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ESCUELA TRADICIONAL Y ESCUELA NUEVA CARA A CARA


Enviado por   •  27 de Abril de 2015  •  1.627 Palabras (7 Páginas)  •  625 Visitas

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ESCUELA TRADICIONAL Y ESCUELA NUEVA

CARA A CARA

Primeramente vale la pena observar que, aunque desacreditada, la pedagogía tradicional sigue siendo la más practicada. A veces influida por la clase llamada “activa”, todavía es la base de la enseñanza en Francia. Podríamos preguntarnos legítimamente cómo es posible que se practique lo que, por otra parte, se critica. No podemos responder a esto exhaustivamente, quizá se trata de una especie de inercia de los modelos de enseñanza, debida, en sí misma, a la ausencia de una formación verdadera de los enseñantes, los cuales, desde sus primeras clases, se aferran en cierto modo a las prácticas pedagógicas, que fueron las de sus maestros. De esta forma se instalan y se transmiten la rutina, la ceguera psicológica, la indiferencia a los problemas reales planteados por el acto pedagógico.

Sea como fuese, la pedagogía tradicional lo es en un doble aspecto. En primer lugar ella proviene de la tradición, es decir, del pasado grecorromano y de la Edad Media. Además, su finalidad es estrechamente adaptativa: la hipótesis es que, siendo lo que es la sociedad, conviene fabricar niños, que al llegar a adultos, se adapten inmediatamente a esta sociedad. También se trata de transmitir alguna cosa de todo hecho, de lo preestablecido, un conjunto de conocimientos, de modelos, de valores, de costumbres, que, por supuesto, volverá al individuo de acuerdo con el ambiente, y, por tanto, a la vez dichoso y adaptado.

El método del maestro está, por esta razón, enteramente comprendido en la idea de centración en el programa; puesto que es preciso “inculcar”, es decir, otorgar el saber, el maestro se aferra a “hacer pasar” la suma representada por el programa al espíritu del alumno. Coercitivo, expositivo, didáctico, el método “centrado sobre el programa” utiliza toda clase de técnicas muy conocidas: curso didáctico, recitación de las lecciones, etc. El maestro se preocupa, al hacer esto, más de la transmisión como tal que del significado que puede tener, o no puede tener, el saber del alumno. Por otra parte al considerar al alumno como un objeto pasivo, tiene tendencia a olvidarlo. No puede apenas entrever los problemas desde el punto de vista del niño, piensa como jefe en él mismo: ¿Cómo cubrir su programa?, ¿cómo redactar su curso? Por otra parte, él se presenta ante el alumno como el que tiene literalmente que enseñar: “estoy para enseñar” y “yo siempre tengo razón”. Y además no suele darse cuenta de todos los acontecimientos que pueden producirse en la clase (sobre todo cuando se trata de pequeños dramas, como la insolencia de un alumno, el escándalo, contraofensiva de lo olvidado) con relación a él, la agresividad se dirige a él, es preciso que se mantenga firme, etc. En fin, todo ocurre como si, desde el punto de vista de su actitud fundamental, el maestro estuviese centrado en sí mismo, en sus problemas, sus dificultades, su ansiedad latente. En función de todo eso, el maestro escoge tal cual un papel, y los alumnos se comportan de forma que le permiten desempeñar ese rol.

Ahora bien, los peligros de una práctica pedagógica así son grandes. Uno de los más evidentes ha sido a menudo relevado. El trabajo escolar, que a los alumnos les parece como una obligación, difícilmente es aceptado; los conocimientos apenas tienen sentido, en la medida en que no son auténticamente integrados por la personalidad. No existe aprendizaje verdaderamente significativo. ¿Qué representación se hace de la personalidad del niño o del adolescente? Se representa como una cosa pasiva, una especie de tabla rasa, una materia para “informar”, que recibirá el saber como la cera el sello, o aún más, se piensa que es como un lugar de puro acondicionamiento. Desgraciadamente tal concepción se opone a todo lo que sabemos de los procesos de madurez personal. Dinámicamente, la personalidad debe ser concebida como un conjunto de potencias que piden ser actualizadas. Existe en ella una necesidad fundamental de creatividad, a la vez sobre el plano expresivo y sobre el plano del autodesarrollo, de la autoorganización. “Expansionarse” para la personalidad es encontrar por sí mismo sus propias formas de equilibrio y, en particular, llega a ser a cada instante libre frente a su propia experiencia del yo.

La escuela tradicional no ha hecho nada para inducir a un tal desarrollo armonioso de la personalidad. Por otra parte, al ser todas las cosas iguales, nadie se extrañará de que ella suscite muy a menudo personalidades conflictuales: cuántos niños demuestran en la escuela una personalidad didactizada, legítima, guardando para sí una personalidad espontánea, que perciben como legítima. El buen alumno, querido de los profesores, no siempre está muy sano psicológicamente, no más por otra parte, que “el mal alumno”, en el que predomina la rebelión.

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