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El Capitalismo Que Cambia


Enviado por   •  21 de Junio de 2013  •  2.468 Palabras (10 Páginas)  •  294 Visitas

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Introducción

En 1895, en México la población económicamente activa (PEA) se concentraba sobre todo en actividades primarias (67%), mientras que las actividades secundarias y terciarias ocupaban un rango de menor relieve, con 17.4% y 15.6%, respectivamente. Incluso en 1921, aún México resolviendo los problemas a balazos (no ha cambiado mucho esa historia) –no en su momento más cruento, es cierto–, como correlato de la guerra revolucionaria y el desaliento a las actividades productivas, 77.4% de la PEA volcaba su trabajo en las actividades primarias, en tanto en lo secundario y en lo terciario se apreciaba una disminución al alcanzar 12.5% y 10.1% de la PEA, respectivamente1. En 1970, a partir de 44.8% de la fuerza de trabajo que se consideraba se encontraba subocupada, 60% se ubicaba en el sector primario, 10% en la industria de la transformación y 20.8% en los servicios y actividades comerciales, lo que expresa la continuación en el declive en las actividades primarias (cf. Gollás, 2003, 230).

El cambio notable, y que guía uno de los objetivos de reflexión en estas páginas, se observa en la estadística de los últimos años. En el año 2000, 16.3% de la PEA laboraba en actividades primarias, muy lejos de la historia que acompañó la experiencia de trabajo de la mayoría de los mexicanos en las primeras décadas del siglo XX, y en el secundario se ocupaba al 28.7%, en tanto en el creciente sector terciario se reclutaba el mayor volumen de la PEA, con un 55%. En 2012, de acuerdo a los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en el trimestre julio-septiembre, el sector primario ocupa al 13.8%, el secundario al 23.6% y el terciario al 61.9% (la pequeña diferencia restante no está identificada en la ENOE). Esta mutación profunda está indisolublemente ligada a las revoluciones científico–técnicas, que se concretan en hechos contundentes, como el planteado por Rifkin (1996), cuando señala, para la experiencia en Estados Unidos de América, que “en 1850, se requería de un productor para generar alimentos para cuatro personas, en tanto en 1990 con un solo productor se generaban alimentos para 68 personas”.

Ahora miremos, desde nuestras condiciones actuales, hacia el futuro inmediato. “En menos de diez años, cuando los hoy estudiantes de secundaria y preparatoria estén concluyendo sus carreras profesionales, las demandas de empleo serán otras, hoy desconocidas, algunas ni siquiera imaginadas, porque el mundo entero será otro: se habrá transformado por una revolución que está en marcha, derivada de la física cuántica y de al menos tres de sus más avanzadas aplicaciones técnicas: computación, superconductividad y teleportación”. Con estas palabras comienza González de Alba (2010) su introducción a una sugerente reflexión desde la mirada de la física. A partir de lo enunciado, sostenemos que asistimos y estamos en la historia de un mundo que cambia, y para los fines de lo que queremos plantear en el transcurso de estas páginas, de un capitalismo que transforma incesantemente sus recursos técnicos y de dominación. Apartándonos de la física cuántica, pero al tiempo aproximándonos a la “física de las costumbres” (Durkheim), recordemos lo que planteaba con suma claridad Lowe, refiriéndose a un momento histórico que el tiempo implacable -y la tecnología dura y la organizacional (“modernización empresarial”, concretada en “tecnologías sociales”, en el sentido que lo utilizan Dombois y Pries para “referirse a las prácticas que motivan a los trabajadores y los integran dentro de la compañía” (cf. Humphrey, 1993: 41)-, con sus cambios e innovaciones, ha envejecido: “El obrero, recién desarraigado de un trabajo manual o agrícola, no estaba acostumbrado al nuevo ritmo mecánico. Había que acostumbrarlo a servir al nuevo ritmo. Por consiguiente, el tiempo se volvió más externo y represivo para el trabajador, y la disciplina laboral surgió como problema nuevo. Este proceso empezó antes en Inglaterra, pero al difundirse la industrialización, ya fuese a Francia o después a otros lugares, prevaleció el ritmo mecánico” (Lowe, 1986: 74).

En ningún momento en esta historia el trabajo dejó de ocupar un lugar central en la configuración de los sujetos. Partimos de ese supuesto, de que el mundo del trabajo sigue siendo fundamental para las poblaciones humanas (cf. De la Garza, 2011); en específico pensamos en el caso mexicano, lo que se manifiesta en la aceptación de múltiples formas de trabajo, de diversas modalidades en la contratación, de estrategias múltiples de supervivencia, ensamble que será atendido a lo largo de la exposición. Fuera en las actividades productivas en el medio rural o en la complejidad de las actividades que se despliegan en el ámbito urbano, las condiciones materiales y sociales que hacen posible la reproducción-creación de los sujetos laborales siguieron su curso, envueltas en el proceso amplio de mutación de los procesos de trabajo, de la destrucción de saberes, oficios y mundos de vida. Tampoco está fuera de lugar lo señalado por Braverman, en su esencia, de que la “transformación de la humanidad trabajadora en ‘fuerza de trabajo’, en un ‘factor de producción’, en un instrumento del capital, es un proceso incesante y sin fin” (Braverman,1987: 168), problematizando los nuevos atributos que se reclaman al “factor de producción” –“talento humano”, se plantea edulcorando las circunstancias específicas que asume–, modificando sin duda el tiempo (el cronómetro) y el espacio laboral (el taller), al menos en el sentido convencional que se le entendió prácticamente durante todo el siglo XX.

Primera discusión sobre el tiempo del capital industrial

No partimos en este trabajo de la consideración de “la índole por excelencia protestante que se distingue en las propiedades y empresas capitalistas y, también, en las esferas superiores de las clases trabajadoras” (Weber, 1999: 21), en el entendido de que las estadísticas oficiales y los credos religiosos son parte de una historia significativa que ha dado paso a nuevos acontecimientos también presentes en las estadísticas y en la emergencia de nuevos revestimientos confesionales (entre otros, por ejemplo la prevalencia de lo técnico y del pragmatismo en el conjunto de las disciplinas, incluyendo las de las ciencias sociales y las humanidades), sin dejar de lado la liturgia gerencial, como nueva “Misión”2. Retomamos el planteo de Weber de que el capitalismo se distancia del tradicionalismo, en una de sus dimensiones pone de relieve en sus orígenes el ascetismo y la adaptación a las condiciones del trabajo capitalista, en lo general, así como es “el poder de mayor importancia en nuestra vida moderna” (Weber, 1999: 9); sin embargo aquél ha desbordado –a diferencia de lo sostenido por Weber-“la moderación

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