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JUAN PABLO VISCARDO Y GUZMAN


Enviado por   •  29 de Abril de 2013  •  3.442 Palabras (14 Páginas)  •  761 Visitas

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JUAN PABLO VISCARDO Y GUZMAN

Una vida no contada

JUAN FERNANDO GAMERO MEDINA

La historia de la dominación española se puede resumir en cuatro palabras: ingratitud, injusticia, esclavitud y desolación.

Juan Pablo Viscardo y Guzmán.

PROLOGO

No pretendo con este libro hacer un aporte histórico pero sí una contribución en el aspecto literario en torno al prócer Viscardo y Guzmán.

Al humanizar a Juan Pablo en esta novela, quiero facilitar al lector el imaginárselo jugando con niños de su edad, embroncándose con jóvenes de un colegio rival cuando estudiaba en el Cuzco, conversando de la actualidad política con sus amigos en sus tiempos de novicio, o confiando sus profundas depresiones a sus ocasionales amigos.

Era el análisis de las noticias que ávidamente recibía, lo que motivaba las conversaciones con su hermano Anselmo y con sus compañeros de colegio, dando muestras de su prematura madurez.

Más tarde, ya en el exilio, su avidez se extendió a las bibliotecas europeas y hacia sus muy bien enterados informantes –quienes por vía epistolar- lo mantuvieron completamente actualizado.

Hay personajes que se han creado ucrónicamente para llenar vacíos tan importantes como lógicos de entender y que el amable lector los identificará sin mucho esfuerzo y con mucha comprensión.

Se ha querido poner en el tapete el momento de quiebre, cuando Juan Pablo, quien hasta el momento había tenido un razonamiento meditado y prudente sobre la emancipación de Hispanoamérica -que siempre lo consideró indispensable para el desarrollo– tiene, como factores de ese quiebre, la rotunda y sistemática negativa del gobierno español –por los años 80- a otorgarle facultades para que administre su herencia y, sumado a ello, la sublevación de Túpac Amaru. A partir de ese momento su rebeldía y su insistencia no conocerán descanso hasta el día de su muerte.

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Mi especial agradecimiento y admiración a mi distinguido amigo e ínclito Pampacolquino el señor Salvador Rodríguez Amézquita quien es el autor intelectual y espiritual de esta novela. Con sus consejos y amplio dominio del tema, contribuyó enormemente a la culminación de esta aventura novelística. Su monumental obra Monografía de la Villa de Pampacolca, donde hace una detallada y documentadísima genealogía de la familia Viscardo y Guzmán y de otras, despertó en mí el interés en este personaje y que luego me llevó a extender mis fuentes de información.

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Es en esta búsqueda que encuentro valiosos aportes de grandes estudiosos del prócer, por lo que debo agradecer a Cristóbal Aljovín, Patricio Aranda, David Brading, Manuel Burga, Percy Cayo, Luis Chiquihuara, Javier de Belaúnde, Agustín de la Puente y Candamo, Carlos Deustua, José Gálvez, Luis Miguel Glave, Gustavo Gutiérrez, Teodoro Hampe, Jeffrey Kleiber, Gabriel Lostanau, Pablo Macera, Felipe Mac Gregor, Manuel Marzal, Miguel Maticorena, Armando Nieto, Scarlett O’Phelan, Gonzalo Portocarrero, Eusebio Quiroz, Patricio Ricketts, Claudia Rosas, Fernando Rosas, Augusto Ruiz, Lizardo Seiner, Merle Simmons, Gustavo Vergara y Carmen Villanueva.

Merece especial mención el valiosísimo -y al parecer– singular aporte del libro del Conde Fabraquer, La expulsión de los jesuitas, obra que fue editada en España alrededor de 1870 (el mal estado de este ejemplar no permite leer algunas líneas de la portada). De este libro me he permitido insertar en un Apéndice, la correspondencia que se entabló entre Carlos III y el Papa Clemente XIII y que consta en los archivos de la Real Academia de la Historia, España.

En este mismo libro, (del Conde Fabraquer) en la página 120, refiriéndose a las muchas causas por las que Carlos III expulsa a los jesuitas, existe un párrafo que a la letra dice:

“Finalmente, para no detenerse en cosas menores, se halló que intentaban someter a una potencia extranjera cierta porción de la América Septentrional, habiéndose conseguido aprehender al jesuita conductor de esta negociación con todos sus papeles que lo comprobaron”.

¿A qué jesuita se refiere? ¿Cuál es esa potencia extranjera? ¿Cuál es esa porción de América Septentrional? ¿Qué decían esos papeles?. En fin, abundante material para los estudiosos del prócer.

Mayo de 2006.

Los orígenes del prócer

El cielo chupacrino se había convertido esa tarde en un inmenso lienzo donde la naturaleza, con maestría incomparable había creado grandes arreboles que luego giraban a dorados y anaranjados para luego estallar en otros diminutos que viraban a violetas y fucsias y en un juego inaudito y colosal, intercambiaban fulgores y destellos; finalmente el sol se abrió paso e iluminó los bien cultivados perales de don Bernardo Viscardo de Guzmán.

Esta poesía suspendida en el cielo de Chupacra sirvió de marco excepcional a una conversación muy importante, tanto para la pareja que participaba en ella como para todo el Continente Americano, especialmente para la América española.

Gaspar tomó las manos de Manuelita y muy contento, impelido por el maravilloso espectáculo, le dice,

—Manuelita, creo que ya es tiempo que tu padre sepa lo nuestro aunque yo creo que mi padrino Antonio ya se lo habrá contado.

—¡Ahh, mi padre!....él es muy observador y estoy segura que ya lo sabe y si no me ha dicho nada....— y dejó escapar una sonrisita pícara que Gaspar inmediatamente interpreta.

—...es porque no tiene nada en contra— concluyó Gaspar.

—Estás en lo correcto, además, tu le caes bien, será porque te conoce desde que naciste.

—Eso me reconforta y me da valor para pedir tu mano, mi amor...

—Una vez me dijo que a pesar de tus 19 años le parecías un hombre maduro y responsable.

—Entonces no perderé más tiempo, mañana mismo le pediré tu mano, aprovechando que don Francisco y mi padrino están presentes.

En ese instante, una voz cargada de años y muy querida por Gaspar, llama desde la puerta de la casa de don Bernardo,

—¡Gaspar, entrá ya hijo, !, ¿no se dan cuenta que está lloviendo?, ¡Jesús con éstos!

—¡Mamita Magdalena!.... ¡ya vamos!— respondió Gaspar, quien tomando de la mano a Manuelita, la obliga a emprender veloz carrera hasta que jadeantes, llegan a la puerta cogidos siempre de la mano y se dan cara a cara con don Francisco Sea, padre de Manuelita y con don Antonio Sea, padrino de Gaspar.

—Veo que la lluvia

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