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El Ser Humano


Enviado por   •  30 de Mayo de 2013  •  1.856 Palabras (8 Páginas)  •  187 Visitas

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¿Es el ser humano bueno o malo por naturaleza?

Desde antaño hemos sido testigos de numerosas guerras, dejándonos solo muerte y destrucción. Los ejércitos regulares han sido profesionalizados para matar y cada día más se perfeccionan las técnicas de la tortura. Al comienzo, en una pequeña horda de seres humanos, era la fuerza muscular la que decidía a quién pertenecía algo o de quién debía hacerse la voluntad. La fuerza muscular se vio pronto aumentada y sustituida por el uso de instrumentos: vence quien tiene las mejores armas o las emplea con más destreza. Al introducirse las armas, ya la superioridad mental empieza a ocupar el lugar de la fuerza muscular bruta; el propósito último de la lucha sigue siendo el mismo: una de las partes, por el daño que reciba o por la paralización de sus fuerzas, será constreñida a deponer su reclamo o su antagonismo.

De la misma manera, habremos de reparar en la instancia que nos motiva a todos los seres humanos a realizar actos de benevolencia. Podríamos considerar a éstos, siguiendo la tradición cristiana en donde los valores considerados benéficos fueron determinados por una entidad divina, como aquellos actos que impliquen amor, generosidad, honestidad y lealtad.

Puesto esto en claro, es posible determinar con certeza que las acciones humanas fueron, desde un punto de vista histórico, ricas en variables de destrucción y pacifismo, es decir, la constante pugna y armonía entre la motivación por el sometimiento (derivando hacia la muerte) del próximo y por el bienestar ajeno. En mi opinión, la naturaleza humana no debe ser presentada de una manera maniqueísta, sino como la interpretación de las motivaciones de los seres humanos y su interrelación de dependencia las unas con las otras. Dicho de otra manera: el ser humano es por naturaleza malo y bueno, siendo incapaz de ser instado a realizar actos benéficos sin los condicionantes maléficos y viceversa.

En una de búsqueda de ejemplos que fundamenten esta afirmación, podemos encontrar, de modo gráfico, el famoso símbolo de Ying-Yang (todo lo bueno tiene un poco de malo y todo lo malo un poco de bueno) y, por otra parte, a los personajes del conocido dramaturgo inglés William Shakespeare quienes jamás se manifestaron de manera total e indiscutida como buenos o malos analizado desde la perspectiva que nos brindan los análisis de literatura inglesa contemporáneos.

Ahora bien, abordando la materia desde una perspectiva psicológica, podríamos utilizar las interpretaciones de Sigmund Freud que nos acercan a la idea central del tema. El bien considerado padre de la psicología moderna definió a las motivaciones humanas por la muerte y la destrucción como una pulsión de muerte o de agresión; de la misma manera, definió a aquellos estímulos por “conservar y reunir” como pulsiones de vida, sexuales o eróticas (las llamadas eróticas, exactamente en el sentido Eros en el Banquete de Platón).

Esta definición no es sino la transfiguración teórica de la universalmente conocida oposición entre amor y odio; esta quizá mantenga un nexo primordial con la polaridad entre atracción y repulsión que desarrolla el campo de la física. Cada una de estas pulsiones es tan indispensable como la otra; de las acciones conjugadas y contrarias de ambas surgen los fenómenos de la vida. Se podría decir entonces que nunca una pulsión perteneciente a una de esas clases puede actuar aislada; siempre está conectada -decimos: aleada- con cierto monto de la otra parte, que modifica su meta o en ciertas circunstancias es condición indispensable para alcanzarla.

De la misma manera aparece la pulsión de autoconservación quien está ligada y abarcada por la pulsión de vida, comprendiéndose por esta primera pulsión como aquella donde aparece un conjunto de necesidades, ligadas a las funciones corporales, que se precisan para la conservación de la vida de un individuo.

Así, la pulsión de autoconservación es sin duda de naturaleza erótica, pero justamente ella necesita disponer de la agresión si es que ha de conseguir su propósito. De igual modo, la pulsión de amor dirigida a objetos requiere un complemento de pulsión de apoderamiento si es que ha de tomar su objeto. Rarísima vez la acción es obra de una única moción pulsional, que ya en sí y por sí debe estar compuesta de Eros y destrucción. En general confluyen para posibilitar la acción varios motivos edificados de esa misma manera.

Entonces, cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie de motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan. No tenemos ocasión de desnudarlos todos. Por cierto que entre ellos se cuenta el placer de agredir y destruir; innumerables crueldades de la historia y de la vida cotidiana confirman su existencia y su intensidad.

La perspectiva compleja de Freud sirve de instrumento hacia un fundamento de mi opinión en cuando a la complementariedad de lo bueno y lo malo que poseen los seres humanos a pesar de la dualidad y la contradicción que esto presenta. Más allá, un enfoque un tanto científico hacia la resolución de la incógnita filosófica de la materia resulta interesante y, en general, se acoge con beneplácito teniendo en cuenta que las interrogantes no pueden ser abordadas desde el punto de vista biológico.

Por otro parte, la periodista española Rosa Montero postula en su libro “La hija del Caníbal” que existen tres tipos de personas. En primer lugar, aquellas consideradas buenas y honestas, siendo incorruptibles en cualquier circunstancia que le presenta la vida. En segundo lugar, podemos encontrar personas vistas como malas, con quienes no hace falta un proceso de convencimiento para realizar actos ilícitos o, en su defecto, considerados

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