Estado Vaticano
Enviado por mosko29 • 5 de Diciembre de 2012 • 2.949 Palabras (12 Páginas) • 1.190 Visitas
Introducción
El Vaticano es al mismo tiempo un sujeto sui generis del derecho internacional de importancia.
Es un imperio global y un centro importante de poder, no sujeto de todo al derecho, en ese sentido, menciona Ranson García en su ensayo La Santa Sede como Sujeto de Derecho Internacional, se trata de un punto en que parece haber unanimidad y cuya discusión está ya completamente superada.
Sin embargo, menciona el mismo autor, no existe igual unanimidad cuando se trata de establecer a qué título la Santa Sede goza de esa personalidad y capacidad jurídica frente al ordenamiento internacional.
La diplomacia del Vaticano es importante, pues conjuga el poder espiritual con la política real entre los Estados.
El presente documento busca conocer las características de este Estado sui generis, partiendo desde la manera en que se conformó, así como la evolución que ha tenido hasta llegar a la actualidad.
Antecedentes históricos
Los Estados Pontificios (Estados de la Iglesia o en ocasiones Estados Papales), fueron un conglomerado de territorios básicamente centro italianos, que se mantuvieron como un estado independiente entre los años 752 y 1870, bajo la directa autoridad civil de los Papas, y cuya capital fue Roma.
Creación de los Estados Pontificios
Los Estados Pontificios no son creados hasta el pontificado de Esteban II, hacia 752.
Tras la victoria del rey franco sobre los lombardos el papa Esteban II presentó a Pipino un fantástico documento que pretendia ser la donación por parte del emperador romano Constantino a la Iglesia de enormes posesiones en la península italiana, así como de la primacía del Papa sobre los patriarcados orientales (por lo que se le llamó la Donación de Constantino). En realidad se trataba de un documento creado ex-profeso para la ocasión, pero suficiente para deslumbrar al analfabeto Pipino. De ese modo, sometidos por fin los lombardos, el rey franco hizo entrega al Papa del antiguo exarcado de Rávena (Rávena, Ferrara, Bolonia, ...), de la Pentápolis (obispados de Rímini, Pésaro, Fano, Senigallia y Ancona) y de la región de Roma, confiriendo al sumo pontífice el dominio temporal de un estado que, con algunas variaciones geográficas, había de perdurar durante más de once siglos, hasta 1870.
El periodo imperial
Los Estados Pontificios no podían sustraerse a los acontecimientos que se estaban produciendo en la convulsa Italia de mediados del siglo XIV. Sin contar con la desvinculación de algunos feudos tradicionales de la corte romana, como Sicilia, en poder ahora de la Corona de Aragón, o el reino de Nápoles, bajo la autoridad de la casa de Anjou, el propio estado pontificio estaba en descomposición. Así lo ponían de manifiesto casos como el de Giovanni di Vico, que se había erigido en señor de Viterbo tras hacerse con una extensa zona territorial perteneciente al papa; o el de la insumisión en que se encontraba el ducado de Spoleto; o el de la fáctica independencia del marquesado de Ancona; o el de la privatización de Fermo llevada a cabo por Gentile de Mogliano y la de Camerino por Ridolfo de Varano; o el de la abierta rebeldía de los Malatesta; o el de Francesco degli Ordelaffi, que se había hecho con una gran parte de la Romaña; o el de Montefeltro que señoreaba los distritos de Urbino y Cagli; o el de la ciudad de Senigallia apartada de la obediencia papal; o el de Bernardino y Guido de Polenta, que se habían adueñado de Rávena y de Cervia, respectivamente; o el de Giovanni y Riniero Manfredi que habían hecho lo propio con Faenza; o el de Giovanni d’Ollegio que mantenía bajo su posesión la ciudad de Bolonia.
Era precisa una actuación resuelta y aplastante contra todos aquellos rebeldes si se quería reunificar el patrimonio de San Pedro. Aprovechando la presencia en Aviñón del español Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo y avezado militar, que había participado con las huestes de Alfonso XI de Castilla en la Batalla del Salado y en el sitio de Algeciras, Clemente VI le elevó al cardenalato y le confió la misión de reclutar un ejército. Dos años después (1353), entronizado ya Inocencio VI, portando una bula por la que se le nombraba legado papal plenipotenciario para los Estados Pontificios, se aplicó Gil de Albornoz a la misión encomendada, consiguiendo militarmente todos sus objetivos. Recuperó cuantos territorios habían sido usurpados y doblegó a los altivos cabecillas de la insubordinación italiana; los estados de la Iglesia volvían, agrupados, a la obediencia del papa. Albornoz también redactó y puso en práctica el primer marco jurídico específico para los Estados Pontificios, las Constitutiones Aegidianae (las Constituciones Egidianas –por Egidio, esto es, por Gil) que siguieron en funcionamiento hasta los Pactos de Letrán (1929) que fundan la Ciudad del Vaticano.
Renacimiento
El empeño del papa Julio II (1503-1513) consistió en devolver a la Iglesia las posesiones de que los Borgia se habían apropiado. En algunos casos lo consiguió con facilidad; en otros por la fuerza de las armas. Perusa y Bolonia quedaron reintegradas en los Estados Pontificios de esta manera en 1506. Venecia amenazaba con competir con el Vaticano por el dominio de Italia; para atajar este peligro, Julio II formó la Liga de Cambrai con la intervención de Francia, España, el Sacro Imperio, Hungría, Saboya, Florencia y Mantua. Venecia no pudo oponer resistencia a tan potente enemigo y resultó derrotada en la batalla de Agnadello en 1509, dejando al papa sin rival. Con la ayuda de España trató luego de desembarazarse de la presencia en suelo italiano de los franceses, dueños de Génova y Milán. Lo consiguió tras dura lucha, pero lo que nunca lograría es liberar a Italia del dominio español que perduraría intensa y prolongadamente, en especial durante los reinados de Carlos I y Felipe II, aunque éstos nunca acrecentaron sus posesiones a costa de los Estados Pontificios. Por el contrario, Felipe II, si bien contra sus deseos, no impidió que el papa Clemente VIII anexionase a los bienes de la Iglesia la ciudad de Ferrara en 1597.
Movimientos revolucionarios
El condado Venesino y Aviñón pertenecían a los Estados Pontificios, formando un enclave en suelo francés. Estas posesiones fueron confiscadas durante la Revolución francesa, siendo papa Pío VI (1775-1799).
La invasión napoleónica de Italia en 1797 no se detuvo ante las puertas de Roma: un año después las tropas francesas entraban en la ciudad. Unidos a los franceses, los revolucionarios italianos exigieron del papa la renuncia a su soberanía temporal. El 7 de marzo de 1798 se declaró la República Romana y el papa fue apresado y deportado a Francia. Napoleón Bonaparte quiso regularizar las relaciones con la Iglesia, lo que quedó plasmado en el Concordato
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