EL RECUERDO DEL HUACON PERDIDO

EL RECUERDO PERDIDO DEL HUACÓN

En la madrugada de ese día, el joven salió vestido con las ojotas, las medias largas, los guantes de lana, la bayeta blanca, el pañuelo (cubriéndole la cabeza), la capa (jerga), el látigo de cuero de res y el sobrero con la cinta roja. Se había escapado de su casa sin que nadie se haya dado cuenta y llevaba en la mano, escondido tras un pañuelo blanco, la careta de madera que en algún momento, con mucho recelo guardaba su abuelo.

Le esperaba, al pie del monte, tres vestidos como él pero con careta puesta. Empezaron a subir hablando en quechua, chacchando la coca y bebiendo licor preparado con hierbas especiales. Llegando a la cima le pidieron que agarre un aguilucho de pico rojo que trajo en instantes. Uno de ellos lo cargó, dejando al ave a un costado, alistaron los látigos y le dieron, uno cada uno con todas sus fuerzas. El discípulo no escapó como otros y aguanto el dolor se arrodilló por una orden. Cogieron al animal, le hicieron tomar un bocado de la bebida y pronunciando palabras perdidas los degollaron. Se volvieron al arrodillado y continuaron con su discurso mítico le derramaron sobre su rostro la sangre del sacrificio, bautizándolo para siempre. Solo entonces, después de tantos años de haber visto a escondidas la máscara bendita, esperar, esperar cautelosamente la edad permitida y haber convencido al Huacón que era su padrino, Huaca Rashka había nacido con la luz del alba un primero de enero, para continuar con la tradición

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