HOSPITALES PUBLICOS

HOSPITALES PUBLICOS (AÑOS ’20)

La práctica médica se desarrollaba a fines del siglo XIX y comienzos del XX en instalaciones públicas y privadas, y en cada uno de estos espacios diferían las formas de vincularse con el paciente y la relación con las fuentes de financiamiento. La diferenciación entres ambas jurisdicciones, es insuficiente cuando se trata de observar las condiciones de la práctica misma, ya que en cada una de ellas operan organizaciones relativamente distintas.

Dentro del sistema público se encontraban los servicios administrados por agencias del estado (nacional, provincial, municipal) y los que estaban a cargo de sociedades de beneficencia.

En el ámbito privado coexistían con instalaciones de propiedad de médicos o empresas médicas, las pertenecientes a mutualidades y muy especialmente los hospitales de colectividades.

La diferenciación es útil para caracterizar de modo general la práctica profesional

En los hospitales públicos, la mayor parte de los profesionales brindaba sus servicios sin retribución. En espacios privados percibían honorarios, ya sea por pago directo de los pacientes o a través de alguna de las formas de cobertura existentes.

En el consultorio el médico entablaba una relación personal y d confianza con sus enfermos; era elegido por ellos, tomaba a su cargo los problemas de salud del grupo familiar y solía ser el consejero.

En los servicios públicos y de beneficencia, es posible suponer que ese vínculo fuera más débil, en particular cuando el paciente formaba parte de la población de indigentes que acudía a esas instalaciones para ser atendida. En general se trataba de los mismos profesionales, que acudían al hospital u otros centros asistenciales por la mañana y por la tarde recibían a su clientela en un conjunto disperso de consultorios y pequeñas clínicas y con un número reducido de sanatorios.

La figura central en el sistema tradicional de atención de la salud era el médico que ejercía su tarea solo o con uno o dos asociados con características similares. Las bases técnico-científicas de esa práctica profesional no requerían todavía instalaciones complejas ni estimulaban la división en especialidades.

La profesión estaba coordinada por redes informales de referencia entre generalistas y especialistas y por relaciones flexibles de equipo médico y entre médico y hospitales.

Los consultorios se ubicaban en los barrios donde la gente vivía, el médico generalmente tenía el consultorio en su casa. Esto reducía los tiempos de viaje y facilitaba una articulación más estrecha de la cultura, el lenguaje y el estilo personal de profesionales y pacientes.

La medicina era practicada en el hogar del enfermo o en el consultorio del médico y si era necesaria una práctica más compleja el médico recurría a un hospital o sanatorio para llevar la práctica.

Los médicos y las camas de internación eran suficientes en las ciudades de urbanización temprana, acompañando la actividad económica y la prosperidad derivada de la integración a un mercado nacional o internacional.

Las condiciones de los hospitales municipales distaban de ser óptimas y no admitían comparación con los establecimientos de la Sociedad de Beneficencia, situación reiteradamente reconocida y lamentada por los funcionarios a cargo de su administración. Sin embargo las deficiencias parecen haber estado relacionadas en mayor medida con las condiciones de confort y tal vez de higiene, que con la falta o escasez de recursos técnico-terapéuticos, asociada

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