Implicaciones De Los Cambios De La Sociedad En La Educación Y Los Docentes

Las transformaciones globales y el avance del constante movimiento de las economías mundiales en torno al valor de la tecnología han puesto en el ojo de la mira a los sistemas educativos. En ellos recae la responsabilidad de generar y difundir el conocimiento en la sociedad y por lo tanto, se instituyen en la instancia decisiva que está a la base de la carrera tecnológica (es decir, de las posibilidades económicas futuras de la sociedad).

Esta realidad, que marca la demanda que hoy se hace a la educación, contrasta con otra realidad bastante conocida; hoy, los sistemas educativos no pueden salir airosos frente a este desafío sin contemplar cambios y adaptaciones.

Por ello, se han propuesto distintas reformas educativas en las cuales se toman al pie de la letra las metas que le han sido asignadas los políticos o las tendencias de moda, sin preguntarse qué hay detrás de ellas y si son viables. Así las circunstancias sociales y políticas originan las reformas educativas que llegan a ser consideradas algunas de ellas como fracasos pero en realidad no lo son, lo que ha llevado a que no funcionen eficientemente son algunas de las siguientes situaciones: el porcentaje del PIB empleado para educación no es el marcado por la leyes y normativas de la OCDE, además que son en su mayoría empleados en procesos administrativos; son elaboradas desde las ideologías políticas hasta llegar al docente, quien es quien en realidad a través de un diagnóstico el que las proponga; no se otorga el seguimiento y evaluación que permita adaptar los puntos débiles y reforzarlos; no se destina el presupuesto adecuado a la investigación educativa así como a la capacitación de los docentes para que se logre esa apropiación de la reforma y la aplicación adecuada de la misma.

Entonces, reconozco que una Reforma de la Educación implica una reestructuración de la política de la educación, en sus diversos componentes, siempre en relación a procesos de legitimidad políticas del Estado (enfatizando la participación social, por ejemplo); a la transformación de los principios de operación del sistema (introduciendo mecanismos de mercado en la educación pública como son el retorno de la inversión); a una nueva interrelación de las políticas educativas con las sociales y las económicas (como financiamiento por mérito o sistemas de becas condicionadas); a modificaciones de la operación de la burocracia educativa (como la reorganización basada en las necesidades no sólo del sistemas sino de sus trabajadores); o nuevas metas o prioridades de calidad apropiadas por el sistema en general: maestros, estudiantes, sociedad, políticas, administrativas, etc. para que de esta forma se genere un compromiso para su realización.

Sin embargo, al hablar de calidad necesitaremos especificar que la calidad educativa es un concepto multidimensional, proviene del latín “Qualis”, que significa de qué clase o tipo. De inicio el término se utilizó para referirse al proceso de producción o eficiencia de un producto terminado, pero en educación considero que es la capacidad de búsqueda de constante mejoramiento, competencia técnica, excelencia en la acción, aprovechar al máximo los recursos materiales y humanos para el cumplimiento de los propósitos educativos.

En consecuencia, surge la necesidad de un sistema de calidad, así como de un docente con una formación óptima para su desempeño, por lo que es necesario identificar que la palabra formación implica el ayudar al sujeto a tomar conciencia de las propias actuaciones y de cómo mejorarlas, prepararlo para el cambio constante como ser humano en sus conocimientos,

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