El educador como intelectual transformador

Ensayo: “El educador como intelectual transformador”

“Esto con Gaby no pasaba”

“Ya no vamos tanto a la dirección a charlar”

Estos son fragmentos de la experiencia que me toca vivir en la Escuela  Especial Alfonsina Storni, ubicada en el barrio de Parque Chacabuco de la Ciudad Autónoma  de Buenos Aires. Fueron estas  vivencias, entre otras, las que me motivaron a problematizar la importancia de una figura fuerte en el marco de un proyecto, incluso dentro de una

Institución formal como lo es la Escuela.

A veces una figura  al frente de un proyecto cala más profundo de lo que uno se imagina. Aún cuando el marco institucional tiene una base formal y estructural como en el caso de la escuela pública. Creo que en algunas experiencias, es a través de una figura de liderazgo real, más allá del cargo que ocupe, que se gestan transformaciones profundas a nivel pedagógico y social.

Hoy, es necesario recuperar  los sentidos  de la educación, sobre todo en este contexto actual. Volver a pensar a la escuela como un espacio social, político y pedagógico con diversidad de actores e intereses.

Conocer la escuela en el año 2015 y compararla con la actual gestión directiva, hacen que uno de mis mayores planteos en este ensayo sea la importancia de volver a cargar de sentido las prácticas educativas. Entiendo que para volver a creer en un proyecto político educativo transformador e innovador es necesario que el mismo sea acompañado por una figura capaz de sostenerlo y acompañarlo en forma continua. Siguiendo esta línea importa repensar las relaciones de lo público con el conocimiento, no sólo como discurso, sino y fundamentalmente en la cotidianeidad de las instituciones y en las practicas sociales. Para volver a consolidar un proyecto social centrado en el sujeto, respetando las diferencias, apelando al pensamiento crítico, fomentando las transformaciones, entre otras cosas, es necesario no sólo escribir una linda currícula sino cambiar profundamente la vida cotidiana de la escuela.

Lo que persigo con esto es insertar la educación directamente en el ámbito político, argumentando que la enseñanza representa tanto una lucha por el significado como una lucha sobre las relaciones de poder. La homogeneidad del sistema educativo, y de sus políticas educativas a-históricas y despolitizadas, legitiman las formas de poder establecidas educando en la falta de reacción, en la pasividad y en la reproducción del status quo. Por esto afirmo, que todas las teorías y discursos de la educación son ideológicas, y están íntimamente relacionadas con esta cuestión del poder.

Las prácticas educativas liberadoras, emancipadoras se enmarcan en un proceso de cambio y es por esto que el tema elegido parte de un análisis profundo de la politicidad inherente a toda practica educativa y el rol del intelectual transformador. En función de la intención de crear una propuesta pedagógica alternativa como a la que hago referencia,  es central indagar en el concepto de intelectual orgánico formulado por el filósofo italiano Antonio Gramsci. El autor, al reflexionar sobre el rol fundamental de los intelectuales en las sociedades modernas destaca que “Por intelectuales es preciso entender no sólo aquellas capas comúnmente designadas con esta denominación, sino en general toda la masa social que ejerce funciones organizativas en sentido lato, tanto en el campo de la producción como en el de la cultura y en el político-administrativo”^[1]. En este sentido, los intelectuales orgánicos, a diferencia de la caracterización tradicional de los mismos, son aquellos que detentan una función específica en términos organizativos, abocada a dotar de sentido y homogeneidad a grupos sociales fragmentados en los diferentes espacios e instituciones de la sociedad civil. En consecuencia, tanto un dirigente sindical, como un comunicador social o un educador, son ejemplos concretos de intelectuales orgánicos. El intelectual orgánico sostiene un vínculo directo con aquellos sectores sociales que representa. Este vínculo desacopla el rol de privilegio del intelectual tradicional y nos acerca a la idea de una función intelectual ejercida en forma horizontal, sin por ello desentendernos de la tarea fundamental que desempeñan los mismos a la hora de dotar de sentido organizativo la praxis de diversos grupos sociales (sean éstos hegemónicos o subalternos), lo que nos remite nuevamente a la proposición de Marx en las Tesis sobre Feurbach respecto de la necesidad de que el educador sea a la vez educado.

Por eso, considero que para una propuesta alternativa como la que me interesa rescatar, es decir, una educación que sea a la vez liberadora, crítica, y capaz de potenciar al máximo las capacidades colectivas e individuales de los educandos, incluso si es ejercida dentro de los ámbitos de la educación formal, precisa rescatar la figura del intelectual orgánico comprometido con el cambio social, como un sujeto que logre cohesionar, organizar, y potenciar en un sentido progresivo, los atributos del colectivo que tiene a su cargo.

...