El Rebaño Sin Nieve
Enviado por carmengl • 24 de Julio de 2012 • 381 Palabras (2 Páginas) • 272 Visitas
EL PASTOR Y EL REBAÑO DE NIEVE
I
Era el reinado de Túpac Inca Yupanqui. Ritti-Kimiy, hermano del Inca, era uno de sus favoritos. Usaba flechas y armas iguales a las suyas y departía por las tardes con su noble hermano. Eran todos felices en el reino. Pacric había hecho conquistas para el Inca, había cogido animales rarísimos para sus salones y piedras preciosas para su llauto. Una tarde, los dos nobles hermanos miraban descender el Sol sobre la mar lejana, desde la terraza del palacio real. El cielo se vestía de un color rojo encendido que ardía sobre el mar.
Miraban atentamente cómo se hundía el Sol sin ocultarse tras de las nubes, lo cual era un feliz presagio para el Inca. Ya iba a ocultarse el astro. Una nubecilla dorada se acercó demasiado. El Inca palideció. Ahora se alejaba, y los nobles observaban presas de una excitación intensa y febril. Ya faltaban minutos, segundos, ahora...
–¡Por fin!
–¡La felicidad te espera!
–Contento y feliz estoy. Pídeme ahora lo que quieras y hoy te lo concederé...
–¿Me concederás, señor y hermano, lo que te pida hoy?...
–¡Te lo concederé! ¡Habla!
–Quiero ver a las vírgenes del Sol...
El Inca palideció. Aquello era una audacia sin límites. No había precedente de pedido semejante y al que se hubiera atrevido a formularlo lo habría hecho ahorcar en la plaza pública.
–No me has pedido riqueza, ni castillos, ni estados, ni haciendas, ni honores. No te has detenido a pedir un rebaño de oro ni una mujer de mis salas, ni uno de mis esclavos. ¿Por qué me pides aquello que nadie ha pedido nunca? ¿Por qué quieren ver tus ojos lo que no vieron jamás los humanos ojos? Pídeme lo que quieras. Tuyas son mis riquezas, mis esclavos, mis concubinas, mis armas y mis trajes, mis ovejas y mis rebaños. Pero no pidas, noble hermano, lo que no te he de conceder.
–Hijo del Sol, tú me lo has prometido. Tú no negarás que me prometiste lo que quisiera. Puedes negarte a cumplir y hacer que me ahorquen en tu presencia, pero si los hombres engañan, no se engañan los dioses. Tú no querrás engañar a los dioses. Tú cumplirás tus palabras. Tú me lo has prometido, Hijo del Sol.
El Inca se sintió vencido. Ensombrecióse su rostro y dijo mirando fijamente en el suelo:
–¡Sea!
...