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Esp 101 "Sangre Y Palabras",


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2014  •  1.479 Palabras (6 Páginas)  •  3.518 Visitas

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Anejo C

Sangre y Palabras

Instrucciones: A continuación aparecen unas preguntas que lo/la guiarán en la lectura

del ensayo Sangre y palabras, de Edgardo Sanabria Santaliz. Al terminar la lectura

del ensayo, conteste las preguntas para su discusión y análisis.

1. Determine el objetivo de su lectura. Piense: ¿Para qué voy a leer?

2. Observe el ensayo: ¿Cuán extenso es? ¿Está dividido en partes?

3. Formule hipótesis y haga predicciones sobre el ensayo: ¿De qué tratará a

juzgar por el título?

“Sangre y palabras”,

ensayo de Edgardo Sanabria Santaliz

(puertorriqueño)

Conversando la otra noche con una apreciada amiga a quien también le interesa construir

mundos de palabras, sacamos a colación el tema inevitable de la ola de violencia que está a punto

de hacer que nuestro país se vaya a pique. Luego de amedentrarnos mutuamente echando la

cuenta de los mil y un delitos que cada día ocurren, y mientras comentábamos las perspectivas

negras que nublan el horizonte –amenazando con empeorar el tiempo-, ella me confió un

escrúpulo que en ocasiones a mí también me ha rondado la cabeza, y que imagino que a todo

artista comprometido con la reelaboración de la realidad puertorriqueña debe asaltarle por igual

en uno u otro momento: ¿Valdrá la pena –preguntó- que siga escribiendo en un mundo así? ¿No

sería mejor dejar de hacerlo y dedicarme más activamente a erradicar los males que nos rodean?

Mi contestación, sin dudarlo ni siquiera una fracción de segundo, fue sí al primer interrogante y

no al siguiente. Sí, porque si la violencia en el mundo es signo de destrucción, la escritura –y

con ella todo arte- es signo de lo contrario, de creación. No, porque si lo mejor que tú haces y lo

más importante para ti en esta vida es escribir, entonces debes transformar ese acto en arma de

combate y en herramienta de reconstrucción.

Estas no fueron exactamente las palabras con que le respondí a mi amiga en aquel

instante, aunque recuerdo bien que lo que dije implicaba lo que ahora he expresado con mayor

claridad. Pero aquella vez se me quedó por dentro la avidez de replicar tal y como he contestado

más arriba, y de ahí que me decidiese a componer este Relevo sobre el tema.

Escuela de Estudios Profesionales

Programa Ahora

Universidad Metropolitana

SPAN 101 Español Básico I

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Continúo… No es que la creación esté exenta de violencia; al contrario, todo aquel que

se preocupa por inventar, por producir algo que no existía, sabe que el ímpetu de la construcción

no es sino un furor interno que asimila elementos tradicionales y arrasa otros a fin de que surja el

cambio, lo novedoso. Es un frenesí que erige y que, paradójicamente, muchas veces violenta al

artista obligándole a perseguir lo que apenas intuye en una busca de ciego por un callejón que en

apariencia no tiene salida. Este tipo de fuerza no hay que rechazarla pues es la que permite, por

ejemplo, que un Picasso amplíe los límites de la pintura al retratar la violencia que odia en su

violentamente concebido Guernica. Del proceso (proceso en su sentido etimológico de “ir

adelante”) nace una nueva manera de visualizar la existencia, y con ello un amoldamiento al

espacio que la vida nos impone.

En cambio, la otra violencia, la que día a día sufrimos todos cuando uno de nosotros la

sufre, deshace, anula, conduce a la nada, descrea. Esa otra violencia es la muerte. No guarda

relación alguna con la vida porque ni tan siquiera se trata de la que exige el cambio hacia una

situación social más justa (enseguida vienen a la mente las recién libradas victorias de Filipinas y

Haití). En Puerto Rico la sangre se derrama sin ningún fin enaltecedor, sin ningún sentido,

aunque el hecho de que se vierta con tanta constancia y arrojo es señal irrefutable de la

enfermedad moral y sociopolítica que padecemos y que no cejará en tanto no se nos medicine

con la receta que hace falta.

Ante la realidad de la violencia absurda todo escritor (y todo artista) tiene el deber de

asumir una postura regenadora ya que con ello no hace sino obedecer los dictados de la actividad

que ejerce, cuya esencia es –como he dicho- la edificación. Pronuncio esta palabra insuflándole

su doble sentido de “construir” y de “incitar a la virtud por medio del ejemplo”. Con esto último

no quiero decir que la literatura se torne un instrumento directo de propaganda didáctica, una

especie de manual narrado para que la persona aprenda a comportarse de manera incorruptible.

No; la literatura se convierte en arma de combate y en herramienta de reconstrucción al espejar la

conducta humana –tan contradictoria y a veces tan totalmente irracional- y presentarla ante

nuestros ojos sobre el papel, revelándosenos así las terribles caras de lo que hemos llegado a ser

para los

...

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