El Gato Negro
Enviado por polaza • 13 de Abril de 2014 • 828 Palabras (4 Páginas) • 276 Visitas
El gato negro
No espero ni pido que nadie crea el extravagante pero sencillo relato que me
dispongo a escribir. Loco estaría, de veras, si lo esperase, cuando mis sentidos
rechazan su propia evidencia. Sin embargo, no estoy loco, y ciertamente no sueño.
Pero mañana moriré, y hoy quiero aliviar mi alma. Mi propósito inmediato es presentar
al mundo, clara, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos.
Las consecuencias de estos episodios me han aterrorizado, me han torturado, me han
destruido. Sin embargo, no trataré de interpretarlos. Para mí han significado poco,
salvo el horror, a muchos les parecerán más barrocos que terribles. En el futuro, tal
vez aparezca alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes, una
inteligencia más tranquila, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de
ver en las circunstancias, que detallo con temor, sólo una sucesión ordinaria de causas
y efectos muy naturales.
Desde la infancia me distinguía por la docilidad y humanidad de mi carácter. La
ternura de mi corazón era incluso tan evidente, que me convertía en objeto de burla
para mis compañeros. Sobre todo, sentía un gran afecto por los animales, y mis
padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba la mayor parte de mi tiempo con
ellos y nunca me sentía tan feliz como cuando les daba de comer y los acariciaba. Este
rasgo de mi carácter crecía conmigo y, cuando ya era hombre, me proporcionaba una
de mis principales fuentes de placer. Aquellos que han sentido afecto por un perro fiel
y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza ni la intensidad de la
satisfacción así recibida. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que
llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la mezquina
amistad y frágil fidelidad del hombre.
Me casé joven y tuve la alegría de descubrir que mi mujer tenía un carácter no
incompatible con el mío. Al observar mi preferencia por los animales domésticos, ella
no perdía oportunidad de conseguir los más agradables de entre ellos. Teníamos
pajaritos, peces de colores, un hermoso pero, conejos, un mono pequeño y un gato.
Este último era un hermoso animal, notablemente grande, completamente negro y de
una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era
un poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos
los gatos negros eran brujas disfrazadas. No quiero decir que lo creyera en serio, y
sólo menciono el asunto porque lo he recordado ahora por casualidad.
Pluto
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