LA ESTRELLA VERDE
Enviado por francis_labo • 22 de Septiembre de 2014 • Informe • 662 Palabras (3 Páginas) • 261 Visitas
LA ESTRELLA VERDE
Izar Berdea - Traducción: Mariasun Landa
Un forastero desaliñado llegó a aquel lejano pueblo. Como venía cansado, se sentó al lado de la fuente, en medio de la plaza.
Después de refrescarse el rostro y las manos, se dispuso a reponer fuerzas sacando de su mochila un pedazo de pan y algo de queso. Mientras comía pausadamente, no dejaba de mirar a un lado y a otro como si estuviera asombrado. Había conocido muchos pueblos semejantes a aquél, por eso no se explicaba la rara sensación que lo embargaba:
"«¡Hummmm, aquí pasa algo! ¡Algo raro tiene este pueblo!», murmuró para sus adentros.
En aquel momento, de una casa cercana a la plaza salió un niño. Con paso cansino se dirigió a la casa de al lado y llamó a la puerta. Al poco rato se le acercó otro niño y ambos se sentaron en el umbral después de un breve saludo.
Pasaba el tiempo. Los niños no hablaban entre ellos y en sus caras se reflejaban el desgano y el aburrimiento. Uno de ellos tomaba piedrecitas del suelo que luego arrojaba enfrente sin prestar atención, el otro parecía ensimismado en la contemplación de sus uñas...
El forastero los miraba sorprendido, ya que estaba acostumbrado, al llegar a un nuevo pueblo, a verse rodeado de niños que le preguntaban de dónde venía y hacia dónde iba. Aquellos dos, en cambio, parecían ignorarlo, aunque de vez en cuando lo mirasen de reojo.
El asombro del forastero fue aumentando cuando vio que otros niños iban reuniéndose alrededor de los dos primeros. Se sentaban en el suelo y permanecían allí sin decirse nada... ¡Qué niños tan raros!
Precisamente aquella hora, la de la siesta, era la mejor para jugar libremente, lo había sido siempre, ¿por qué no jugaban aquellos niños?, ¿por qué teñían el aburrimiento marcado en sus miradas?
Pensando en ello, tomó su cantimplora y después de beber decidió resolver aquel misterio...
–¡Hola, chicos! ¿Qué tal? ¿No saben a qué jugar?
Los niños se miraron entre ellos.
–¡Se nota que no es de aquí! –le respondió uno melancólicamente.
–Así es, y estoy asombrado de ver unos niños como ustedes, con esas caras, sin saber qué hacer, yo que en tantos puebl...
–¡Éste no es un pueblo como los demás! –lo interrumpió una chiquilla malhumorada.
–¿Estás enojada conmigo? –el forastero se rascaba la cabeza confuso.
–Bueno, usted es forastero y no sabe nada de nuestra desgracia... –añadió un tercero con aire desganado.
–¿Una desgracia? ¡Ya lo creo que lo sé! Tener que ir todos los días a la escuela. Es eso, ¿verdad?
Por lo visto el forastero quería hacerse el gracioso, pero no tuvo mucho éxito ya que los niños siguieron callados
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