LA GUERRA, PERSPECTIVA CRISTIANA

LA GUERRA, PERSPECTIVA CRISTIANA

La guerra, como fenómeno sociológico ha estado presente en toda la historia del hombre, por lo tanto, siendo el hombre el actor fundamental del cristianismo, su relación con la guerra ha ocupado un lugar significativo de las preocupaciones de la Iglesia en estos 2000 años de historia cristiana. Importantes teólogos se dedicaron a este estudio, como son por nombrar quizás a los más distinguidos, a San Agustín, Santo Tomás de Aquino y Francisco de Vitoria. La guerra siempre será un hecho lamentable, principalmente por la perdida de vidas, sin embargo los teólogos recién nombrados, conocedores de la naturaleza humana, más que repudiar o condenar la guerra, establecieron las condiciones morales que determinan cuando es lícito este hecho, lo que se conoce como la Doctrina Cristiana de la Guerra Justa.

En efecto, el cristianismo, más que evolucionar en su pensamiento respecto a la guerra, ha establecido ciertas normas a través del tiempo, para que este fenómeno se enmarque dentro de conductas lícitas; exigiéndose tres requisitos para ello:

• Que la guerra sea declarada por una autoridad legítima,

• que tenga una causa justa, y

• que sea llevada a cabo con recta intención.

Autoridad Legítima:

Los Estados debidamente organizados se dan una forma de Gobierno, y este no sólo tiene el derecho legal, sino también la obligación de defender el bien común que la ciudadanía le ha confiado. De ahí que un Gobierno, debidamente reconocido por la comunidad internacional, es la “Autoridad Legítima” para declarar una guerra. El principal instrumento que emplea esta autoridad para llevar adelante el esfuerzo bélico son las Fuerzas Armadas, las que se encuentran entrenadas y preparadas para la guerra.

Causa Justa:

El bien común, la legítima defensa, repeler al invasor, recuperar lo que ha sido ilícitamente expropiado, han sido entre otras las principales causas que se han considerado justas para ir a la guerra. Otra cosa interesante a considerar es que la Guerra no se emprende entre personas, sino entre Estados, lo que hace a la Guerra un problema de Defensa Nacional. Para ser lícita y por lo tanto considerarse “justa”, debe existir la culpabilidad de la contraparte, que entre los principales motivos se puede distinguir la intención o consumación de una agresión. Sin embargo, ir a la guerra por una “causa justa” también implica otras condiciones, estás son:

• La “Guerra” sólo como solución, después de agotar todos los recursos pacíficos para obtener una solución justa al hecho motivo de la discordia.

• Debe de existir como mínimo proporcionalidad entre los beligerantes; de lo contrario sería criminal imponer todos los males de una guerra a la nación, sin esperanza o propósito alguno.

• La

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