiempo con burócratas y funcionarios públicos negociando sobre licencias, permisos e impuestos. Las pruebas también revelan que los países con niveles de corrupción notoriamente altos arriesgan quedar marginados en un mundo de rápida integración económica. Esto es tanto más aparente hoy. Muchos de los retos que enfrentamos hoy se deben, en parte, al padrinazgo, a requerimientos superficiales de divulgación y a un mantenimiento obscuro de los registros. Los mercados abiertos no pueden funcionar a puertas cerradas. Tanto las corrientes de capital privado como la ayuda oficial para el desarrollo son cada vez más exigentes con respecto al desempeño normativo y la integridad institucional. Los inversionistas tienen hoy demasiadas opciones, y están en mejores condiciones de mover su dinero a donde los riesgos de la corrupción son menos pronunciados.  También los donadores oficiales, con presupuestos encogidos para la ayuda, han fijado un límite. El público bien informado y las cautelosas agencias de socorro e instituciones de fomento, procuran que sus inversiones en ayuda redunden en beneficios -en forma de reducción de la pobreza y desarrollo social- con el mismo rigor que los inversionistas privados procuran dividendos financieros. Uno de los mayores peligros futuros para la ayuda radica en la percepción que existe en las patrias donadores de que la corrupción en los países beneficiarios resulte en que su ayuda se pierda en un pozo negro. Una vez más, son los necesitados los que sufren.

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