ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Emilia Macaya


Enviado por   •  31 de Agosto de 2011  •  Informe  •  353 Palabras (2 Páginas)  •  669 Visitas

Página 1 de 2

GRETA

de Emilia Macaya

(Costarricense, 1950)

Caminaba por la calle con paso

largo y descuidado, sombrero de

ala ancha, anteojos oscuros y un

aire de desgano curvándole la

espalda, como si soportara un

peso que nadie había podido

descifrar con exactitud.

Estaba convencida de ser la más

reciente encarnación de Greta Garbo.

Conforme se fortalecía en su mente

tal idea, moldeaba con empeño las

formas del cuerpo y las líneas del

rostro, de manera que el parecido

resultase indudable. Pasó

verdaderas hambrunas hasta

conseguir una silueta que, por

etérea, parecía destinada a un

perpetuo estado de levitación. Con

lágrimas y estornudos sin cuento

afinó el arco de las cejas. Luego,

delineó artísticamente la boca,

aplicando a los labios un crayón

color rojo profundo. Finalmente, la

labor decisiva: obtener el dejo

enigmático de la más hermosa

mirada hecha carne en este

mundo. Para lograrlo, alargó con

empeño las pestañas y maquilló

los párpados con tal esplendidez,

que el solo peso del cosmético

languideció los ojos de manera

casi perfecta ya no se sabía a

ciencia cierta si había en ellos

tristeza nostalgia, hambre o

aburrimiento. La primera vez que

encontró a Rodolfo, percibió en su

expresión asombra da la evidencia

de la revelación. Indudablemente,

también él se había percatado de

la semejanza. Y como deseaba

enfatizar el hechizo, recurrió a la

escena final de Reina Cristina: con

dominio absoluto sobre las domas

alzó la ceja izquierda, limpió aún

más el azul de los ojos y dejó

vagar la mirada por el horizonte

encendido de la tarde. La persistente

luz reflejada en la única mitad de la

cara visible en ese momento,

regalaba a su aspecto un brillo

incomparable. Aferrándose al rubio

rojizo del solitario mechón

escapado a la cárcel de sombrero,

un rayo agonizante se empeñaba

en vencer la sombra de aquellos

ojos inmortales.

Rodolfo tenía que sucumbir sin

remedio a su encanto.

Aumentaron las visitas, se

multiplicaron los paseo y a partir de

ese momento, hasta las horas de

estudio fueron compartidas. Con

tanta actividad, ella quedó aún más

delgada. El cansancio le afinó el

óvalo perfecto de la cara y la

presencia continua del John Gilbert

de dieciocho años, terminó de

enmarcar el ensueño.

Sin embargo, algunos detalles

comenzaron a inquietarla. En una

oportunidad fue

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (3 Kb)
Leer 1 página más »
Disponible sólo en Clubensayos.com