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Enviado por • 14 de Julio de 2014 • 19.256 Palabras (78 Páginas) • 142 Visitas
EXPOSICIÓN DEL SÍMBOLO DE LOS APOSTÓLES O DEL
"CREDO IN DEUM"
Prólogo
I.—Lo primero que le es necesario al cristiano es la fe, sin
la cual nadie se llama fiel cristiano. Pues bien, la fe
produce 4 bienes.
2.—Primeramente por la Fe se une el alma a Dios. En
efecto, por la fe el alma cristiana realiza una especie de
matrimonio con Dios (Oseas, 2, 20): "Te desposaré
conmigo en la Fe".
Por lo cual al ser bautizado el hombre, desde luego
confiesa la Fe, cuando se le pregunta: "¿Crees en Dios?",
porque el bautismo es el primer sacramento de la fe. Lo
dice el Señor (Mc 16, 16): "El que crea y sea bautizado
será salvo". Porque el bautismo sin la fe es inútil, por lo
cual es de saberse que nadie es acepto a Dios sin la fe
(Heb II, 6): "Sin la fe es imposible agradar a Dios". Por
esta razón San Agustín, comentando a Romanos 14, 23:
"Todo lo que no proceda de la fe es pecado", escribe:
"Donde falta el conocimiento de la eterna e inmutable
verdad, falsa es la virtud aun con las mejores
costumbres".
3.—El segundo bien es que por la Fe comienza en
nosotros la vida eterna. Porque la vida eterna no es otra
cosa que conocer a Dios, por lo cual dice el Señor (Jn 17,
3): "La vida eterna es que te conozcan a ti el solo Dios
verdadero". Pues bien, este conocimiento de Dios
empieza aquí por la fe, para perfeccionarse en la vida
futura, en la cual lo conoceremos tal cual es. Por lo cual
se dice en Hebreos II, I: "La fe es la substancia de las
realidades que se esperan". Así es que nadie puede
alcanzar la bienaventuranza, que es el verdadero
conocimiento de Dios, si primero no lo conoce por la fe
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(Juan 20, 29): "Bienaventurados los que no vieron y
creyeron".
4.—El tercer bien es que la fe dirige la vida presente. En
efecto, para vivir bien es menester que el hombre sepa
qué cosas son necesarias para bien vivir, y si tuviera que
aprender por el estudio todas las cosas necesarias para
bien vivir, o no podría alcanzar tal cosa, o la alcanzaría
después de mucho tiempo. En cambio la fe enseña todo lo
necesario para vivir sabiamente. En efecto, ella nos
enseña la existencia del Dios único, que recompensa a
los buenos y castiga a los malos, y que hay otra vida y
otras cosas semejantes, que nos incitan suficientemente
a hacer el bien y a evitar el mal (Habac 2, 4): "Mi Justo
vive de la fe". Lo cual es manifiesto, porque ninguno de
los filósofos de antes de la venida de Cristo, a pesar de
todos los esfuerzos, pudo saber tanto acerca de Dios y de
lo necesario para la vida eterna cuanto después de la
venida de Cristo sabe cualquier viejecita mediante la fe.
Por lo cual Isaías (II, 9) dice: "Colmada está la tierra con
la ciencia del Señor".
5.—El cuarto bien es que por la fe vencemos las tentaciones
(Hebr I I, 33): "Por la fe los santos vencieron
reinos". Y esto es patente, porque toda tentación viene o
del diablo, o del mundo, o de la carne. En efecto, el
diablo tienta para que no obedezcas a Dios ni te sujetes
a El. Y esto lo rechazamos por la fe. Porque por la fe
sabemos que El es el Señor de todas las cosas, y por lo
tanto que se le debe obedecer: I Pe 5, 8: "Vuestro
adversario el diablo ronda buscando a quién devorar:
resistidle firmes en la fe".
El Mundo, por su parte, tienta o seduciendo con lo
próspero o aterrándonos con lo adverso. Pero todo lo
vencemos por la fe, que nos hace creer en otra vida mejor
que ésta, y así despreciamos las cosas prósperas de este
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mundo y no tememos las adversas: I Jn 5, 4: "La victoria
que vence al mundo es nuestra fe", y a la vez nos enseña
a creer que hay males mayores, los del infierno.
La Carne, en fin, nos tienta induciéndonos a las delectaciones
momentáneas de la vida presente. Pero la fe
nos muestra que por ellas, si indebidamente nos les
adherimos, perdemos las delectaciones eternas: Ef 6. 16:
"Embrazad siempre el escudo de la fe".
Con todo esto queda patente que es grandemente útil
tener fe.
6.—Pero puede alguno decir: es una tontería creer en lo
que no se ve; así es que no se puede creer en lo que no
vemos.
7.—Respondo. En primer lugar, la imperfección de nuestro
entendimiento resuelve esta dificultad: porque si el
hombre pudiese perfectamente conocer por sí mismo
todas las realidades visibles e invisibles, necio sería
creer en lo que no vemos. Pero nuestro conocimiento es
tan débil que ningún filósofo pudo jamás descubrir a la
perfección la naturaleza de un solo insecto. En efecto,
leemos que un filósofo vivió treinta años en soledad para
conocer la naturaleza de la abeja. Por lo tanto, si nuestro
entendimiento es tan débil, ¿acaso no es insensato no
creerle a Dios sino lo que el hombre puede conocer por sí
mismo? Por lo cual sobre esto se dice en Job 36, 26: "¡Qué
grande es Dios, y cuánto excede nuestra ciencia!".
8.—En segundo lugar se puede responder que si un
maestro enseñase algo de su ciencia y cualquier rústico
dijese que eso no es tal como el maestro lo afirma por no
entenderlo él, por gran necio tendríamos a ese rústico.
Pues bien, es un hecho que el entendimiento de los
ángeles excede al entendimiento del mejor filósofo más
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que el entendimiento de éste al del rústico. Por lo cual
necio es el filósofo si no quiere creer lo que dicen los
ángeles, y con mayor razón si no quiere creer lo que Dios
enseña. Sobre esto se dice en Eccli 3, 25: "Muchas cosas
que sobrepujan la humana inteligencia se te han
enseñado".
9.—En tercer lugar se puede responder que si el hombre
no quisiera creer sino lo que conoce, ciertamente
no podría vivir en este mundo. En efecto, ¿cómo se
podría vivir sin creerle a nadie? ¿Cómo creer ni siquiera
que tal persona es su padre? Por lo cual es necesario
que el hombre le crea a alguien sobre las cosas que él
no puede conocer perfectamente por sí
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