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Interpretación Y El túnel.


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2013  •  1.790 Palabras (8 Páginas)  •  287 Visitas

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Hay un hecho que suele o debe generarnos cierta intriga una vez que leemos algún escrito literario; una pregunta que tiene diferente duración en las cabezas de los lectores: ¿Cómo lo interpreto?

Para la interpretación, que es casi un arte, existen diversas “técnicas” si se quiere, aunque en realidad en algún sentido, no existe ninguna puesto que sin importar las tácticas que empleemos, lo que definirá será cada persona en particular. Es por esto que pondré como principal ejemplo una novela que, tanto para interpretar como para ilustrar, creo lo tiene todo: “El túnel” de Ernesto Sábato.

No necesitamos terminar de leer un libro para darnos a la actividad de interpretar –es incluso probable que debamos hacerlo unas páginas después de haber comenzado la lectura-. Es importante decir que esta habilidad no se relega solo a la literatura, sino que la usamos en todos los géneros y tipos de textos, y en infinidad de ocasiones en la vida cotidiana. Esto es en parte lo que el filósofo alemán Ernst Cassirer describe como simbolización: la capacidad que tenemos los humanos de atribuirle distintos significados a palabras, acciones, gestos o cosas; y, por ende, también la habilidad de decodificarlos. Habiendo dicho esto podemos pensar que no nos son ajenos los errores en la divulgación de la información por una mala comprensión de ella; ni nos son extrañas situaciones que asombrado por algún comentario de amigos o enemigos, nos “auto-cuestionamos” qué nos querrá decir. Y es ésta pregunta la que nos interesa.

Como ya dije, se nos plantea una pregunta que vaga en la mente de los más cultos durante varias horas, días o quizá semanas. En algunas ocasiones nos hace caminar varias vueltas alrededor de la mesa y en otras se da de manera tácita y automática, donde ni siquiera necesitamos ser concientes de la pregunta.

Ahora, cuando lo que necesitamos interpretar es un texto literario, la cosa cambia. Lo primero que necesitamos es establecer el sentido que le daremos a la interpretación. En este sentido, podemos entenderlo de manera figurativa (si trasladamos el concepto desde las artes visuales, donde significa lo opuesto a lo abstracto), que implica que comprendamos los acontecimientos sin ningún otro significado oculto. Por el contrario, podemos analizar lo sucedido de manera más profunda o abstracta.

Podemos aplicarlo entonces al libro antes mencionado, en el cual Juan Pablo Castel, un reconocido pintor, relata las causas que lo llevaron a terminar con la vida de su amada. Si consideramos las dos opciones lo más viable sería pensar “figurativamente”, pues es lo más lógico ya que no hay nada que nos deba parecer sospechoso en esta premisa. Es así que también debemos hablar de límites, aquellos muros que el texto nos pone para su correcta comprensión. Hay textos en los que la redacción nos permite entenderlo de ambas formas, hay otros casos en que los escritos se deciden por solo una. Es por lo siguiente que es de suma importancia reconocerlos: aunque sobre interpretación no precisamente hay reglas ¿No sería erróneo pensar que Sábato por “pintor” quiso referirse a alguien fanfarrón (según el lunfardo gauchesco argentino) en lugar de alguien que ejerce la pintura como profesión? No es necesario ser demasiado rebuscado con cosas poco suspicaces, o por lo menos en una primera instancia donde el contexto no es sospechoso. Esto último es de curiosa relevancia, y ya demostraré el porqué.

Hasta aquí, lo más fácil. Incorporar una situación de manera superficial lleva poco esfuerzo. En contraposición, cuando advertimos que algo no es demasiado fiable, o a veces ambiguo, es el momento de poner todas nuestras herramientas sobre la mesa para enfrentarnos a la tarea de dar una significación apropiada y lo más acertada posible a eso que nos intriga. A pesar de ser un trabajo complicado (en mayor o en menor escala) es, por lo menos para mí, de los más interesantes. Es necesario sentir intriga por lo que vemos o leemos, porque es en la investigación donde se encuentran las certezas.

Situaciones en las que podemos profundizar en “El túnel” hay muchísimas, que tendrán diferentes grados de impacto en nosotros. Es indudable para mí que el pez gordo se encuentra con los personajes. Por un lado Juan Pablo, un pintor que siente en extremo solo, incomprendido, pero que sin embargo no desea la comprensión de las personas, si no la compañía y el amor de una sola: la señorita Iribarne –de quien ya tendré tiempo de hablar-. Para ser más exacto, particularmente en este personaje es el conjunto de sus acciones más su personalidad lo que lo hace considerablemente interesante. Una de las características a las que debemos darle más mérito es a la cautela con la que realiza deducciones de la talla de grandes detectives, aunque no son movidos por nada muy diferente de los celos. También así a la impulsividad que lo llevan a cometer injustas acusaciones contra su enamorada, y casi al mismo tiempo a arrepentirse de lo hecho –lo que el denomina “división de la conciencia”-. Alguien que aborrecía a las personas, encontrándoles mil y un defectos, termina por reconocerse como uno más de ellos, es en resumen lo que desata la ironía en la historia.

En algún momento llegué a sorprenderme de lo siguiente: para una novela que ha recibido grandes críticas y elogios por su carácter de exponente

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