Historia Inédita
Enviado por sumaveca • 8 de Julio de 2015 • 1.069 Palabras (5 Páginas) • 129 Visitas
AMOR EN EL MÁS ALLÁ
En estas líneas dejaré escapar parte de mi vida, mis sentimientos, ilusiones, dolor y soledad.
Mi historia comienza a los 18 años, plenos de juventud y ansias de vivir.
Conocí a Carlos, hermano de mi mejor amiga, y me enamoré perdidamente de él. Nuestro romance duró 3 años y un día fijamos la fecha de nuestro matrimonio, con el beneplácito y alegría de nuestros padres.
Sólo faltaba un mes para unirnos ante Dios y los hombres, pero mi conciencia no me dejaba vivir, me había acordado de un juramento que había hecho a Dios.
Cuando niña y estando mi hermanita menor enferma, y al ver el dolor de mis padres, rogué a Dios y prometí irme a un convento si Él escuchaba mis ruegos y sanaba a mi hermana. Él me escuchó y vi la alegría nuevamente en los ojos de mis padres, pero con la inconciencia de una niña, con el tiempo olvidé ese pasaje de mi vida.
Pero al preparar mi matrimonio, la conciencia comenzó a herirme día a día, mi única solución fue confiarle a un sacerdote mi dilema, y la respuesta fue rápida y sabia. El sacerdote me miró a los ojos y me dice: “Si es la voluntad de Dios, entra a un convento, y ahí sabrás la respuesta. Si no es tu vocación, volverás a tu vida normal y saldrás del convento tal como entraste. Pero si te casas, nunca podrás dar marcha atrás y vivir en paz”.
El dolor y la desesperación que sentí en esos momentos no los puedo explicar. Lloré al tener que destrozar con mis propias manos una felicidad que deseaba junto al ser amado. Mi corazón ya estallaba de dolor al decirle a Carlos que lo nuestro nunca podía ser. Lloramos juntos, pero Dios nos dio el valor de separarnos y aceptar el camino que Dios me trazaría de ahí en adelante. Amar a Dios y servir a mis semejantes, especialmente a los que más necesitaban, o sea, los más pobres.
En el año 1961, un día muy de mañana acompañada por mis padres, entré al convento “Misioneras de Jesús”.Prometí cerrar mi corazón y mis sentidos a las sensaciones del amor humano y sólo dedicar mi vida a Dios. Traté de apartar de mi pensamiento todo lo que mi corazón deseaba. Poco a poco en compañía de las hermanas del convento, mis pensamientos y sentimientos comenzaron a adormilarse, y después de seis meses de postulante, tomé mi velo de novicia.
Mi vida en el régimen del claustro cambió, y a pesar de todo, fui feliz según los designios de Dios. Él me dio fuerzas, me dio amor por las personas que debía ayudar. Nos enviaron a misionar a los lugares en donde las personas necesitaban el cariño y el conocimiento de Dios, y esas fueron las comunidades mapuche en la novena región. Conocí muchas reducciones mapuches como se le llamaban en ese tiempo. El sacerdote de la comuna nos iba a dejar a esos lugares donde sólo existían las rucas. Todo lo acepté, el frío, hambre, enfermedad, miedo y dolor. En momentos de flaqueza pensaba que yo sólo era un instrumento en las manos de Dios, y seguía ayudando, instruyendo a pesar de caer una y otra vez; pero
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