LA PRIMAVERA SILENCIOSA. El libro plantea la situación de una ciudad en Norteamérica

LA PRIMAVERA SILENCIOSA

El libro plantea la situación de una ciudad en Norteamérica, la cual, poseía hermosos paisajes llenos de gran diversidad biológica, en especial, aves migratorias que llegaban en otoño y primavera, y que con sus bellos cantos y colores, alegraban las mañanas de los primeros granjeros que habitaron la comarca. Sin embargo, de repente una extraña sombra de muerte se extendió por la comarca y todo empezó a cambiar, por ejemplo, los pájaros habían desaparecido, y los habitantes preocupados se preguntaban constantemente en dónde estaban, pues era una primavera sin voces. (Carson, 1962). En realidad, esta ciudad nunca existió, pero, como argumenta Carson, pudo haber sido una comarca con miles de duplicados en Norteamérica o en cualquier otro sitio del mundo. Entonces, ¿Qué fue lo que silenció las voces de la primavera en incontables ciudades de Norteamérica? Fue una de las preguntas que se planteó Carson en un principio, y que poco a poco, respondió a lo largo de su obra.

Inicialmente, Carson argumentó que, en  la era moderna, el tiempo era fundamental, pero que en realidad  en este mundo no había tiempo, y desde esa concepción, se creó la química antinatural que hizo que la vida del hombre fuese mucho más fácil y rápida, con productos totalmente fuera del experimento biológico, llamados “insecticidas”, o que para la autora, deberían llamarse “biocidas. Estos últimos fueron creados a partir de la Segunda Guerra Mundial, con intenciones letales y devastadoras, la producción de plaguicidas sintéticos en EEUU, había ascendido de 124.259.000 libras en 1947, a 637.666.000 en 1960, con un aumento del quíntuplo, (Carson, 1962).

Como respuesta al por qué de la muerte de las aves, varios estudios determinaron que los olmos empezaron a enfermar debido a un mal llamado “mal holandés del olmo”, el cual entro a EEUU desde Europa alrededor de 1930. Se trataba de una enfermedad ocasionada por hongos,  el cual se extendía de árbol en árbol por medio del escarabajo del olmo; el Estado al ver que los olmos padecían este mal, empezaron una serie de pulverizaciones masivas, sin ninguna investigación o consulta previa, con el fin de exterminar el insecto, lo que en realidad generó la muerte de miles de aves y mamíferos que invadían los campos en primavera.

Varios entomólogos a través de sus investigaciones, dejaron al descubierto la letalidad de las pulverizaciones; En sí, lo que ocurría era que dichos químicos envenenaban a todo ser viviente que los rozaba, de tal manera que, se veían afectadas las lombrices y las aves que se alimentaban de estas y la madera de los olmos, entre esas el petirrojo y las mirlas; A medida que pasaba el tiempo, las muertes se incrementaban, no solo en las aves,  sino también los mamíferos, ya que el DDT, empleado para la pulverización, se introducía en sus cuerpos, acumulándose y concentrándose por un tiempo prolongado, lo que generaba la esterilización o muerte del animal.

En 1953, se emprendieron rociadas contra el mal holandés del olmo hasta 1959, y tras 6 años de tratamiento, los claustros de la Universidad Illinois, habían perdido el 86% de los olmos, la mitad de ellos víctimas de la enfermedad holandesa. (Carson, 1962). Dado a la anterior situación, el señor Sweeney, decidió revisar el historial de las pulverizaciones realizadas, y encontró que en Toledo, se arrancaron todos los olmos enfermos, y de esta manera, se controló la enfermedad, lo que con las pulverizaciones, jamás se logró, pero en cambio, si se destruyeron todas las defensas naturales.

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