Exprecion Oral Y Escrita
Enviado por nubeborja • 8 de Enero de 2014 • 809 Palabras (4 Páginas) • 609 Visitas
CON CARA DE PÁJARO
Lautaro Gordillo
-Bolivarense, 1925-
Era un muchachito esbelto y pálido, con dos grandes ojos soñadores que le comían la
cara, pelo ensortijado e indómito, y un aire atractivo que hacía pensar: “Este chico ve
más allá de sus narices”.
Su madre le había regalado, haciendo ahorros de su modesto sueldo de lavandera, un
cajón de lustrabotas que era un tesoro: pintado de azul, con su huella única de caucho
sobre el lomo y ese arsenal de botellas, cepillo, betunes y franelas que él se empeñaba
en conservar limpias a toda costa. Por supuesto, no obtenía así ningún provecho y
era el dolor de cabeza de la madre: él prefería conservar su cajón como oro en polvo.
Lo limpiaba, ordenaba por tamaños y colores los frascos de tinta y las cajas de betúnsegún el brillo de cada una. Las franelas, dobladas, parecían banderas esperando el
día de fiestas.
Cuando su madre le regañaba y le daba uno que otro coscorrón, con suave energía, él
replicaba: “Mamita: se va a poner todo tan feo cuando empiece a lustrar”. Y postergaba
día a día el momento de comenzar.
Para sus amigos, Pepe era “El Golondrina”. Le habían puesto ese nombre un poco
por el aspecto delgaducho y vestido de negro, gracias a la oscura caridad de algún
tío empleado en la funeraria; otro poco, porque el muchacho tenía una habilidad
fantástica para el salto y parecía siempre dispuesto a volar.
Para él, barandas, escaleras, árboles y tapiales eran simples trampolines para llegar
casi hasta las estrellas. Y lo hacía con tanta gracia, ¡como una golondrina! Un día en sus
correrías dominicales, sus amigos le vieron dar tal salto del muro del cementerio abajo,
que creyeron que no le encontrarían con vida. Pero al llegar, anhelantes, después de
haber cruzado la puerta, le encontraron que repetía su hazaña como si volara.
Ese era el problema de Pepe Golondrina: había nacido con una obsesión que le
cosquilleaba el alma. Si dormía, soñaba que volaba; al bajar una escalera, le bastaba
dar un pequeño impulso y su cuerpo se hundía en el aire como una flecha; saltaba, y
desde arriba podía ver las cúpulas de las iglesias, verdes como limones partidos. Las
gentes se le hacían diminutos duendecillos; los ríos como hebras de seda; los árboles
como motas de terciopelo.
A Pepe Golondrina le gustaba el día, porque podía correr de un lado a otro, dando
grandes brincos, con su cajón en bandolera. Todos los pretiles altos del barrio le
parecían ya demasiado pequeños para sus ansias y empezó a hacer exploraciones
cada vez más amplias por la ciudad. Pero siempre volvía ilusionado a su casa a dormir,
pues sabía que solo en sueños
...