HÄNSEL Y GRETEL
Enviado por • 23 de Febrero de 2015 • 2.616 Palabras (11 Páginas) • 196 Visitas
Hänsel y Gretel
Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se
llamaba Hänsel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer, y en una época de carestía
que sufrió el país, llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de
cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las
preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer:
- ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada
nos queda?
- Se me ocurre una cosa -respondió ella-. Mañana, de madrugada, nos llevaremos a los
niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito
de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el
camino de vuelta, nos libraremos de ellos.
- ¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el
abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las fieras.
- ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de hambre los
cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes! -. Y no cesó de
importunarle hasta que el hombre accedió
-. Pero me dan mucha lástima -decía.
Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantenía siempre desvelados, oyeron lo que su
madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel:
- ¡Ahora sí que estamos perdidos!
- No llores, Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, que yo me las arreglaré para salir del
paso.
Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantóse, púsose la chaquetita y salió a la calle
por la puerta trasera. Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban
en el suelo delante de la casa, relucían como plata pura. Hänsel los fue recogiendo hasta
que no le cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel:
- Nada temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó de
nuevo.
A las primeras luces del día, antes aún de que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los
niños:
- ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque por leña-.
Y dando a cada uno un pedacito de pan, les advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero
no os lo comáis antes, pues no os daré más. Gretel se puso el pan debajo del delantal,
porque Hänsel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino
del bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hänsel se detenía de cuando en cuando, para
volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre:
- Hänsel, no te quedes rezagado mirando atrás, ¡atención y piernas vivas!
- Es que miro el gatito blanco, que desde el tejado me está diciendo adiós -respondió el
niño.
Y replicó la mujer:
- Tonto, no es el gato, sino el sol de la mañana, que se refleja en la chimenea.
Pero lo que estaba haciendo Hänsel no era mirar el gato, sino ir echando blancas
piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo del camino. Cuando estuvieron en medio
del bosque, dijo el padre:
- Recoged ahora leña, pequeños, os encenderé un fuego para que no tengáis frío.
Hänsel y Gretel reunieron un buen montón de leña menuda. Prepararon una hoguera, y
cuando ya ardió con viva llama, dijo la mujer:
- Poneos ahora al lado del fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamos
por el bosque a cortar leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros.
Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al mediodía, cada uno se comió su
pedacito de pan. Y como oían el ruido de los hachazos, creían que su padre estaba cerca.
Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que él había atado a un árbol seco, y
que el viento hacía chocar contra el tronco. Al cabo de mucho rato de estar allí sentados,
el cansancio les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos.
Despertaron, cuando ya era noche cerrada. Gretel se echó a llorar, diciendo:
- ¿Cómo saldremos del bosque?
Pero Hänsel la consoló:
- Espera un poquitín a que brille la luna, que ya encontraremos el camino.
Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño, cogiendo de la mano a su hermanita,
guiose por las guijas, que, brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron
toda la noche, y llegaron a la casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abrió la
madrastra, que, al verlos, exclamó:
- ¡Diablo de niños! ¿Qué es eso de quedarse tantas horas en el bosque? ¡Creíamos que
no queríais volver!
El padre, en cambio, se alegró de que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por
haberlos abandonado. Algún tiempo después hubo otra época de miseria en el país, y los
niños oyeron una noche cómo la madrastra, estando en la cama, decía a su marido:
- Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza de pan, y sanseacabó.
Tenemos que deshacernos de los niños. Los llevaremos más adentro del bosque para
que no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay salvación para nosotros.
Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y pensaba: «Mejor harías partiendo con
tus hijos el último bocado». Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó de
reproches e improperios. Quien cede la primera vez, también ha de ceder la segunda; y,
así, el hombre no tuvo valor para negarse. Pero los niños estaban aún despiertos y
oyeron la conversación. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantóse Hänsel con
intención de salir a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo,
pues la mujer había cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para consolarla:
- No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos ayudará.
A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos de la cama y les dio su pedacito
de pan, más pequeño aún que la vez anterior. Camino del bosque, Hänsel iba
desmigajando el pan en el bolsillo y, deteniéndose de trecho en trecho, dejaba caer
miguitas en el suelo.
- Hänsel, ¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntóle el padre-. ¡Vamos, no te
entretengas!
...