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«LA ESCUELA DESPUÉS» ... ¿CON LA PEDAGOGÍA DE ANTES?


Enviado por   •  21 de Abril de 2021  •  Ensayo  •  572 Palabras (3 Páginas)  •  856 Visitas

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«LA ESCUELA DESPUÉS» … ¿CON LA PEDAGOGÍA DE ANTES?[pic 5]

La equidad es meramente una utopía que se interioriza, se cree y se lleva consigo como una “realidad escrita”, pero que sin dudad alguna, al asomar la cabeza por la ventana, se explica como irreal, un elemento necesario, pero poco evidente en las sociedades. Coincidir con el pensamiento de Meirieu (2020) cuando dice “Me gustaría tener la certeza de que estamos avanzando, a escala planetaria, hacia una mayor solidaridad entre los pueblos y las naciones, una mayor justicia social y una mejor consideración de los principales problemas ecológicos. Pero, en realidad, creo que aún no hemos llegado a eso…” es coincidir con una creencia colectiva latente y que debe ser repensada desde diversas perspectivas para tener en consideración la dirección de un avance y evolución de todos. Por carecer de equidad y de diferentes factores, existe enormes brechas sociales, que implican múltiples contextos y realidades; como menciona Meirieu (2020), esa brecha es “el abismo (…) que separa las declaraciones de intención generales y generosas de las prácticas realmente aplicadas”, estas últimas, se ven considerablemente limitadas por unos márgenes impuestos poco adaptables, flexibles y modificables. Por esta razón, es indispensable que en la formación docente se resignifique la práctica y se cuestione cuidadosamente lo que esta conlleva.

De allí que sea esencial ver y comprender el acto pedagógico más allá, como afirma Meirieu (2020), una “construcción, tanto material como simbólica, de la escuela en su principio mismo: aprender juntos gracias a la figura tutelar del profesor que, al mismo tiempo, crea algo común y acompaña a cada uno en su singularidad”, esto quiere decir que la práctica pedagógica es un proceso que se nutre y se construye día a día gracias a las interacciones (un nosotros) continuas y que protagoniza directamente los actores de la escuela, es así como “Poco importa cuál sea mi nombre y cómo me veo, estoy ahí como estoy, con mis dificultades y mis recursos, en un grupo donde poco a poco descubrimos, gracias al maestro, que podemos compartir conocimientos y valores, donde lo que aporto a los demás es tan importante como lo que ellos me aportan, donde aprendemos, simultáneamente, a decir «yo» y a hacer «nosotros»” (Meirieu, 2020) ; actualmente es [pic 6]

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difícil mantener esa colectividad y construcción de lo común, puesto que la virtualidad supone, en muchos de los casos, una “concepción comercial de la educación en la que nuestros estudiantes, cada uno frente a su propia pantalla y en mutua indiferencia, consumen software en lugar de compartir conocimientos” (Meirieu, 2020) y que, si se mantiene vigente por mayor tiempo, puede generar una figura enrarecida del maestro y enfatizar el aumento de desigualdad social.

Por otra parte, es preciso que el maestro sepa “movilizar al alumno, apoyar sus esfuerzos, determinar el nivel de autonomía que puede alcanzar y permitirle adoptar una visión lo más exigente posible de su aprendizaje y producción”, para que, en su labor, empatice con el alumno que presenta dificultades y ciertas necesidades, y pueda ayudar significativamente a superarlas.  Por último, es imprescindible que la escuela, a pesar de los retos con los que se enfrenta hoy en día, posibilite íntegramente el acceso a los conocimientos (infinitamente compartibles). Que, “a pesar de nuestras diferencias, todos estamos llamados a participar en la construcción de lo común…” (Meirieu, 2020)

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