ESTRATEGIA NARRATIVAS
Enviado por krloseduardo • 22 de Octubre de 2011 • 744 Palabras (3 Páginas) • 707 Visitas
ESTRATEGIA NARRATIVAS
• NARRADOR PROTAGONISTA
Hace muchos años tuve un amigo que se llamaba Jim, y desde entonces nunca he vuelto a ver a un norteamericano más triste. Desesperados he visto muchos. Tristes como Jim, ninguno. Una vez se marchó a Perú, en un viaje que debía durar más de seis meses, pero al cabo de poco tiempo volví a verlo.
Roberto Bolaño, Jim
• NARRADOR TESTIGO - PERSONAJE SECUNDARIO
Fue entonces cuando se torció el tobillo [...] Cayó en mala posición: el empeine del pie izquierdo cargó con todo el peso del cuerpo. Al pronto sintió un dolor agudísimo; pensó que se había roto el pie. Con alguna dificultad, sentado en el césped, se quitó la zapatilla y el calcetín, comprobó que el tobillo no estaba hinchado. El dolor amainó en seguida, y Mario se dijo que con suerte el percance no revestiría mayor importancia. Se puso el calcetín y la zapatilla; se incorporó; caminó con cuidado: una punzada le desgarraba el tobillo.
Javier Cercas, El inquilino
• NARRADOR MÚLTIPLE
El vio pasar el domo naranja y las columnas blancas, gordas, del Palacio de Bellas Artes, pero miró hacia arriba, donde los cables se unían, separaban, corrían – no ellos, él con la cabeza recostada sobre la lana gris del asiento (…) y esa corte de vendedores de billetes y limpiabotas y mujeres enrebozadas y niños con el labio superior embarrado de moco lo rodearon hasta que pasó las puertas giratorias.
• NARRADOR OMNISCIENTE O DE CONOCIMIENTO ABSOLUTO
La habitación contigua, en la que entró más despacio de lo que hubiera deseado, ofrecía, al menos a primera vista, un aspecto muy parecido al de la noche anterior. Era la sala de estar de la señora Grubach. Tal vez esa habitación repleta de muebles, alfombras, objetos de porcelana y fotografías aparentaba esa mañana tener un poco más de espacio libre que de costumbre, aunque era algo que no se advertía al principio, como el cambio principal, que consistía en la presencia de un hombre sentado al lado de la ventana con un libro en las manos, del que, al entrar , apartó la mirada.
–¡Tendría que haberse quedado en su habitación! ¿Acaso no se lo ha dicho Franz?
–Sí, ¿qué quiere usted de mí? –preguntó , que miró alternativamente al nuevo desconocido y a la persona a la que había llamado Franz, que ahora permanecía en la puerta. A través de la ventana abierta pudo ver otra vez a la anciana que, con una auténtica curiosidad senil, permanecía asomada con la firme resolución de no perderse nada.
–Quiero ver a la señora Grubach –dijo , hizo un movimiento como si quisiera desasirse de los dos hombres, que, sin embargo, estaban situados lejos de él, y se dispuso a irse.
–No –dijo el hombre de la ventana, arrojó el libro sobre una mesita y se levantó–. No puede irse, usted está detenido.
–Así parece –dijo
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