El Autismo
Enviado por • 30 de Marzo de 2014 • 4.573 Palabras (19 Páginas) • 290 Visitas
Introducción
Medio siglo después de que el psiquiatra Leo Kanner describiera el autismo, los avances de la psicopatología en este campo han sido relevantemente pequeños. Hoy, para la mayoría de los autores sigue siendo un misterio, o como Uta Frith reconoce en su obra, un enigma aún por resolver.
El término autismo proviene del griego autos y significa sí mismo. Fue utilizado por primera vez por Bleuler (1911) para referirse a un trastorno del pensamiento que aparece en algunos pacientes esquizofrénicos y que consiste en la continua autorreferencia que hacen de estos sujetos a cualquier suceso que ocurre. Sin embargo, este síntoma, tal y como lo acuñó Bleuler, no es posible aplicarlo al autismo infantil. Entre otras cosas, porque autismo y esquizofrenia en los términos que Bleuler planteaba no son estructuras psicopatológicas que se puedan superponer.
Aunque fuese Bleuler el primero que utilizó el término autismo, se considera a Leo Kanner el pionero en la literatura existente sobre este trastorno infantil, a observar de forma acertada cómo 11 niños que sufrían alteraciones extrañas y no recogidas por ningún sistema nosológico eran coincidentes entre sí y diferentes del resto de los niños con alteraciones psicopatológicas. Kanner (1943) lo describe como un síndrome comportamental que se manifiesta por una alteración del lenguaje, de las relaciones sociales y los procesos cognitivos en las primeras etapas de la vida. Kanner entendió esta sintomatología como una alteración del contacto socioafectivo, lo que supuso que en las dos décadas posteriores la mayor parte de las investigaciones identificaran al autismo con trastornos emocionales, enfoque que desarrolló profusamente la escuela psicoanalítica.
A partir de los años sesenta comienzan a diversificarse las líneas de investigación. Una de la más notables es la que, como hipótesis explicativa del autismo, postula la existencia de una alteración del desarrollo del lenguaje. Esta y otras aportaciones conducen a una visión más compleja del autismo.
Sin embargo, la comprobación de que el trastorno del desarrollo del lenguaje no es capaz de explicar las alteraciones sociales ni los déficit cognitivos específicos de los niños autistas, va a desembocar en sucesivos desacuerdos y controversias a la hora de determinar los síntomas primarios que definen y caracterizan el autismo infantil. Desde Tinbergen (1972), que enfatiza la ausencia de contacto ocular de estos niños, pasando por Lovaas (1965), que hace hincapié en los déficit intelectuales, hasta Rutter (1966), que aglutina los síntomas hallados en estos niños en tres grandes áreas:
• alteración de las relaciones sociales,
• alteración de la adquisición y desarrollo del lenguaje y
• presencia de conductas rituales y compulsivas.
A pesar de todo, hemos de reconocer que todas estas divergencias y controversias han estimulado el desarrollo teórico, metodológico y explicativo de la literatura sobre el autismo. En los años setenta y ochenta, con la aparición de las nuevas técnicas de exploración neurológica, neuropsicológica, neurofisiológica, etc., se da un espectacular avance en el conocimiento de este trastorno. Se inician nuevas áreas de estudio, como la influencia que los aspectos evolutivos tienen en la patología de esta enfermedad; las relaciones entre autismo y epilepsia. Pero quizá ó que más refleja el avance de esta época es la utilización de las técnicas neurofisiológicas en el diagnóstico y las técnicas de modificación de conducta en el tratamiento. Gracias a ellas, la eficacia terapéutica ha dado un gran salto cualitativo difícil de explicar en otros términos.
De forma alternativa a este desarrollo científico también han surgido elucubraciones teóricas, altamente especulativas, que enfatizan unas pretendidas habilidades específicas a estos niños, mitificando en cierta forma su comportamiento. Así, la tesis de los idiots savants llevó a algunos autores a reconsiderar la casuística recogida en la literatura científica y reinterpretar otros diagnósticos realizados como verdaderos autistas. Aunque se puede admitir un cierto romanticismo en esta visión del autismo, bien es verdad que este tipo de aportaciones apenas ha contribuido a un mejor conocimiento de este grave trastorno mental.
Por otra parte, si bien es cierto que se ha avanzado mucho desde que Kanner, allá por el año 1943, describiese el autismo, también es verdad que queda aún mucho camino por andar. El fracaso reiterado de la investigación en hallar la etiología de este síndrome, la controversia acerca de cuál es la mediación, influencia, importancia y combinación de los síntomas, así como su identificación, es probable que continúe durante algún tiempo.
A lo largo de estos epígrafes pretendemos realizar una síntesis lo más clarificadora posible de los hallazgos e intentos explicativos realizados sobre el autismo infantil.
Concepto de Autismo
El concepto del autismo ha sufrido diferentes reformulaciones en el transcurso de los años desde que Kanner (1943) lo definiera por primera vez. En la primera mitad de este siglo ya se habían descrito casos de niños con un trastorno mental grave que implicaba una severa alteración en el desarrollo. Sin embargo, eran diagnosticados como una demencia precoz, esquizofrenia infantil y demencia infantil, entre otros. El uso de esta terminología refleja una concepción de autismo como una clara extrapolación de las psicosis adultas, pero de comienzo más temprano. Si tenemos en cuenta esto, es fácil entender la excepcional importancia que tuvo la descripción que Kanner realizó del autismo infantil, dado que hizo avanzar los criterios diagnósticos al definir este síndrome haciendo hincapié en las conductas infantiles específicas y diferenciándolas de los criterios de los adultos (no en vano, hoy se sigue utilizando el concepto de Síndrome de Kanner para referirse al autismo infantil, término que siguen recogiendo las clasificaciones nosológicas de OMS y la APA). Kanner definió el autismo como una innata alteración autista del contacto afectivo. Lo patognomónico del trastorno es la incapacidad para relacionarse normalmente con la gente. Kanner, desde el primer momento, dio especial relevancia a los déficit interpersonales. Y aunque incluyó los problemas lingüísticos y cognitivos en su descripción, estos pasaban a un segundo lugar con un menor peso etiopatogénico, lo que indujo, en años posteriores, a definir el autismo en términos de creencias emocionales y dificultades en las relaciones sociales.
Hasta los años sesenta no se dio un salto cualitativo en el desarrollo y profundización del concepto del autismo. Rutter discrepó de Kanner en lo referente al contacto afectivo como rasgo primario o patognomónico y
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