Guia De Comprension Lectora
Enviado por cristelrobles • 25 de Septiembre de 2013 • 2.087 Palabras (9 Páginas) • 391 Visitas
JOICHI, EL DESOREJADO1
1) DONDE SE CUENTA LA HISTORIA
DE LA LUCHA ENTRE
LOS TAIRA Y LOS MINAMOTO.
Hace mucho, mucho tiempo —tanto como ochocientos años— existían en Japón dos podero¬sas familias aristocráticas y militares, dos clanes guerreros rivales. Los dos se consideraban muy importantes, porque decían que eran descendien¬tes de antiguos emperadores. Los dos se llevaban como perro y gato, ya que ambos querían dominar —por su cuenta— todas y cada una de las distintas zonas japonesas.
Uno de estos clanes, respondía al nombre de "Los Taira" y eran muy bravos.
El otro, se conocía como "Los Minamoto" y también eran muy bravos.
Ambos protegían un principito al que conside¬raban como el único y verdadero descendiente de los dioses y del que aseguraban que —cuando creciera— sería el emperador de Japón.
Los Taira y los Minamoto se lo pasaban luchando por el poder y sus luchas.eran tremendas, pero ninguna tanto como la que —finalmente— ocurrió alrededor de ocho siglos atrás y que se recuerda como la batalla de Dan-No-Ura porque sucedió en un lugar denominado así y que quedaba en un estrecho del mar, cerca de una zona de hermosas playas.
La batalla de Dan-No-Ura fue terrible, y si bien los Taira eran bravísimos, los Minamoto lo fueron más. Entonces —como en las guerras suelen resultar vencedores los más fieros— ganaron los Minamoto.
Los Taira lo perdieron —allí— todo. No sólo murie¬ron en Dan-No-Ura sus largos sueños de poder sino también sus guerreros, sus mujeres, sus niños y hasta su pequeño principito. Las aguas del mar se los tragaron sin piedad y —a partir de entonces— de todos ellos sólo quedó el recuerdo en los cánticos y recitados populares
2) DONDE SE CUENTA EL EMBRUJO DE LOS TAIRA.
Como habían muerto con extremo dolor y furia debido a su derrota, las almas de los Taira no lograban descansar en paz.
La zona del mar donde se había producido su última lucha —así como las playas de las cercanías—quedaron embrujadas.
Cuentan que vagaban por allí los espíritus per¬dedores y que se oían gritos y clamores de batalla que provenían del mar. Pocos lugareños se anima-ban a internarse en aquellas aguas, ya que las áni¬mas trataban de ahogar a los nadadores y de hun¬dir los barcos. Subían entre las olas de pronto, durante las noches, cuando más oscuras, mejor.
También era durante esas noches cuando po¬dían verse fuegos fantasmagóricos, no sólo a lo largo de la costa sino —también— sobre el oleaje. "Fuegos de los demonios", les decían los campe¬sinos.
Nadie sabía qué hacer para que las torturadas almas de los Taira hallaran la paz.
3) DONDE SE CUENTA POR QUÉ SE CONSTRUYÓ EL TEMPLO DE AMIDAYI
Un día, la gente del lugar empezó a pensar en que —acaso— si se construía un templo donde desarrollar servicios religiosos especialmente dedicados a rezar por el alma de los Taira, estas almas podrían encontrar la paz.
Pero el templo debía de ser erigido muy cerca de la zona a donde aquellos hechos trágicos ha¬bían ocurrido. De lo contrario —opinaban— no ten-dría ningún efecto sobre los enfurecidos espíritus.
Así fue como se eligió Akamagaseki como sitio ideal para edificar el templo, el que pudo cons¬truirse gracias a las donaciones de casi toda la comunidad local.
El templo era budista2 y se lo llamó Amidayi, del mismo modo que las iglesias y otros lugares de congregación de fieles creyentes de distintas reli-giones también llevan —cada cual— su propio nombre.
Junto al templo —y también cerca de la playa— se instaló un cementerio consagrado a la memoria de los Taira. Allí se ubicaron tumbas, lápidas y monumentos donde podían leerse todos los nombres de aquellos desdichados: desde el del pequeño principito ahogado, hasta el del último de sus vasallos que había corrido el mismo fin.
Ya tenían —entonces— un lugar donde pedir por el descanso de sus almas y así lo hacían los lugare¬ños —regularmente— mediante sentidos servicios religiosos. Dicen que —a partir de la construcción del templo y del cementerio— los espíritus de los Taira parecieron hallar un poco de serenidad.
Apenas un poco, porque lo cierto era que —de tanto en tanto— reaparecían para perturbar a los vivos. Eso demostraba —a las claras— que no habían alcanzado totalmente la paz.
4) DONDE SE CUENTA LA PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE JOICHI, EL ARTISTA CIEGO.
Muchísimo tiempo después de los hechos que hasta aquí se han narrado, nació en Akamagaseki un niño ciego al que llamaron Joichi.
A pesar de su discapacidad, Joichi fue hacién¬dose muy famoso a medida que crecía.
¿Por qué? Pues por su enorme talento para tocar el biwa3 y para recitar y cantar —a la manera de los juglares— algunos episodios históricos que ha¬bían conmovido a sus hermanos de raza.
Joichi era apenas un muchacho aún cuando ya había superado —como artista— a sus propios maestros.
De entre la vasta materia que la historia proveía a su arte, era especialmente su interpretación de los sucesos ocurridos entre los clanes de los Taira y los Minamoto lo que a él más le atraía, lo que más le solicitaba la gente y lo que más emocionaba a todos los públicos.
Joichi —como la mayoría de estos artistas ambu¬lantes— era muy, muy pobre al principio de su carrera.
Afortunadamente, encontró un excelente amigo en el bonzo4 del templo Amidayi.
Este sacerdote —al que le encantaba la música y la poesía— le tenía profundo afecto y admiración al joven ciego. Tanto, que un día le propuso que se quedara a vivir en el templo, al igual maravillado por su talento que conmovido por su pobreza.
Muy agradecido, Joichi aceptó el ofrecimiento y se fue a vivir a una habitación que quedaba dentro del edificio del templo.
A cambio de techo y comida, el ciego deleitaba al sacerdote —de vez en cuando— con sus bellas interpretaciones musicales.
5) DONDE SE CUENTA COMO JOICHI
COMIENZA A VIVIR UNA EXTRAÑA AVENTURA.
Una calurosa noche de verano, Joichi abandonó su habitación en procura de refrescarse un poco al aire libre, en la terraza que se abría frente a su dormitorio. Esta terraza daba al jardín y los tres (dormitorio, terraza y jardín) estaban ubicados en la parte posterior del templo.
El muchacho se había quedado solo por unas horas. El sacerdote y su ayudante —tal como un monaguillo— se encontraban en una casa de las proximidades, oficiando un servicio religioso
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