IMPACTO DE LOS PARADIGMAS PEDAGÓGICOS HISTÓRICOS EN LAS PRÁCTICAS EDUCATIVAS CONTEMPORÁNEAS
Enviado por marnaudo • 13 de Junio de 2014 • 14.852 Palabras (60 Páginas) • 558 Visitas
Revista Iberoamericana de Educación (ISSN: 1681-5653)
IMPACTO DE LOS PARADIGMAS PEDAGÓGICOS HISTÓRICOS
EN LAS PRÁCTICAS EDUCATIVAS CONTEMPORÁNEAS
Mario César Zaccagnini
Investigador del Grupo G.I.S.E.A. (U.N.M.D.P.), Argentina
Asesora: María Dolores Jolis
INTRODUCCIÓN: EL PORQUÉ DE LOS PARADIGMAS HISTÓRICOS
El tema que nos ocupa en este trabajo, el de los paradigmas pedagógicos de formación docente,
reviste una gran importancia a la hora de pensar acerca de la identidad del rol profesional docente; en
efecto, la epistemología de la formación docente se nutre, entre otros, de elementos constitutivos de la la
construcción del “Hábitus docente” y que definen la naturaleza de su quehacer concreto en la institución
educativa. En este caso, cobran relevancia los compromisos que se asumen en toda formación profesional y
la historia incorporada durante la misma. Así, las tradiciones imperantes en la formación docente atesoran
una crucial importancia ya que, como productos del devenir histórico, están presentes en las imágenes
sociales, en la dinámica de las decisiones políticas, en los imaginarios que imbrican la trama de las
organizaciones educativas y la propia conciencia de los docentes. Asimismo, el contexto socio-político, que
configura a la labor profesional del docente (esto es, las relaciones entre el control social y la autonomía en
el trabajo docente), resulta de vital importancia a la hora de analizar las condiciones reales en que se
desenvuelven las prácticas.
Al pensar en abordar la cuestión de la identidad del rol desde la perspectiva de los paradigmas
históricos de formación, surgen interrogantes que planteados, nos brindan puntos de partida; al efecto, es
conveniente destacar la siguiente cita de Terigi y Diker (1997, p.25):
¿Cómo transformar la escuela moderna concebida hace trescientos años, en una institución que responda
a las necesidades de un mundo globalizado, de una cultura massmediática, de unos niños que sobre
muchas cosas saben más que nosotros, de un mercado de trabajo flexibilizado cuyas demandas
formativas mutan constantemente? ¿Cómo respetar las diferencias culturales a través de una institución
cuya estructura es profundamente homogeneizante? ¿Cómo formar para el ejercicio ciudadano en la era
de la política mediática, de la postpolítica? ¿Cómo confiar en el sentido de lo que enseñam os si las
certezas científicas y la confianza ilustrada en el progreso indefinido del conocimiento están
profundamente cuestionadas?
En otro orden, al revisar críticamente dichos pararadigmas históricos y demostrar que de alguna
manera mantienen una inusitada vigencia en la configuración de las prácticas educativas, nos estamos
aventurando en el abordaje crítico de los aspectos ideológicos que interpelan el rol social de la escuela y
que por ende, configuran al espacio simbólico de la profesión docente. Las concepciones educativas que
cada paradigma dio a luz en su momento, definiera a un determinado sujeto pedagógico; entendido éste
como la relación compleja entre el educador y el educando, producto de la vinculación compleja entre
ambos actores sociales. El quehacer educativo, como todo trabajo, se inscribe en un marco legitimador que
le confiere una determinada legalidad. Dicha legitimación es configurada a partir de unas determinadas
relaciones de poder, entre los distintos grupos que entretejen la trama social. Por ello, todo paradigma
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pedagógico define su sujeto y es a partir de la misma en cómo se concibe el rol del educador. (Puigros,
1990).
Por ello, abordar la temática del sujeto pedagógico en su posibles configuraciones históricas, nos
propone aventurarnos en el vasto y complejo territorio de las representaciones que sustentan a las prácticas
educativas. Se entiende a éstas no solo en su limitada circunscripción al ámbito institucional de la escuela
sino que se definen como una de las estrategias privilegiadas de las cuales, la sociedad se vale para la
transmisión del corpus de saberes y conocimientos culturalmente válidos a las jóvenes generaciones.
Ampliando el concepto, toda práctica educativa es en sí productora de sujetos a partir de otros
sujetos, es decir, se trata de una mediación. Se realiza construyendo un sujeto mediador, que se ha de
denominar como sujeto pedagógico. El mismo define a la relación compleja entre educador y educando, a
la resultante de la vinculación entre ambos que participan en las complejas situaciones educativas. Estas
situaciones tienen lugar en distintos ámbitos institucionales, que encuadran y precisan una pedagogía. Y
toda pedagogía define su sujeto; cada una estipula los elementos y el orden de las series que la
constituyen como estructura significante, cuya función es mediar entre los sujetos políticos y sociales, y el
habitus que se pretende inculcar. En este sentido, se considera como pertinente, el concepto de sujeto
pedagógico que plantea Adriana Puigrós (1990); el cual define que todo sujeto se constituye en una
relación, en la que participan el educador, el educando, el habitus y los conocimientos que se transmiten,
ubicados en un momento y un tiempo histórico determinado.
El sujeto pedagógico histórico definido por la institución escolar es un sujeto pedagógico
universal, ya que el dispositivo pedagógico-didáctico estandariza las previsiones acerca de qué, cómo y
cuando debe aprender el conjunto de niños agrupados en niveles. Es así como se ignoran las diferencias de
capital cultural, las trayectorias de vida relacionadas con el lugar que se ocupa en la estructura social,
historias vitales particulares, motivaciones, intereses, etc. Hoy por hoy, se debe considerar al sujeto
pedagógico desde una perspectiva más amplia multirreferenciada, en un intento de acercarse a la
complejidad del universo sociocultural, al que desafía con la dispersión del sujeto pedagógico universal, al
cual es posible definir como las múltiples articulaciones posibles entre el educ ador, el educando y los
saberes y la configuración de espacios educativos con su propia legitimidad pedagógica.
En efecto, además de los espacios institucionales como la familia y la escuela considerados
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