Historia De Bolivia
Enviado por carlos241292 • 29 de Septiembre de 2014 • 2.690 Palabras (11 Páginas) • 208 Visitas
Juana Azurduy de Padilla
Teniente coronel
Juana Azurduy Bermudez fue una patriota del Alto Perú que acompañó a su esposo Manuel Ascencio Padilla en las luchas por la emancipación en el Virreinato del Río de la Plata contra el Reino de España y que a la muerte de éste asumió la comandancia de las guerrillas que conformaron la luego denominada Republiqueta de La Laguna, por lo que es honrada su memoria en la Argentina y en Bolivia.
Juana Azurduy de Padilla nació en Toroca, Chuquisaca un 12 de julio de 1780. Eso no era nacer en cualquier lugar ya que dicha ciudad, que también recibía los nombres de La Plata o Charcas, era una de las más importantes de la América española.
Pertenecía al Virreinato del Río de La Plata desde 1776, igual que el resto del Alto Perú, y en ella residían nada menos que la Universidad de San Francisco Xavier, la Audiencia y el Arzobispado.
Su padre fue un hombre de dudoso linaje español don Matías Azurduy . Su madre, doña Eulalia Bermúdez, fue una chola de Chuquisaca, de allí su sangre mestiza, quizás por algún desliz amoroso de don Matías Azurduy, se elevó socialmente gozando de una desahogada situación económica, ya que el padre de Juana era hombre de bienes y propiedades.
Juana tuvo una hermana menor llamada Rosalía. En vista de que en aquellos tiempos no había escuela para las niñas, el aprendizaje de las primeras letras y el cálculo lo hacían en el hogar con algún maestro particular donde también aprendió a hablar Quechua y Aymara, la doctrina cristiana la aprendían en la parroquia.
Don Melchor Padilla fue amigo del padre de Juana, ellos y sus hijos se ayudaban en las tareas campestres y de igual manera compartían las fiestas, muy pronto entre Juana y Manuel Asencio se despertó una fuerte corriente de simpatía.
Juana fue marcada por un sino trágico que la perseguiría toda su vida, que la condenará a la despiadada pérdida de sus seres más queridos, su madre murió súbitamente cuando ella tenia siete años, al poco tiempo falleció don Matías, también en forma violenta; por la prematura muerte de sus padres, le siguió una difícil relación con sus tíos Petrona Azurduy y Francisco Díaz Valle, quienes se hicieron cargo de las dos huérfanas, más por ambicón de admnistrar las propiedades que habían heredado, que por un sincero deseo de protegerlas afectivamente.
En vista de la tensa relación existente entre Juana y sus tutores, éstos tomaron la decisión que la sobrina díscola, ingresará en un convento para hacerse monja. Pronto fue evidente, sin embargo, que la vida conventual no era para ella. La vida contemplativa del convento en esa adolescente, que amaba el cabalgar desafiando a los vientos, el trepar a los árboles sin temor a los porrazos, el zambullirse en aguas torrentosas, terminó en una tremenda trifulca con la madre superiora gracias a su actitud desafiante, clandestinamente organizaba reuniones donde aprendían la vida de Tupac Amarú y otros personajes que se revelaron contra los españoles. A los 8 meses de su internado es expulsada y regresa a su pueblo natal.
Otra vez en Toroca, Juana parece retomar la huella que el padre había trazado para su hija predilecta. Reencuentra allí la libertad, la acción, la naturaleza.
Juana siempre amó y admiró a Manuel Ascencio Padilla, en ese respetuoso y encendido amor Juana no dudo en unírsele, pero de la forma en que ella concebía la unión entre hombre y mujer: luchando a la par. Juana, una hermosa mujer de familia criolla, pudo disfrutar de una vida acomodada, de mujer casada.
Azurduy y su esposo, Manuel Ascensio Padilla, se sumaron a la Revolución de Chuquisaca que el 25 de mayo de 1809 destituyó al presidente de la Real Audiencia de Charcas
Tuvo cuatro hijos que llevaba consigo en las batallas en las que participaba junto a Manuel. Es el mes de marzo de 1814, Juana y Manuel vencieron a los realistas en varias batallas, en espera de un contraataque, las tropas revolucionarias tuvieron que dividirse: Manuel se encaminó hacia La Laguna y Juana se internó con sus cuatro hijos pequeños y un grupo de guerrilleros en un refugio cercano al río, en el valle de Segura, provincia de Tomina. A Juana le habían manifestado que Padilla se encontraba en peligro; salió en su auxilio pero tuvo que volver pronto: los españoles avanzan hacia el valle de Segura donde habían quedado sus niños.
La batalla fue la más cruel y más dolorosa de todas las que tuvo. Juana se internó con sus cuatro hijos en el monte desconocido. No había alimentos, sus soldados escoltas huyeron asustados. No existió un refugio contra la plaga de insectos que llenaron de pestes el cuerpo de sus pequeños, es allí donde se enfermaron cada uno de sus cuatro hijos, allí murieron Manuel y Mariano. Posteriormente en el refugio del valle de Segura fallecieron sus dos hijas: Juliana y Mercedes, de paludismo y disentería.
Juana estuvo nuevamente embarazada, cuando se presentó en el combate el 2 de agosto de 1814. Juana dio a luz a su hija Luisa Padilla en las orillas del Río Grande, cuando se inició el ataque realista. Los hombres que la custodiaban presumieron que su jefa estaba débil y que era el mejor momento para arrebatarle el botín de guerra con el que contaban las tropas revolucionarias que Juana custodiaba con celoso fervor. Por otro lado las fuerzas realistas fijaron el precio, 10.000 pesos en plata por la cabeza de Juana.
Los traidores al mando de Loayza complotaron y arremetieron contra la teniente coronela, que se alzó frente a ellos con su hija en brazos y la espada obsequiada por el General Belgrano, tendida hacia adelante en ademán de ataque. Algunos historiadores cuentan que ordenó el ataque en quechua a su tropa de indios amigos. Otros dicen que ella misma, con su espada, le arrancó la cabeza a Loayza de un solo sablazo de derecha. Juana montó a caballo con la pequeña Luisa en brazos y juntas se zambulleron en el río, logrando llegar con vida a la otra orilla.
El torbellino de estímulos desencadenados por la lucha de la independencia, lanzo a la esposa y madre junto a su esposo, al vendaval de las batallas: Tarvita, El Salto, Quila Quila, Potolo, Aiquile, Las Cañadas, Presto, Las Carretas, La Laguna y El Villar.
La gesta insurgente acometida en territorio de Charcas, concluyó a la muerte de Padilla, el 14 de septiembre de 1816 es el epílogo sangriento de El Villar. Manuel Ascencio Padilla fue nombrado Coronel del ejército argentino del norte, cuando su cabeza estaba ya clavada en una pica.
Mario “Pacho” O'Donnell, en su artículo: “Juana Azurduy” publicado en la Revista Lilith en marzo de 2005. (Buenos Aires), describe de la siguiente manera la batalla del Villar:
"Juana avanzaba
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