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El Rosario


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2014  •  673 Palabras (3 Páginas)  •  211 Visitas

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Oraciones

Acto de Contrición

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, creador y redentor mío, por ser tú quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, a mí me pesa de todo corazón haberte ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, cumplir la penitencia que me fuere impuesta y apartarme de todas las ocasiones de ofenderte. Te ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados y confío que en tu bondad y misericordia infinita me los perdonarás por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte; me darás gracia para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.

Padrenuestro

Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Amén.

Avemaría

Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Gloria

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Jaculatorias

Ave María purísima, sin pecado concebida. María, madre de gracia y misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora. Amén.

Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las que más necesitan de tu misericordia. Amén. (Oración de Fátima)

La Salve

Infinitas gracias te damos, Soberana Princesa, por los favores que todos los días recibimos de tus benéficas manos. Dígnate Señora, ahora y siempre tenernos bajo tu protección y amparo. Y para más obligarte, te saludamos con una salve:

Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh, clemente! ¡Oh, piadosa! ¡Oh, dulce Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro señor Jesucristo. Amén.

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