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El Secreto De La Arboleda


Enviado por   •  29 de Junio de 2015  •  415 Palabras (2 Páginas)  •  150 Visitas

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El secreto de la arboleda

Fernando Lalana

1. Un verano estupendo

Los veranos están muy bien.

Bueno, no, los veranos están bien, a secas.

No, tampoco, los veranos están bien si te marchas a la playa, a la montaña o a otro

sitio, y conoces amigos nuevos, y puedes bañarte y tomar helados y polos y coca

colas.

También están bien los veranos si has aprobado todas y no tienes que estudiar y

puedes leer libros de aventuras en lugar de libros de lenguaje y de matemáticas.

Por desgracia, lo que os quiero contar ahora no sucedió en uno de esos veranos majos

y chulos a la orilla del mar o junto a un río de montaña.

¡Qué va! Esta historia se desarrolla en mi ciudad porque aquel año, al llegar las notas

de junio, me encontré con que me habían caído cuatro horribles insuficientes. ¡Cuatro

cates (notas rojas), nada menos!

¿Podéis imaginar la cara de mi papá al verlos? Seguro que sí:

Primero, se puso todo rojo, rojo.

Luego, empezó a echar chispas.

Por fin, me cogió del brazo, me llevó a mi cuarto, me sentó delante del libro de

Sociales y, dando unos gritos que se oían en todo el vecindario, me dijo que no me

levantase de la silla hasta el mes de septiembre.

¡0 sea, que aquel verano, ni playa, ni montaña, ni piscina, ni nada de nada...!

Así que mis amigos se fueron marchando uno tras otro a sitios estupendos, donde

estarían todo el día bañándose y tomando helados y polos y coca colas, y yo me quedé

más solo que el café solo y más aburrido que una ostra aburrida.

Y entonces fue cuando me di cuenta de que aquel iba a ser un verano horrible. ¡De lo

más horrible!

Pero, mira por dónde, no fue así. No, señor. Todo lo contrario. Fue estupendo, os lo

aseguro. Estupendo, estupendo, estupendo. Tan estupendo que quiero contároslo;

porque cuando las cosas estupendas se convierten en realmente muy estupendas es

cuando las cuentas a los amigos.

2. Una tarde aburrida

Antes que nada, voy a presentarme. Me llamo Ernesto. De momento no os voy a decir

mi apellido porque me da vergüenza. Ya os enteraréis más adelante...

La aventura, es decir, eso tan interesante que me sucedió aquel verano, comenzó

algunos días después de que le enseñase las notas a mi papá.

Recuerdo perfectamente que estaba en mi cuarto haciendo como que empollaba

Sociales. Hacía un calor espantoso. Apenas llevaba media hora delante del libro y ya

estaba más que harto. Me levantaba, paseaba por la habitación, miraba a la calle,

volvía a pasear, me sentaba, hacía como que estudiaba, me levantaba... ¡Y me aburría

una barbaridad!

No sé vosotros, pero yo, cuando

...

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