HONESTIDAD

“Obra de tal manera que tus actos sean tomados como normas universales de conducta”.

Kant

Los preceptos kantianos fueron formulados con base en acciones moralmente buenas, no obstante, el ejemplo es un motivador que funciona en doble vía, es decir que, en tanto que un ejemplo positivo genera una reacción positiva (valor), un ejemplo negativo genera una respuesta negativa (antivalor).

Nuestra sociedad es una clara muestra de ello, ya que el ambiente de permisividad y corrupción ha contribuido a “relajar” el esquema de valores de la población y, desafortunadamente, el mal ejemplo de los dirigente políticos y personajes públicos deshonestos, ha tenido un efecto multiplicador en todos los niveles y grupos sociales, desde los núcleos familiares hasta las más complejas organizaciones.

Según Steve Clark, profesor de Derecho de St. Thomas University School of Law de Miami, Florida, “las personas derivan su sentido de honestidad de los demás”, es decir, que imitan patrones o modelos de conducta que adoptan y luego replican en sus esferas de actuación.

En las organizaciones, como en cualquier grupo social, los valores son fundamentales. Sin ellos, las organizaciones, incluso aquellas técnicamente eficientes, están condenadas al fracaso, pues adolecen de graves deficiencias en su recurso más importante.

La honestidad entendida como “la conducta recta, que lleva a observar normas y compromisos con un cumplimiento exigente por parte de sí mismo, teniendo en cuenta principios y valores éticos” (Yarce, 2005, p.133) debe constituir uno de los valores primarios de toda cultura organizacional.

No cabe duda que el buen ejemplo en las organizaciones debe iniciar por sus líderes, quienes deben constituirse en precursores, modelos y transmisores de valores para el resto de miembros, mostrar respeto por las normas y ser coherentes con lo que piensan, hacen y dicen, de tal forma que su conducta se refleje en las actitudes y actividades de sus trabajadores.

La honestidad comienza consigo mismos, al hacerse responsables de los errores y desaciertos cometidos, al aceptar las limitaciones propias y estar dispuestos a corregir, sin poner excusas o echarle la culpa a terceros.

Es fundamental que todos los miembros de la organización tengan claro cuáles son las prácticas laborales deshonestas y cuál es la postura de la organización en torno a ellas, con el propósito de que sepan cómo actuar frente a situaciones que generen conflicto de intereses.

Es importante que, tanto los líderes como los subordinados, tengan claro que no hace falta mentir para ser deshonesto, ya que es igualmente deshonesto dar respuestas vagas con tal de no admitir que no se podrá cumplir con un compromiso o, que no se cuenta con la experiencia necesaria para realizar una tarea.

Deben saber que es preferible rechazar una venta antes que ofrecerle al cliente un producto o servicio que, de antemano, se sabe que no satisfará sus expectativas. Viene como anillo al dedo, citar un fragmento del Código de Conducta Empresarial de The Coca-Cola Company, en el que se lee “Algunas situaciones pueden parecer ambiguas. Tenga cuidado cuando se escuche a sí mismo o a otra persona decir “Todo el mundo lo hace”, “Sólo por esta vez”, “Nadie lo sabrá” o “Al final no importará”. Estas son señales para detenerse,

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