El Gerente Maquiavélico
Enviado por niscar • 19 de Abril de 2013 • 5.068 Palabras (21 Páginas) • 1.005 Visitas
RESUMEN DE E L PRINCIPE DE NICOLAS MAQUIAVELO
Obra escrita durante 1513 y publicada por primera vez en 1532, cinco años después de la muerte de su autor. Dedicada a Lorenzo de Médici, donde el autor reflexiona a lo largo de veintiséis capítulos acerca de las cualidades necesarias para que un gobernante o “príncipe” asegure su poder.
CAPÍTULO I
DE LAS DISTINTAS CLASES DE PRINCIPADOS Y LA FORMA EN QUE SE ADQUIEREN.
Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres, fueron y son repúblicas o principados. Los principados son o hereditarios o como miembros agregados al estado hereditario del príncipe que los adquiere.
CAPÍTULO II
DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS
Este capítulo señala como pueden y deben y deben gobernarse los principados.
Es más fácil conservar un Estado hereditario, acostumbrado a una familia y basta con no alterar el orden establecido por príncipes anteriores, y con temporalizar después con los cambios que pueden producirse. Es lógico que sea más amado y a que menos vicios excesivos le traigan el odio es razonable que le quieran con naturalidad los suyos.
CAPÍTULO III
DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS.
Las dificultades que existen en los nuevos principados como miembro agregado a un conjunto anterior, sus incertidumbres nacen de una simple dificultad que se encuentra en todos los principados nuevos, dificultad que consiste en que los hombres cambian con gusto de señor, creyendo mejorar, impulsados a tomar armas contra él en lo cual se engañan pues luego han empeorado. El príncipe se ve obligado a ofender a sus súbditos, de modo que tiene por enemigos a todos los que se ha ofendido al ocupar el principado, y no se puede conservar como amigos a los que les han ayudado a conquistarlo porque no se pueden satisfacer las necesidades como ellos esperaban.
Los territorios revoltosos se pierden con más dificultad cuando se conquistan por segunda vez.
Estos estados que al adquirirse se agrega a uno más antiguo, de la misma provincia y de la misma lengua es muy fácil conservados, sobre todo cuando están acostumbrados a vivir libres; y para afianzarse en el poder, siempre que se conserven sus costumbres y las ventajas que gozaban permanecerán tranquilos y pueden permanecer en total armonía. Se deben tener dos cuidados: que la descendencia del príncipe anterior desaparezca y que ni sus leyes ni sus atributos sean alterados.
Cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres y organización diferentes, surgen dificultades y uno de los remedios que la persona que los adquiera es que fuera a vivir en ellos, así se ven nacer los desórdenes y se pueden reprimir con prontitud, de este modo también adquieren más respeto y con mucha dificultad suelen perderlo.
Otro buen remedio es enviar a algunas colonias a alguno de los lugares que sean como llaves para aquel Estado.; las colonias no cuestan, son más fieles y entrañan menos peligro, los damnificados no pueden causar molestias porque son pobres y están demasiado aislados.
A los hombres hay que conquistarlos o eliminarlos, la ofensa que se le haga al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.
Si en vez de colonias se emplean tropas, e gasto es mucho mayor, por el mantenimiento de la guardia, se perjudica e incomoda a todos y por lo cual, se vuelven enemigos.
El príncipe que anexe una provincia con organización y costumbres diferentes a la suya debe convertirse en defensor de los vecinos menos poderosos para debilitar a los de mayor imperio y cuidarse de que entre a su estado un extranjero tan poderoso como él ya que se le adhieren todos los que sienten envidia del que es más fuerte ya que enseguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor.
El deseo de conquista es un sentimiento muy natural y común, y siempre que lo hagan los que pueden, antes serán alabados que censurados; pero cuando intentan hacerlo a toda cota los que no pueden, la censura es admitida.
Para evitar una guerra nunca se debe dejar que el desorden siga su curso.
Es natural que se ha vuelto poderoso recelo de la misma astucia o de la misma fuerza gracias a las cuales se ha obtenido la ayuda.
CAPÍTULO IV
POR QUE EL REINO DE DARIO, OCUPADO POR ALEJANDRO, NO SE REVELÓ CONTRA LOS SUCESORES DE ÉSTE, DESPUÉS DE SU MUERTE
Un príncipe elige de entre sus siervos, que o son todos, los ministros que lo ayudarán a gobernar, o por un príncipe asistido por nobles que, a la antigüedad de su linaje, deben la posición que ocupan. Estos nobles tienen estados y súbditos propios, que los reconocen por señores y les tienen natural inclinación. Mientras que en los Estados que eran gobernados por un príncipe asistido por siervos, el príncipe goza de mayor autoridad porque en toda la provincia no se reconoce a otro soberano, sino a él, y si se obedece a otro, sólo se le hace por tratarse de un ministro o magistrado del príncipe.
CAPÍTULO V
DE QUÉ MODO HAY QUE GOBERNAR EN LAS CIUDADES PRINCIPADOS QUE, ANTES DE SER OCUPADOS, SE REGÍAN POR SUS PROPIAS LEYES.
Hay tres modos de conservar un Estado que estaba acostumbrado a regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad: Destruirlo, radicarse en él dejarlo regir por sus leyes, obligándolo a pagar tributo y establecer un gobierno compuesto por un pequeño número de personas para que se encarguen de velar por la conquista.
Nada hay mejor para conservar una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla gobernar por los mismos ciudadanos. El único sistema seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad así y no la aplaste, debe esperara ser aplastado por ella. Sus rebeliones siempre serán representadas con el nombre de libertad. El recuerdo de su antigua liberad no les concede ni un momento de reposo si los habitantes no se separan ni se dispersan, inmediatamente recurren a cualquier contingencia.
Cuando las ciudades o provincias están acostumbradas a vivir bajo un príncipe, y por la extinción de este y su linaje queda vacante el gobierno, por un lado los habitantes están acostumbrados a obedecer y por otro no tienen a quién, y no se ponen de acuerdo para elegir a uno entre ellos, ni saben vivir en libertad, y por último tampoco se deciden a tomar armas contra el invasor.
CAPÍTULO VI
DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON LAS ARMAS PROPIAS Y EL TALETO PERSONAL
Los hombres siguen casi siempre el camino abierto por otros y se empeñan en limitar las acciones de los demás. Todo hombre que sea prudente debe imitar a los que han sido excelsos, para que, si no los iguala
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